XIII

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Capítulo: 13Ronald Lombardi

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Capítulo: 13
Ronald Lombardi



— ¿Ronald? — escucho una voz femenina con una entonación insípida. Abro lentamente mis ojos y la pesadez de mis párpados me desorientan en un limitado tiempo —. ¿Ronald?

Sigue llamándome, pero no respondo, ni me muevo cuando me percato que sus piernas están a cada lado de mi torso y unas de sus manos yacen apoyadas en mis pectorales, mientras que su rostro se encuentra a escasos centímetros del mío. Sin embargo, se aleja para quedar sentada sobre mí, me imagino que se estará recuperando de las vueltas que dimos al caer. Coloca su dedo índice cerca de mi nariz, comprobando mi respiración.

— Está respirando — susurra para sí misma. Lo que conlleva que mis ojos se desvíen a sus labios carnosos y eventualmente bajo a sus pechos; tiene unos de sus tirantes de su vestido negro roto, lo cual me deja ver por encima la pronunciación de sus pechos pálidos, son redondos, pero no son tan grades como lo son sus glúteos. No obstante, son atractivos y seductores, y aún más cuando suben y bajan de manera lenta como modo de tranquilizar su respiración. El vestido está enrollado hasta sus muslos, dándome una vista perfecta de sus piernas, ignorando las manchas de tierras qué hay en ellas.

La escucho hablar otra vez y regreso mi mirada a su rostro, además de eso, puedo notar lo asustada que se encuentra.

— ¿Ronald?

Tengo curiosidad de saber qué haría en esta situación. Por otra parte, presiento que puede ver y solo está fingiendo.

— Bien, si quieres puedes morirte — se quita de mí encima y se sienta a mi lado —. Pero no ahora — sentencia y suelta un suspiro  —. Realmente no sé cómo saldré de aquí — me toca el rostro con una carente duda que no me puedo obligar a ignorar —. Ahora despierta, ya.

Se queda callada por unos buenos minutos y vuelve a hablar.

— Escogiste un mal momento para morir — se toma su tiempo para seguir hablando —. No sé cómo ayudar — sus luceros se empiezan a humedecer de poco bajo aquella penumbra que nos rodea.

Hay un largo silencio y vuelve a colocar su índice en el orificio de mi nariz.

— Estás respirando y no dices nada — me da la espalda aún sentada a mi lado, entregándome una vista impecable de su perfil, su cabello largo negro se mueve hacia atrás por el cálido viento de verano —. ¿Será que estás agonizando? — musita rápidamente — ¿Podrías no morir ahora?, y levantarte, llevarme a casa y luego mueres así, tranquilo... ¿Como en los libros?

Está loca.

La sigo contemplando, buscando que haga algo que la delate, pero nada. Lo único que puedo ver, es el miedo que refleja su rostro. La rabia que tenía antes desapareció, así como si nada, mostrándome a una niña débil, con una mirada que muestra nostalgia y tristeza por donde la observen.

El final de la bestia (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora