Capítulo: 11
Ronald Lombardi« Sé que algo ocultas, Ronald »
« Puedes engañarlo a él, pero no a mí »
Trato de abrir mis parpados mientras aquellas palabras taladran en mi subconsciente. Paso mi mano pesada por mí rostros para poder volver a realidad que me concierne.
« No creo que sea buena idea que mi padre te vea en esas condiciones »
Como si aquella vocecita dulce me abofeteara en el rostro, abro mis ojos de golpe. Y una pequeña manta que no cubre casi nada de mis pectorales, pero al menos lo que puede de ellos, hace que frunza el ceño.
¿Qué vergas es eso?
Quito la pequeña manta de mi cuerpo sin reparo ni consideración, me pongo de pie y entro al cuarto de baño.
¿Qué se supone que sabe?
Quiero creer que tal vez dijo esas palabras para hacerse la interesante, pero algo estable que me ha dejado la vida de enseñanza, es que en este mundo en el que nos encontramos, hacerse el interesante no es de inteligentes, sino que de personas ignorantes, esto no es un maldito juego y ella parece lo suficientemente inteligente como para no joderme.
Miles de preguntas son las que invaden mi mente, pero me las meto por el culo, porque una niña de diecinueve años no va a venir a joderme la cabeza y mucho menos mis malditos planes. Me a listo en tiempo récord y salgo al patio de entrenamiento sin ingerir ningún tipo de alimento porque perdí el apetito.
Trago saliva al sentir que mi cabeza va a explotar, de tanto darle vueltas al asunto, así que uso toda la fuerza descomunal que poseo y me concentro en lo que tengo a la mi vista.
— ¡Corran! ¡corran!, ¡ahora! — grito desquitándome la rabia con ellos.
Luego de unas cuantas horas de calentamiento les doy diez minutos de descanso para que puedan empezar con el entrenamiento.
— ¡Tú y tú, al frente! — coloco a dos pubertos en medio del círculo para que comiencen el combate. Ni siquiera sé si cumplí con los diez minutos prometidos.
Ellos se ponen uno frente al otro, hacen una reverencia y en el momento que el silbato resuena por todo el patio, el tipo de cabello castaño le entra a codazos al de cabello teñido de azul, inmediatamente el de cabello azul lo esquiva colocándose al otro lado para rematarlo a puños limpios, la sangre comienza a salpicar, sus pechos suben y bajan, tienen la frente y todo el cuerpo sudados por el tremendo sol que perfora nuestras pieles, pero aun así siguen matándose entre sí.
— ¡Ronald! — escucho una voz masculina y me volteo. Es Dimitri caminando hacia mí.
— ¿Cómo amaneció tu rostro? — pregunta al llegar, lo miro sin responder, ¿acaso él espera que responda a esa mierda?
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El final de la bestia (+21)
RandomSaga, Marcas de Mafia Libro 1 Su belleza cautivó al asesino. Su belleza cautivó a la bestia. A pesar de tener discapacidad visual.