IV

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Capítulo: 4
Ronald Lombardi


Faltan dos horas y cincuenta minutos.

Golpeo.

Uno. Dos. Tres. Y percibo como arden mis puños. Golpeo el saco de boxeo como un puto animal, la rabia que tengo no disminuye, no se detiene. Estoy asqueado, siento que cargo con impotencia y culpa. Y ni siquiera ha llegado la hora.

Mi celular vibra y lo ignoro.

Sigo con mi lucha interna. Todos me necesitan para cerrar aquel trato, todos me buscan mientras yo lidio con mi propia batalla.

Carajo.

No seas marica.

Si vuelvo a pensar esa mierda, yo mismo agarro mi rifle y me meto un puto pepazo.

Golpeo otra vez hasta que la curiosidad me carcome las entrañas, y me detengo.

Mi pecho sube y baja mientras camino hacia la mesita con agua del pequeño gimnasio de mi apartamento. Tomo la botella, lo destapo y lo pego a mis labios, siento el líquido recorrer por mi garganta y la sensación de qué quema me hace soltar un suspiro de satisfacción por lo fría que se encuentra, pero a pesar de eso, me alivia la sed, más no la rabia.

Sigo bebiendo en tanto veo de reojo el celular en la mesa iluminarse por otra notificación, bajo la botella, la cierro y lo dejo a un lado de este, para segundos después tomarlo.

Es un mensaje de Leo.

Leo: Hola, ¿cómo estás? :)
Leo: Hooola.

Entro al chat, pero antes veo esos pares de números que se encuentra en la parte superior del móvil, y
ya pasó media hora.

Ronald: Ve al punto.

Leo: Hola, ¿cómo estás, Leo?, ¿despertaste bien?, ¿cómo te está tratando la vida?

Solo miro la ridiculez que escribió.

Leo: Escribe eso, ¿sí? No te cuesta nada. Y ya sé que es de noche, pero igual.

Leo: solo quería saber si vas a ir, irás, ¿cierto?

Ronald: Sí.

Leo: Se dice; sí, mi amor, iré. 🙄

Ronald: ¿No tienes nada que hacer?

Leo: No, resulta y acontece que...

Cierro el chat antes de terminar de leer.

Camino hacia el baño del gimnasio, me quito el short deportivo y quedo desnudo por completo, doy zancadas con destino a la regadera, entro y abro el grifo. El agua caliente comienza a caer por todo mi cuerpo mientras mis oídos se encargan en hacerme escuchar el tic tac de mi ritmo cardiaco.

Cuando salgo y veo el celular, caigo en cuenta que ya pasó una hora. Me sorprende que me haya demorado tanto en algo tan sencillo como lo es pegarse una ducha. No lo pienso más y me coloco una camisa negra de manga corta, dejando los dos botones superiores sueltos, y un pantalón de traje liso del mismo color, mi cabello se encuentra húmedo, así que tomo la decisión de peinarlo hacia atrás como lo hago siempre.

Me paro cerca del espejo y veo mis ojos verdes oscuros intensos, mi mandíbula se ve tensa, mis palpados caen, lo cual provoca que mire mis tatuajes expuestos, pero me detengo en uno en especial. Observo mi lado vertical y una serpiente negra delgada que refleja sabiduría y que sobre todo se ve imponente, se posa sobre mi cuello. No tengo idea del porqué me lo hice, pero me gusta y eso es lo que me importa.

El final de la bestia (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora