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Capítulo: 27 Ronald Lombardi
Mi cuerpo percibe la tensión qué hay en cada paso que doy, en lo que hago y respiro. Una sensación de búsqueda y miradas frías y sobrias sobre mí cuál no tengo que ver para sentir. Me avisan que esté en alerta, que no mueva ni un puto pie en falso, porque en un abril y cerrar de ojos, me cazarán.
Los rayos UV están deteriorándose por el abastecer del atardecer que nos avisa que llegará la noche en cualquier minuto, a pesar de aquello penetran en cada fibra de mi piel y el efecto de cacería y persecución, brota en cada sistema de mis células.
—¡Entren al círculo! — sus cuerpos desganados y sucios de polvo y tierra, rompen fila perezosamente —. ¡Al círculo carajo!
Cuando giro mi cabeza, choco con las miradas pesadas de los soldados mayores y los escoltas de la mansión, que aprietan sus armas en cada movimiento que circula por su radar.
Dejo de mirarlos para seguir entrenando a los escuincles, y en cuanto giro un poco mi cuerpo escucho una voz que me obliga a bajar la mirada.
— Señor, ¿se le ofrece un poco de agua? — miro a la empleada que nunca he visto en esta mansión u otro lugar.
¿Dónde demonios está Margaret?
— No — respondo cortante.
Gira sobre sus talones para luego mirar sobre sus hombros y caminar.
— Oye — ni siquiera alzo mi voz, y ella se voltea al instante caminando de regreso hacia mí.
— ¿Va a querer el vaso de agua, señor?
— No — me apresuro a decir, deslizando mis ojos por el tarro de cristal que sostiene en sus manos —. ¿Dónde está Margaret?
— La señora Margaret, no se encuentra bien.
— ¿Qué tiene?
— Eh.... — carraspea y agita su cabeza —. Pescó un resfriado... Lo siento, es mi primera vez atendiéndolo y estoy un poco nerviosa.
