8. Coincidencias sospechosas

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Capítulo 8

 Coincidencias sospechosas

GAVI

Alex me manda un WhatsApp en el momento en el que aparco el coche, ya están aquí. Estoy sorprendido de que hayan sido capaces de llegar solos en metro hasta el restaurante, tenía mis dudas de que no acabaran en Girona o en Francia. Con estos tres nunca se sabe.

Una vez acabaron en Portugal intentando ir a Málaga, así que con eso lo digo todo.

—Por fin llegas.—dice Javi saludándome con una palmada en la espalda.—Enhorabuena por el partido, has jugado bastante bien para lo malo que eres.—bromea. Es el chiste de siempre, según él es para que no se me suba la fama a la cabeza.

—Lo mismo digo, no estaba del todo seguro de que fueras capaces de llegar.—los tres se miran entre ellos antes de responder.

—Bueno, si dependemos de Mario no llegamos nunca, este chico necesita unas clases de Google Maps.— explica Alex. Ya sabía yo que...

—Pero si eras tú el que quería venir andando porque no quería perderse en el metro.—contraataca Mario. Tal para cual, sin duda.

—Y por tu culpa nos hemos perdido en el metro, que es justo lo que quería evitar.—grita el otro. Así siempre, son como la noche y el día. Todo el rato peleándose, pero no pueden vivir el uno sin el otro.

—Se me había olvidado el acento Sevillano, tú ya no tienes nada.—Pedri acaba de aparecer a mi lado, saluda a mis amigos ya que se conocen de otras veces que han venido a verme.—Buah, en realidad podríamos comer Kebab y dejarnos de tonterías de restaurantes caros.—dice el futbolista.

—Eso mismo he dicho yo cuando hemos llegado.—le explica Javi.

—Sí, y unas chavalas se han reído de ti y tu comentario.—ataca de nuevo Alex. Lo dicho, cuando no están peleándose es porque no están juntos, y, aun así. Nuestro grupo de WhatsApp a veces parece una batalla campal.

Intercambio miradas con Pedri, y antes de que puedan seguir discutiendo entro en el establecimiento y me dirijo a nuestra mesa, donde ya están otros miembros del equipo con sus familiares. Normalmente yo nunca traigo a nadie, ya que la mayoría de personas que traen los tiros jugadores son sus novias e hijos, pero sé que a mis amigos les hacía ilusión además de que es la única forma de que después podamos salir de fiesta. Y claro, a falta de novias pues...

Nos sentamos e introduzco a mis amigos al resto, la verdad es que encajan en seguida porque el ambiente que hay es bastante familiar y tranquilo. No sé qué es lo que se espera de los jugadores de fútbol, pero la verdad es que somos bastante relajados fuera del campo y en general nos llevamos bastante bien.

Vaya, diría que Lewandoski a veces ejerce como una mezcla de hermano mayor al que pedirle consejo. A veces se mete demasiado en el papel, como en este preciso momento.

—Entones Gavi, ¿te estas liando con la chica de prácticas o lo haces para ganar seguidores en Instagram?—me dice a modo de broma. Le fulmino con la mirada, nada disimuladamente.

—Eso, aun no nos has dado una explicación.—añaden mis amigos. Pero será posible, ¿es el día de meterse con Pablo y no me he enterado?

—Pero si ya os lo he contado todo.—respondo exasperado.—Que la salve de unos periodistas que la estaban acosando.

—El nuevo Spiderman, pero versión moderna.—se ríe Javi.

—Esa historia no hay quien se la crea.—continua la broma Pedri.—Es bastante guapa, no deberíais ocultar vuestro amor.—ruedo los ojos y sigo comiendo, el resto se ríe pero rápidamente cambian de tema. Son conscientes de que no adoro ser el centro de atención.

Cuando acabamos de cenar, nos despedimos del grupo. Mis amigos, Pedri y yo nos subimos al coche para ir a un local de fiesta que no queda muy lejos de aquí. Es un poco molesto, porque en determinados sitios nos reconoce demasiada gente y se vuelve agobiante, pero en esta discoteca a la que vamos el área de reservados es lo bastante privada como para que nos dejen en paz.

Así son las cosas, ni una fiesta se puede tener en paz con esto de la fama. Tenía que haberle hecho caso a Rosalía, cuando dijo que era mal amante.

Estoy aparcando cuando Alex me dice algo desde el asiento de atrás.

—¿Qué dices?—le pregunto, con el ruido del motor a veces es imposible escuchar lo que dicen.

—Que esas son las chicas de antes. Las que se han reído del comentario del kebab.—me fijo en tres chicas jóvenes, que acaban de llegar también a la cola. Dos morenas y una rubia, desde donde estoy no alcanzo a ver mucho más. Y que conducir y observar a mujeres no son dos cosas que se deban compatibilizar.

Salvo que quieras tener un accidente, claro.

—Esa rubia se parece demasiado a Ara.—bromea Pedri.—¿No la habrás dicho que veníamos aquí para encontrarte casualmente con ella?

Vamos, lo que me faltaba ya.

—Tu sabes la cantidad de rubias que hay en Barcelona, como para que justo sea Ara.—replico. Esto de las teorías conspiranóicas que se están montando se está saliendo de control.

—A mí no me engañas.—grita Mario mientras cierra la puerta del coche.

Suficiente tengo ya con los rumores y la prensa como para que encima mis amigos también me bromen con eso. Ara es una chica maja, pero honestamente tengo demasiado en mi plato como para echarme novia. Además, que, ser novia de un famoso tiene que ser bastante molesto. Vaya, y que no me ha enamorado ni ha sido amor a primera vista. Es una chica más de la oficina.

Con las gafas de sol puestas entramos en la discoteca saltándonos la cola, con lo que nos ganamos un par de miradas molestas y algún que otro comentario.

—Mira, son los del kebab. Te dije que tenían pinta de famosos.—un acento andaluz llama mi atención, debe ser una de las chicas a las que se refería Alex. Le doy un codazo para llamar su atención.

—¿Qué pasa ahora?—pregunta sorprendido. Ahora es mi turno de ser gracioso.

—Nada, tus nuevas amigas amantes del kebab, que comentan que sois famosos por saltaros la cola.—le digo burlón, tengo ganas de devolverles todas las pullas que me han tirado en la cena sobre Ara.

—Bueno, privilegios de ser tu amigo desde parvulario.—dice girándose hacia ellas y guiñándoles en broma el ojo.—De todas formas, yo no haría muchos chistes, porque la rubia sí que se parece a la chica que he visto en las fotos. Voy a empezar a pensar que sí que la has dicho que veníamos.

Me giro y es cuando ahora de cerca me fijo en que la rubia sí que se parece a Ara. Se parece peligrosamente demasiado, aunque no puedo saber si es ella, porque las dos veces que la he visto llevaba ropa del Barsa, y el vestido blanco corto que lleva ahora no se le parece en nada.

Sin embargo, parece que ella si logra reconocerme, porque la veo reírse y saludarme con la mano.

Demasiada coincidencia.

By chance | GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora