15. Hay un imbécil suelto

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Capítulo 15

Hay un imbécil suelto.

ARA

—Me lo vas a tener que repetir otra vez, porque creo que no lo he entendido aún.—dice Lucía desde el sofá. Guille y ella tienen plan de hacer tarde de películas. Inés está en la universidad todo el día así que hoy solo está la catalana para incomodarme a preguntas.

Punto para mí.

—¿Qué te tengo que repetir? Voy a ir al entrenamiento de la selección española, ¿te gusta el outfit?—se lo he dicho dos veces ya, la primera porque no me había oído, pero esta segunda me parece innecesaria. Ya lo hace por gusto.

—Creo que no se refiere a esa parte.—comenta Guille. El chico es un amor, y siempre acaba haciendo de mediador entre nosotras. Lindo. —Pero el outfit está muy bien, sí.

—¿Y a que se refiere?—pregunto molesta, voy a llegar tarde y no me apetece. Esto de acribillarme a preguntas cada vez que voy a salir de casa empieza a aburrirme.

—A que es Pedri quien te va a llevar al entrenamiento.—grita como si fuera la cosa más obvia del mundo. Bueno sí. Entiendo entonces que me esté sometiendo al cuestionario más exhaustivo de la semana.

—Ah, eso. Si, se ofreció el otro día cuando nos despedimos en la playa, así no tengo que hacer tanto tiempo en autobús, y total, a él nuestra casa le pilla de paso.—explico.

Lucía me mira con las cejas levantadas y carraspea. No se cree ni una palabra de las que sale de mi boca.

—Ara, a mí me da la sensación de que a ese chico le gustas.—dice como si nada. Se me escapa una risa. Se le ha ido la cabeza.

—De verdad que no, es imposible que a Pedri le guste yo. Creo que simplemente le he caído bien y quiere hacerme el favor. De todas formas, me lo debe, aún me molesta que trajeran a Gavi a la playa. Es una muy buena forma de joderme el rato, el tener al moreno al lado.—le explico. No quiero que se piense cosas que no son, al final, solo conozco al futbolista de hace unas cuantas semanas.

—No digo nada, entonces.—responde. Tomo esto como la señal de que el interrogatorio se ha acabado y salgo por fin hacia la calle, donde Pedri me está esperando hace un par de minutos.

Abro la puerta del copiloto y le saludo con una sonrisa. El futbolista rápidamente arranca, aún no ha olvidado el incidente del otro día y mi vecina cotilla. Ninguno de los dos queremos repetirlo.

—Bonito outfit.—me dice. Que buen gusto tiene este chico. Llevo una camiseta de la selección española y unos vaqueros claritos, business casual es el objetivo.

He de confesar que estoy bastante nerviosa, esta es una gran oportunidad para mí y para meter un pie en el equipo de la selección. ¿Te imaginas que acabo yendo al mundial? Menos mal que soñar es gratis. Porque si no a estas alturas estaría pobre.

—Gracias, lo mismo digo.—bromeo. El lleva un pantalón de chándal largo y una camiseta también de la selección. Parece que vamos conjuntados y a juego. Adorable.

El trayecto en coche se me hace bastante ameno, Pedri es súper gracioso y tiene un buen sentido del humor, al contrario que su amigo. Me deja poner canciones de Quevedo en el coche y los dos las cantamos. Al ser canario comparte mi gusto por el cantante, un punto a su favor.

Me cuenta cosas de su vida como futbolista, de lo sacrificado que es, pero a la vez de lo mucho que merece la pena. La verdad es que no tengo ningún talento para el fútbol, pero desde pequeña me ha interesado mucho, así que todo lo que me cuenta me parece la mar de interesante.

—Lo que más agradezco es tener a los chicos del equipo. es muy complicado estar en esto tu solo y no tener a nadie. Es como que te sientas menos incomprendido.—me cuenta mientras llegamos al campo. No somos los primeros, pero tampoco los últimos. —Al final yo creo que soy un chaval normal, pero luego no puedo ir a cualquier sitio tranquilo.

—Me imagino. Me alegro entonces de que tengas a alguien con quien vivirlo.—le digo. La verdad es que Gavi me está cayendo como una patada en la cara con bastante fuerza, pero supongo que tendrá algún lado bueno.

Un lado que desde luego no me enseña. O igual es imbécil con todos, supongo que nunca lo sabré.

—¿Tu que tal llevas la vida en Barcelona?—me pregunta. Mh, difícil de responder, son muchas emociones a la vez y bastante presión la de trabajar en uno de los clubes más grandes de España. Sin embargo, me estoy adaptando de lujo.

—Pues bastante bien, la verdad es que Lucía e Inés son geniales y hemos encajado bastante bien. Y en el FC Barcelona súper bien, Jorge, que es mi jefe, me da un montón de oportunidades y estoy aprendiendo muchísimo. Y he de decir que a ratos echo de menos Madrid, pero no mucho.—termino con una risa. Parece satisfecho con mi respuesta, porque asiente levemente al escucharme.

—Me alegro de que tú también tengas tu versión de Gavi y Ansu.—se ríe.

—Bueno bueno, mis chicas no se pueden comparar con Gavi. Desde luego gastan mejor humor.—le digo. Claramente, joder. Nada que ver con el desagradable del moreno.

—La verdad no sé qué le ha pasado a Gavi contigo, se le ha debido de cruzar el cable. Te aseguro que es bastante normal con el resto de gente.—me intenta tranquilizar.

—A ver si se le pasa.—es lo único que se me ocurre responder. Y no tengo muy claro que de verdad me apetezca que se le pase.

Finamente aparcamos y nos dirigimos hacia el interior del estadio. Dentro me dan una de las acreditaciones de que soy parte del equipo de prensa y Pedri se marcha hacia los vestuarios. Supongo que le veré más adelante. Yo me dedico a buscar a Adrián o a alguien del equipo de comunicación.

Sí que es verdad que me mandaron un email con la información, pero desde luego que no fueron lo suficientemente específicos. Este estadio es inmenso, pese a ser solo un campo de práctica.

Las paredes tienen fotos de años anteriores, y reconozco entre ellas la de 2010 cuando ganamos nuestro primer mundial Espero que este año corremos la misma suerte.

—Una rubia perdida por aquí, por lo que sea no me sorprende.—parece que mi diablo personal me tiene puesto un GPS. Me giro para encontrarme a Gavi, vestido totalmente con la equipación de nuestra selección. Lleva el número nueve en la camiseta.

—Un imbécil suelto, por lo que sea, tampoco me sorprende.—le ataco de vuelta.

—Tranquila madrileña.—me dice acercándose a mi.—Que no vengo con intenciones de guerra.

¿Ah no? Eso es nuevo.

—¿Seguro? Porque cada vez que te veo parece que quieres arrancarme la cabeza.—le respondo.

—¿De verdad?¿Tanto se me nota?—la ironía en su voz hace que una vez más me desespere.

—Sí, Gavira, si.—es que es imposible hablar con él.

—Bueno, pues hoy no es el caso. Adrián me ha pedido que te busque, ven, ya están en el campo.—le sigo en dirección a un pasillo que parece que da hacia el césped. Supongo que en el fondo si hay algo de bondad en el interior del futbolista.—Por cierto, espero que le hayas dado las gracias a Pedri por traerte.—lo dice como si nada, pero está claro que lo está diciendo por algo. Aunque no consigo averiguar el que.

Y con eso, echa a correr hacia el resto del equipo, y yo me preparo para una tarde de trabajo intenso.

By chance | GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora