32. Secretos

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Capítulo 32

Secretos

GAVI

—He hablado con Ara.

Esa es la frase con la que me encuentro al abrir la puerta de mi habitación. Una serie de golpes en la puerta me han impedido echarme la siesta. Para mi desgracia, porque estaba muerto después del entrenamiento y la noche movida de ayer.

Y llevaba desde por la mañana soñando con esa siesta.

En el marco, recostado contra la puerta me encuentro a Pedri. Por su cara, y las palabras que acaba de decir, no sé muy bien a que se refiere.

¿De qué has hablado con Ara? Eso es lo que quiero preguntar.

Pero me da la sensación de que va a ser demasiado directo y obvio. De momento no tengo claro si quiero contarle lo que ha pasado entre la rubia y yo, así que, tengo que jugar con cautela mis cartas.

Bueno, concretamente sé que quiero contárselo, pero no sé cómo ni cuándo hacerlo, así que voy a esperar a decidir eso primero.

—¿Y cómo ha ido?—le dejo pasar al cuarto y se tumba inmediatamente en mi cama. Adiós a mi plan perfecto de siesta. Se me rompe el corazón de pensarlo.

—Bien.—No parece apunto de echarse a llorar, lo cual puede significar muchas cosas. Y a ser sincero, teniendo en cuenta lo que paso anoche entre la rubia y yo, y el beso de esta mañana, me molestaría saber que Ara les ha dado una oportunidad a las cosas con Pedri.

Con los sentimientos no se juega, ni con los míos ni con los de mi amigo. Mucho menos con los de mi amigo.

—¿Qué significa bien? Por dios Pedri, me estás contando las cosas a medias.—suspiro exasperado. Una sonrisa tranquila se forma sobre la boca del canario.

—Significa que hemos hablado las cosas, y los dos creemos que es mejor quedarnos como amigos.—responde con calma.— Supongo que el beso de ayer solo complico más la situación. Ni siquiera tengo mis sentimientos claros del todo aún. Y supongo que a ella le sorprendió también. Además que no quiero perderla como amiga, y estoy seguro de que una relación amorosa nos distanciaría bastante.—no me esperaba ver que las dos personas más inmaduras que conozco hayan sido capaces de llegar a esa conclusión por sí mismos. Pero me alegro, porque en el fondo sé que es lo mejor para los dos.

—¿Entonces las cosas con ella bien?—no voy a reconocerlo, pero me ha dejado bastante más sereno.

—Sí, estamos en el mismo punto que antes.—me dice desperezándose. Es hora de que se levante, porque parece que tanto él como yo estamos en desesperada necesidad de una siesta.

—¿Me dejas dormir ya?—me quejo empujándole a fuera de la cama. El canario me saca el dedo de en medio cuando se pone de pie.

Me alegro tanto de que no haya sido esto tan dramático como podría. Ahora solo queda averiguar como le digo a mi mejor amigo que me he besado con la chica que le gusta.

O medio gusta.

Joder, menuda liada.

—No hay quien te aguante.—me responde de broma dirigiéndose a la puerta.—Que descanses dormilón.

No se lo puede imaginar lo mucho que voy a dormir. Ahora que sé que entre Ara y Pedri no hay nada, puedo por primera vez, pararme a pensar en lo que siento por la rubia.

No me gusta nada tener que estar planteándome esto, pero después de anoche, me quedo más que claro que entre ella y yo hay algo.

Algo más que odio.

Aunque sea químico. Y eso significa que de alguna manera me gusta estar con ella. No voy a negar que es guapa, y que tiene buen sentido del humor, que es lista y vale para su trabajo...

A quién quiero engañar, del amor al odio hay un paso. Y está claro que nosotros cada vez estamos más lejos del odio del principio.

—¿Gavi?—la voz de Ara me saca de golpe de mis pensamientos. La he debido de manifestar de pensarla tanto.

—Dime.—respondo sin levantarme de la cama. Está claro que dormir siesta hoy va a ser imposible. Comunicarnos a través de la puerta está convirtiéndose en una costumbre extraña de este mundial.

—¿Podemos hablar?—está chica es como el diablo, mencionas su nombre y aparece. Eso o me está espiando, también puede ser. Es como los Paparazzi, tiene ojos en todos lados. Igual es por eso que es periodista.

—Voy.—muy a mi pesar me levanto y abro la puerta a a rubia, que como todos los días viene uniformada con la camiseta de la selección. En la de hoy lleva el nombre de Unai Simon, nuestro portero nacional. Bueno, parece que ha hecho bien no eligiendo entre la mía y la de Pedri hoy.

—Quería hablar contigo.—me dice sentándose al borde de mi cama. No jodas rubia, pensaba que venías a por galletas.

Me siento a su lado, pero con la espalda apoyada en la pared, de forma que pueda verla la cara sin que sea incómodo. Y sin que vaya a quedarme dormido.

—Te escucho.

—He hablado con Pedri.—empieza.—Sé que para ti la amistad es muy importante, y quiero dejarte claro de que no voy por la espalda.—esto suena exactamente como mi hermana.

—Has hablado con Aurora.—no tentó ninguna duda y ella asiente con la cabeza.

Genial, me encanta que mi hermana aire mis asuntos personales y mis principios básicos a cualquiera. Bueno, Ara no es exactamente cualquiera, pero me entendéis.

—Espero que no te importe.—no claro, me encanta que me psicoanalice mi hermana. Con gente random.

—Mi hermana parece que adora contar mis intimidades.—bostezo. No le puedo hacer nada, ella es así y hermana solo hay una así que la tendré que querer pese a sus defectos.

O no.

—Tampoco me ha comentado nada malo.—dice ella.—Bueno, el caso. Que he hablado con Pedri y hemos aclarado las cosas. Para que no te sientas mal.

—Ara, ¿cuál es el verdadero motivo de que estés aquí? Me creo todo esto de la moralidad, pero me da la sensación de que hay algo más.—Yo no voy a ser el que dé el primer paso y hable de como ayer nos pasamos la mitad de la noche comiéndonos a besos. Pero tenemos que discutirlo, yo necesito saber en qué punto estamos.

—Sé lo que estás haciendo.—me señala.—¿Tanta vergüenza te da haberme besado?

¿Ahora si va a poner las cartas sobre la mesa?

—No exactamente vergüenza.—respondo. Ella se queda callada por un segundo, su mirada escaneando mi cara y mis gestos, sin saber muy bien que decir. Nuevo logro, dejar a la redactora sin palabras.

—Yo tampoco sé que somos.—termina diciendo.—Pero está claro que un par de besos nunca han hecho daño a nadie.

—Opino igual.—me alegra saber que estamos en la misma página.

Es decir, que mientras que lo nuestro no salga a la luz, podemos seguir tranquilamente pasando ratos juntos. ¿Por qué eso es a lo que se refiere? ¿No?

—Tengo que volver al trabajo en veinte minutos.—se levanta de la cama, pero no es lo suficientemente rápida y me da tiempo a cogerla de la cadera.

—Pues tienes veinte minutos para quedarte aquí.—me mira de lado, pero no dice nada. Simplemente deja que la bese.

Y luego me devuelve el beso.

Y así seguimos los veinte minutos, hasta que es hora de que se marche ella y yo me prepare para entrenar.

Parece que tres meses después, Ara y yo comenzamos a entendernos.

By chance | GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora