42. Pizza Hawaiana

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Capítulo 42

 Pizza Hawaiana

GAVI

—Es que me la voy a poner hasta de fondo de pantalla.—la rubia da saltitos de emoción mientras entra en mi cuarto. Hemos quedado después del partido para celebrar el empate. Un concepto novedoso desde luego. Nunca pensé que celebraría el no ganar.

Pero las cosas son así con Ara, diferentes de lo normal. Y no tengo ninguna queja al respecto.

—Ofendido de que te pongas una foto con Rodrigo y no conmigo.—me quejo dejando el bolso de entreno en el vestidor. Tengo que poner una lavadora cuanto antes, que estoy empezando a quedarme sin calzoncillos.

—¿Por qué me pondría una foto contigo?—pregunta siguiéndome hasta el armario, donde echa un vistazo a mi colección de sudaderas, en busca de una que robarme. Lo bueno es que no las puede sacar de mi casa, porque Pedri se daría cuenta en seguida y aun no nos hemos decidido a contarle lo que pasa entre nosotros.

El reloj sigue haciendo tik tak en nuestra contra, ya va siendo hora de que le digamos al canario que algo está pasando entre nosotros.

—Porque sí.—la rodeo con mis brazos y planto un beso en su boca. Llevo queriendo hacer esto desde que la he visto en el calentamiento antes del partido.

No sé qué me ha hecho esta chica, pero está consiguiendo que no pueda sacarla de mi cabeza ni en los momentos antes de salir a jugar. Peligroso que me venga su cabellera rubia en los momentos de máxima concentración.

Esto no me había pasado nunca con nadie.

—¿Con que intenciones me has invitado a tu casa, Gavira?—me responde moviendo las cejas. Como si no lo supiera ya perfectamente. Ara y yo somos pura química, nos entendemos perfectamente casi sin la necesidad de palabras.

Increíble teniendo en cuenta que solo nos peleamos los primeros meses de conocernos.

—¿Yo?—pregunto haciéndome el desentendido.—Con ninguna.

Continúo besando su cuello y sus labios de forma alternativa, hasta que sus manos se meten por debajo de mi camiseta. Ya sabía yo que...

—Este beso se está poniendo interesante.—agarra el borde de esta y la desliza hasta sacarla por encima de mis hombros.

Imito su gesto, dejando su sujetador al descubierto.

Una imagen que no me canso de ver.

Mis manos viajan hacia la cintura de la rubia mientras nos seguimos besando, cada vez más fogosamente. Siento sus manos moverse hacia mi pantalón de chándal y moverlos ligeramente hacia abajo. Atrevida.

—¿Vamos a la cama?—susurro en sus labios.

Ara asiente con la cabeza y me guía hacia mi cama. Nunca había estado tan agradecido de tener una cama de matrimonio como ahora. La estoy disfrutando más que nunca desde que cierta rubia y yo hemos hecho las paces.

—Ven.—antes de que se tumbe desabrocho sus vaqueros, dejando a la vista su ropa interior de encaje.

Dios.

—Eso no es justo.—ella hace lo mismo, y los dos nos quedamos en ropa interior.—Así mejor.

Después de pasar el rato haciendo cardio, y desfogando los nervios del partido, decidimos pedir pizza y cenar viendo una peli. No suelo comerla, me la reservo para las ocasiones especiales, y no sé porque, pero hoy se siente como una.

La rubia se ha puesto uno de mis pantalones de chándal y se dedica a bailar canciones del Just Dance mientras yo la observo. Es demasiado guapa. Y divertida. E inteligente. Y segura de sí misma, y graciosa, y cariñosa y atenta.

Estoy tan agradecido con el destino por ponerla en mi camino.

—Tengo tangas ganas de esa Hawaiana, el cardio me ha dejado con hambre.—dice ella tomando un descanso y lanzándose sobre mí en la cama. Sándwich de Gavi, como le gusta llamar al gesto de aplastarme.

Las cosas con Ara son demasiado sencillas, demasiado cómodas. Es como si lleváramos toda la vida haciéndolo y en realidad desde el mundial apenas ha pasado un mes y medio.

—Sigo sin entender cómo te gusta la piña en la pizza, me parece destrozar algo completamente perfecto.—le digo acariciando su pelo rubio. Una completa aberración la mezcla favorita de la periodista.

—Como sigas haciendo eso voy a quedarme dormida.—me confiesa en un bostezo. La verdad es que empieza a hacerse tarde y ha sido un día largo para los dos. Muy intenso, sin duda, pues el de hoy era uno de los partidos ajustados de la Liga.

No se me olvida la cara de felicidad que ha puesto cuando le he presentado a De Paul.

Es tan adorable.

Y creo que la quiero.

No sé ni cómo ni cuándo ha pasado, pero la rubia se ha ganado un huequito en mi corazón. Y espero yo habérmelo ganado en el suyo.

—Oye Ara.—digo haciendo que levante la cabeza de mi pecho y clave su mirada en mi.—¿Tú que quieres de esto?—la pregunta hace que se quede en silencio, pensando lo que va a decir.

—¿De nosotros?—confirma.

—Si.

—No lo sé. Me gusta estar contigo y me gusta lo que tenemos, no quiero hacerlo público.—se muerde el labio nerviosa.— Se perfectamente cómo funciona ese mundo. Ya vistes lo que paso por un par de fotos en el coche.—responde.

—¿Y si lo mantenemos privado?—pregunto inseguro de su respuesta. Creo que lo que voy a proponerle es una completa locura.

—Ya somos privados.—replica obvia.

—Si pero ser no somos nada.—le digo con pausa en la voz. Nunca antes había hecho esto, y me da miedo lo que pueda pasar.—Te estoy proponiendo que seas mi novia.

—¿Pablo Gavira me acaba de pedir que sea su novia?—dice incrédula pero con una sonrisa de oreja a oreja.

—Que si, pesada.—le respondo de broma.

—Vale, hagámoslo.—me planta un beso y así queda sellado nuestro pacto. Oficialmente somos pareja.

¿En qué momento hemos pasado de odiarnos a esto?

—Tengo novia.—imito su tono de voz de incredulidad.

—Para, voy a tener que contárselo a las chicas.—responde sin borrar la sonrisa de su rostro.

—¿Pero no íbamos a ser privados?—pregunto sorprendido.

—Pero ellas no cuentan.—teniendo en cuenta que están saliendo con dos de mis amigos, en realidad se iban a enterar tarde o temprano.

—Ah vale.—respondo entre risas. Que feliz me hace.

Al final llegan nuestras pizzas y luego vemos una película exageradamente romántica que Ara, mi rubia, quería ver.

Estoy tan feliz de tenerla en mi vida, después de todo, es muy difícil encontrar a alguien que realmente te quiera en este mundo. La mayoría solo se acercan por interés y después de un par de malas experiencias, yo estaba curado de espanto.

Hasta Ara. Y es verdad que la odiaba como a la que más y no podía soportar la idea de tener que trabajar con ella o que fuera amiga de Pedri. Pero supongo que la vida me ha demostrado que estaba equivocado.

Ella se cruzó en mi camino aquel día caluroso de septiembre para quedarse en mi vida. Y espero que así sea por mucho más tiempo.

Porque si algo tengo claro, es que yo, Pablo Gavira, me he enamorado de la rubia molesta que trabaja en el Barsa. Y eso va a ser difícil de cambiar.

By chance | GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora