45. Un mes

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Capítulo 45

Un mes

ARA

No sé porque he pensado que dejar esto en las manos de Gavi podría ser una buena idea, porque ahora estoy empezando a arrepentirme de ello.

Estoy en casa, bajo la atenta mirada de las chicas, que llevan viendo un rato como me muerdo las uñas en el sofá. Muy fácil para ellas, que no están a punto de celebrar su primer mes-aniversario con Gavi. Bueno, Lucía tuvo el suyo hace un par de días y fue genial.

Pero Ansu y Lucía son dos personas completamente diferentes que Gavi y yo. Entonces no tengo claro que es lo que mi querido novio ha podido pensar que sería una buena idea de cita.

Socorro.

—¿Puedes estarte quieta? No me centro en el pasapalabra.—Inés está hoy de peor humor porque su adorado Mario se ha vuelto a Sevilla. Al menos en verano van a estar juntos, porque de Granada a Sevilla tampoco hay tanto.

Otros, no sabemos qué será de nosotros. Tengo que empezar a pensar que voy a hacer cuando acabe en el Barsa. Necesito planificar un poco mi futuro, porque ya estamos en marzo y empiezan a quedar pocos meses para que se acabe la temporada.

—Mírala que mona, casi nunca la veo nerviosa.—se ríe Lucía, comiendo del bol de palomitas que tiene entre las piernas.—Se va al mundial, nada, sale en la tele, nada, hace streaming con el puto Luis Enrique, nada. Ahora, le pones una cita con su novio con el que lleva casi cuatro meses liándose, y se muere de nervios. Es para pensar.

Las odio.

—Dejadme en paz.—gruño. Lo que me faltaba, que mis amigas se metan conmigo.

—Es con amor.—sonríe Inés con sarcasmo. Si bueno, amor mis narices.

En ese momento suena el timbre de casa. Ha llegado la hora. Socorro.

—Corre a por tu príncipe, princesa.—grita Lucía mientras camino por el pasillo en dirección a la puerta principal.

—Ara no tiene nada de princesa.—con amigas así quien quiere enemigos, vaya dos.

Cuando abro la puerta, corro por el descansillo lejos del edificio. Aún seguimos escindiéndonos de mi vecina cotilla, y bueno, de todo el mundo. No es el momento aun de hacer nada público, queremos asegurarnos de que las cosas funcionen antes de gritarle al mundo que estamos juntos.

—Qué guapa estas.—sonríe cuando me ve. Su coche está detrás de nosotros, tapando del resto del mundo el beso que me da en los labios. Hoy se me ha hecho complicado verle en el trabajo y fingir que nada estaba pasando, porque me estaba muriendo de ganas de darle un beso y un abrazo.

En fin, gajes del oficio que le vamos a hacer.

—Y tu.—le respondo cuando nos metemos en su coche. Y pensar que si no hubiera sido por este mismo coche, anda de esto estaría pasando.—¿Me vas a contar ya a dónde vamos?

—Es secreto.—lleva siéndolo toda la semana. Me imagino que Aurora le ha ayudado a prepararlo, porque no me creo que todo esto haya salido de él. Es una persona cariñosa y detallista, pero lo de planear cosas medio locas no es lo que más me guste. Por otro lado, a su hermana se le da de lujo.

Le observo mientras conduce hacia las afueras de la ciudad, Barcelona es siempre un enjambre de abejas, lleno de gente trabajadora y ocupada. Teniendo eso en cuenta, me imagino que al sitio al que vamos tiene que estar en las afueras o directamente en uno de los pueblos vecinos.

Especialmente porque vayamos a donde vayamos vamos a encontrarnos con gente haciendo preguntas sobre quien soy. Principal motivo por el que nunca vamos a comer a ningún sitio.

Es una mierda ser pareja de uno de los chicos más famosos del mundo, pero para mí, Gavi es un chaval normal. Así que no cambiaría nuestra relación por estar con cualquier otra persona.

Lleva unos vaqueros claros y una sudadera negra, básico, pero con estilo. No es muy de Gavi el vestir este de forma exagerada si no hace falta, por muy sevillano que sea es bastante sencillo.

Yo, por el contrario, llevo una falda larga azul marino de satén y una sudadera blanca. Un intento por hacer una mezcla arreglada e informal. Si me hubiera dicho a donde narices íbamos, no hubiera tenido semejante dilema a la hora de elegir el outfit.

—Llegamos.—me dice aparcando en el orilla de una playa. Estamos en el paseo marítimo.

Salgo del coche y mientras él se pone la gorra yo le doy la mano. El paseo es agradable, con la brisa suave dándonos de frente. Al menos no hace frio, la temperatura es bastante cálida para tratarse de marzo.

Mi pelo rubio ondea suavemente, me he atrevido a dejarlo suelto porque sé que a Gavi le gusta y porque en realidad no hay motivo por el que esconderlo.

—Nunca había estado aquí.—confieso mientras nos sentamos en uno de los bancos.

—Es uno de los sitios a los que solía venir según me mude.—me explica.—También al principio de este año, cuando estaba agobiado con toda la presión. Me gusta mirar al mar y pensar en calma.

—¿En qué piensas ahora?—pregunto imitando su gesto y mirando al horizonte. Las olas se funden como si se tratara de un cuadro clásico.

—En nosotros. Me parece increíble que estemos juntos y que ya haya pasado un mes. O bueno, casi cinco si lo miras desde el mundial.—es increíble lo rápido que pasa el tiempo cuando lo estás pasando bien.

—Entonces es hora de que empecemos a pensar nombres para nuestros hijos.—bromeo.—Tengo una lista, mira.

—Espero que estés de broma.—verás la sorpresa que va a llevarse.

—No.—me río mientras abro la aplicación de notas del móvil.—Mira, si es chica la llamamos Sofía o Irene. Y si es chico, pues Mateo.

—Vale, me gustan. Aunque podemos barajar más opciones, seguro que a Pedri le haría mucha ilusión que se llamara como él.—dice mirando la lista que tengo en la pantalla y moviéndose por ella.

Me encanta que me haya seguido el rollo con esto y no haya pensado que soy una completa lunática.

—¿Tú crees? Me da miedo que se enfade con nosotros, sobre todo después de lo que pasó.—lo llevo pensado un par de días, igual nuestro amigo no tiene la reacción que estamos esperando. Sería bastante comprensible, de echo.


Al final, es el mejor amigo de los dos y llevamos meses ocultándole que estamos juntos.

—Estoy seguro de que si, él ha pasado página y lo único que le va a molestar es que no le contáramos las cosas antes.—explica, supongo que tiene razón, a fin de cuentas es su mejor amigo desde hace más tiempo que yo. Quiero confiar en que él le conoce mejor.

—¿Se lo vamos a contar ya?—pregunto.

—Yo creo que comienza a ser el momento.—responde Gavi con calma, aunque sé que el tema le pone igual de nervioso que a mí.

—Más vale que no nos equivoquemos.—le tiro de la gorra.

—¿Vamos a cenar?—me pregunta.—Empiezo a estar hambriento.

—Lo que tú digas, es tu cita.—me tiende la mano y me levanta del banco.

Al final, comemos un McDonalds de vuelta en su coche, la cantidad exacta de romanticismo que nos gusta.

He de decir, que no ha sido la cita más locamente enamorada y pensada de mi vida, pero si, la más especial.

Porque así son todas las cosas con Gavi, sencillas pero únicas.

By chance | GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora