34. Cartas

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Capítulo 34

 Cartas

GAVI

Los entrenamientos, pasar ratos con Ara, disfrutar del mundial y todo lo que está pasando estos días es una locura. Mi vida se ha vuelto una película, el sueño que todo niño quiere conseguir.

Si miro atrás, el chico de ocho años que jugaba en el equipo de su ciudad y que lo daba todo en los patios del colegio, está sonriendo al ver donde estoy ahora. Como dice Quevedo: estoy donde siempre quise estar.

Perder el partido contra Japón ayer la verdad es que me desmoralizó bastante, pero entre los ánimos de Luis Enrique y todo el apoyo que recibimos en redes sociales pues se me paso.

Ara, Pedri y yo nos pasamos media hora respondiendo comentarios desde la cuenta de la selección. De las cosas más divertidas que hemos podido hacer, una mezcla de humor y profesionalidad maravillosa. No me esperaba las ocurrencias del canario. Ni mucho menos las de la rubia, pero me pude reir hasta que me dolió la tripa.

Jamás se me ocurriría pensar que esa frase podría ser real. Los tres, coexistiendo sin problemas. Pero los últimos días me han demostrado que si es posible.

—¿Otra vez pensando en la rubia?—Mario me tira un bolígrafo al darse cuenta de que he dejado de responder. Parece que viviera en mi cabeza de la habilidad que tiene para leerme los pensamientos.

—Déjame en paz.—gruño. Estamos ahora reunidos en la habitación que comparten los chicos.

El objetivo, desconectar del fallo de anoche. Y cotillear sobre Ara, porqué los chicos desde el día de la fiesta se piensan que algo pasa.

Qué bueno sí, razón no les falta. Pero no voy a ser yo quién se los cuente. Que lo averigüen por si solos, o que teoricen o lo que sea.

—¿Jugamos a las cartas?—propone Javi estirándose en la cama. Traer una baraja fue una idea maravillosa.

—Yo tengo.—Alex saca el taco de su maleta y hacemos hueco entre las sábanas. Desde pequeños hemos pasado muchas tardes de verano haciendo juegos de cartas. Es de las cosas que echo de menos de estar en Sevilla. Pasar tiempo con ellos y con mi familia.

En ese momento me llega un mensaje de Ara, acaba de salir de una reunión con los de su trabajo y me pregunta si quiero hacer algo. Dura decisión. ¿Amigos o lo que sea que sea la rubia?

Suspiro. Lo que no quería que pasara.

—¿Os importa que venga Ara?—los chicos me miran como si les acabara de dar una confirmación de que entre nosotros está naciendo una amistad.

Y eso que no está claro si somos amigos o algo más, porque de momento seguimos sin definir que somos. Ni intención de hacerlo tenemos.

—Te lo dije.—grita Mario haciendo que las cartas que Javi acababa de colocar salgan por los aire. En fin.

—Te mato.—este le pega un almohadazo en toda la cara. Y otra vez estamos como siempre, peleándonos. Que bien se siente estar con ellos.

—A mí me parece bien.—se encoge de hombros Alex.

—Le digo que venga, entonces.

La rubia se niega al principio, no por los chicos, se lleva genial con ellos. Pero por no hacer obvio que estamos hablando. Nuestro objetivo es mantener el secreto hasta que las cosas se decanten por un lado de la balanza. O lo dejamos y no ha pasado nada, o la relación avanza.

Al final acepta y tres minutos más tarde está tocando la puerta de la habitación. Lo bueno de que estemos todos alojados en el mismo hotel es que no tardamos nada en estar todos juntos. Vamos, Pedri podría aparecer en cualquier momento y a nadie le sorprendería.

—Hola.—saluda Ara que para mi sorpresa entra con Aurora en la habitación. Lo de disimular es su punto fuerte.

—¿Jugáis a las cartas?—pregunta mi hermana acercando un par de sillas a donde estamos sentados.—Me apunto.

Esto es justo como en los viejos tiempos, mis amigos de Sevilla, mi hermana y una baraja de cartas. Lo único extraño en esta situación es la rubia, que intenta entender y memorizar todas las normas cuando Javi se las explica.

—Voy a perder—se queja cuando le reparten. Bueno, así empezamos todos.

—Es porque eres rubia.—le pica Mario. Este chico se va a buscar problemas algún día con tantas bromas.

—Pero si tú eres medio rubio también. —contraataca ella.

—Es teñido. —responde mi amigo, que se gana un golpe suave por parte de mi hermana. Porque mi hermana se tiñe el pelo y evidentemente se ha dado por aludida.

Así nos pasamos parte de la tarde, desconectando del fracaso de ayer y pasándolo bien todos juntos. Después de cenar, los chicos se van por un lado y Ara y yo acompañamos a Aurora al cuarto en el que están mis padres.

Pedri lleva todo el día desaparecido, pero sé que está bien. Simplemente necesitará descansar. Debajo de su energía y estar activo constantemente, el canario también necesita sus días de desconexión.

Ara y yo nos vamos a su cuarto. El otro día nos empezamos una serie de Netflix y la verdad es que los dos estamos bastante metidos en la trama. Más de lo mismo, cosas que nunca pensé que estarían pasando ni en el mundial ni con la rubia de mis pesadillas.

Ella se acurruca en mi pecho y así yo puedo tirarme el rato que nos pasamos acurrucados acariciándole el pelo. Soy adicto al rubio, no me escondo.

—¿Tú que crees que va a pasar?—pregunta en uno de los momentos que pausamos la serie para besarnos.

—La verdad es que espero que encuentren al asesino pronto, porque si no más gente inocente va a seguir muriendo.—respondo devolviéndole el beso.

La verdad es que sigo adicto a nuestra química. Se me hace raro pensarlo.

No sé qué es lo que tenemos entre nosotros, pero definitivamente es una composición peligrosa. No es normal lo bien que encajamos. Es sencillamente irreal. A veces me pienso que tiene que ser un sueño, es la única explicación que puede haber.

Y yo que pensaba que iba a sufrir todos los meses que tuviera que verla o en el Barsa o alrededor de Pedri. Lo equivocado que estaba con ella.

—¿Gavi?—la voz de mi amigo futbolista suena al otro lado de la puerta. Ara y yo saltamos de la cama y nos alejamos lo máximo que podemos. Ella se ordena el pelo y pone la ropa en su sitio mientras camino hacia la puerta. Qué momento más oportuno Pedri.

—¿Dónde estabas?—le pregunto haciéndole pasar. Ara le saluda desde la silla de la habitación.—Estamos viendo una serie.

—¿Qué ha pasado con vosotros?—bromea. —Al final vais a ser amigos y todo.

No lo sabe él bien.

—Habrá que verlo.—responde la rubia acercándose a él y dándole un abrazo. A veces me olvido de lo cercanos que son. Pero claro, todo el tiempo que he estado empeñado en odiar a Ara, ellos han sido amigos.

He sido tan estúpido.

—Luis Enrique me ha tenido todo el día que si una cosa que si otra.—se queja Pedri haciéndose hueco en la cama.

—Ahora me entiendes cuando me quejo.—exclama la rubia.

Y así pasamos la noche, entre amigos, viendo una serie y disfrutando del mundial. La semana que viene tenemos octavos de final contra Marruecos, y de eso depende que nos volvamos a casa o no.

No quiero que esto se acabe, porque siento que cuando volvamos a Barcelona las cosas no van a ser como ahora. Me da miedo que ahora que he conocido a Ara, ella se vaya de mi vida.

Porque ahora que la he encontrado, no estoy dispuesto a perderla.

By chance | GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora