7 "Los Freeman"

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Esther

Esta semana ha sido muy agotadora, en la oficina nos hemos quedado un par de horas por las auditorias que estamos realizando, la parte buena es que las locuras de Noa me hacen llevar más ameno todo el estrés. Tiene cada historia esta mujer que te sorprende por las cosas que llega a pasar, más los días que va a alguna fiesta, de esas a las que nunca he ido, al principio porque mis padres nunca me dejaron alegando que no estaba bien que la hija de los pastores asistiera a esos lugares. Ahora porque siento que estaría fuera de mi mundo.

Hace unos años, estando en la universidad, mis compañeros me invitaban, para ir a un antro que estaba de moda, les pedí permiso a mis padres, demasiado emocionada, porque mis compañeros me estaban incluyendo en sus planes, sin embargo, mi padre me dijo que esos no eran lugares para una sierva de Dios, que estaba lleno de pecados.

Esa noche me quedé en mi cuarto encerrada muy triste, y para olvidar un poco mi pesar, me mantuve leyendo hasta que me dormí, a partir de ese día, ya no me volvieron a invitar a fiestas, porque sabían que yo no podría ir, y terminaban diciendo que la hija del pastor es demasiada santa para esos lugares o algún otro comentario referente.

Ya me desvíe, del tema, el asunto es que Noa, a pesar de todas las locuras que hace, es una buena amiga, te sabe escuchar y aunque a muchos les sorprenda, da muy buenos consejos. Hay personas que la juzgan por sus preferencias, por mi parte siento que mientras ella no le haga daño a los demás y ame a quien ella quiera, no debería ser diferente como persona.

Un día me confesó sus preferencias por las mujeres, diciendo que ella me apreciaba como amiga, pero entendía si yo necesitaba alejarme. Muchos llegan a asumir que por ser la hija del pastor o por mi religión, los voy a juzgar por ese hecho, yo creo que Dios nos ama sin importar quienes seamos y a quien amemos, solo que nuestros corazones sean puros y no le hagamos daño a terceros.

Mi respuesta a Noa fue que la acepto tal y como es, ella es mi amiga, no me importa a quien ame, lo que si me importa es que sea una buena persona, que siempre se preocupa por todos y nunca me he sentido incomoda en su presencia.

Ahora estamos en el comedor de la empresa, tomando nuestros alimentos, preguntándome sobre mis planes, a pesar de que son los mismos, ella siempre está atenta a cada palabra, a veces me propone hacer alguna actividad diferente, solo acepto si es una ida por café, de ahí en fuera, todo en mi vida es monótono. Por lo que me platica Noa, hoy planea ir con su amiga a un antro, como siempre me invita, termino rechazando porque ya tengo planes.


Mi gran plan de viernes por la noche es tan diferente al de la mayoría de las chicas de mi edad, consiste en ir a un círculo de oración en la casa de unos miembros de la iglesia, por lo que me dijo mi madre son nuevos en la ciudad, así que me veo obligada a acompañar a mis padres, para darles la bienvenida oficialmente, en familia, el reflejo de la unión de nuestra congregación. Mi padre se estaciona frente a la casa, mi ansiedad por conocer a esta familia aumenta.

Viven en una zona residencial, la casa es de dos plantas, color crema con las orillas color gris, grandes ventanas, haciéndola ver muy elegante, estacionamiento hasta para cinco autos, un patio muy amplio y prolijo, adornado con muchas flores y plantas, de las que desconozco sus nombres. Al parecer dejaron abierto el portón, por nuestra llegada.

Aquí estamos parados frente a la puerta, esperando a que abran para dejarnos pasar, quiero hacerme alguna imagen de ellos, me imagino es una pareja joven, con niños pequeños, mire unos juguetes en el patio y una bicicleta, estoy tan absorta en mis pensamientos, que no me doy cuenta cuando abren la puerta.

-Hola, adelante, los estábamos esperando -alzo la mirada y me encuentro con la señora Natalia, estamos en la casa de los Freeman.

La emoción me invade, y una enorme sonrisa que no puedo ocultar se refleja en mi rostro. Se hace a un lado para darnos paso a su hogar, nos saluda y nos lleva a la sala, es muy amplia, bonita y acogedora, el señor Eduardo entra con una charola que deja en el centro de la mesa, nos saluda y nos invita a tomar asiento.

Prohibido amarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora