Emma
Estoy arrodillada ante mi diosa, admirándola en todo su esplendor, su piel blanca que brilla con la capa de sudor que cubre su cuerpo y la exquisites que tiene entre sus piernas me invita a saborearla.
—Emma —jadea.
La pierna sobre mi hombro me hace acercarme a su centro deseoso porque la recorra con mi boca.
—Si que me deseas, amor —dejo un beso en su muslo.
—Ya deja de torturarme y hazme tuya —suplica.
Solo sonrío sobre su piel y dejo un camino de besos húmedos hasta llegar a su centro, donde hundo mi nariz absorbiendo un poco de su olor dulce.
Dios, hasta aquí huele tan delicioso y celestial.
No la torturo más y paso mi lengua recorriendo sus pliegues, esta tan mojada, saboreo sus fluidos que me hace prenderme más a su intimidad y hacerla mía. Antes de seguir, me separo de ella para admirar una vez más sus labios deseosos de mí.
—Eres mía y solo mía —me sorprendí de que esas palabras hayan salido de mis labios.
Nunca he demostrado ser posesiva, y menos dicho palabras así, por eso estoy tan sorprendida de decírselas a Esther.
—Solo tuya y de nadie más —me susurra.
Me saca de mis pensamientos y reanudo lo que estaba haciendo antes de que mis pensamientos sigan entrometiéndose.
Beso sus labios como si fueran su boquita preciosa y sus jadeos se convierten en gemidos que inundan la habitación, mis dedos se entierran en la piel de sus piernas, el éxtasis consume nuestros cuerpos.
—Freeman —gime y levanta sus caderas.
Acelero los movimientos de mi lengua, de arriba abajo, y le doy especial atención a su botón palpitante, pasando mi lengua con movimientos circulares, sus dedos se enredan en mi cabellos, pidiendo mayor énfasis en esa parte.
Mis manos recorren sus piernas y llego hasta sus pechos, donde sus pezones están demasiado erectos, los pellizco y jalo en lo que mi boca le sigue dando lo que tanto desea.
—Emma, Emma, Emma —repite mi nombre con placer.
Para mí eso significa que está por llegar al punto del placer, combino mis movimientos con mi boca, succionando sus pliegues, su piel se eriza, sus fluidos incrementan y toda en ella se contrae hasta el punto de que gime más mi nombre.
Siento como tiembla y se desvanece, solo que me separo hasta embeberme de su elixir a pesar de los espasmos de su cuerpo, no quiero que nada se desperdicie, es mi premio por hacerla tocar el inframundo por unos milisegundos.
Me separo de su centro y admiro su cuerpo sin energía sobre el sofá, su pecho sube y baja intentando regular su respiración, unas gotas de sudor cubre su frente y otra baja lentamente en el valle de sus pechos, sus mejillas están rojas, solo sonrío por esa imagen.
—De todas las maneras posibles, eres hermosa, Esther Rojas —subo dejando pequeños besos desde su abdomen hasta llegar a su boquita.
Nos besamos lentamente, ella saborea mis labios, y mis dedos no dejan de recorrer su piel desnuda.
—Sabes tan delicioso, mi amor —susurro en sus labios.
—Y solo tú eres dueña de todo en mí —me contesta y me vuelve a besar.
La pasión con la que me besa me desarma por completo y hace lo que nadie ha logrado, me hace sentir tan vulnerable y a la vez con la certeza de entregarme completamente a la otra persona.
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Prohibido amarnos
RomanceTodo el caos en la vida de Esther, comenzó un domingo cualquiera, cuando iba de compras a una plaza comercial de la ciudad de Puebla. A partir de ese día su vida haría catarsis por ese encuentro tan casual. Nunca se imaginó que comenzaría a cuestion...