Emma
Estoy tan extasiada, el solo saborear su piel con mis labios me hace perder toda cordura, esos jadeos que salen de su boquita, me hacen querer arrancarle toda la tela que nos estorba, sus dedos se enredan en mi cabello, indicándome que puedo bajar a besar su cuello, mis pulmones se llenan de su dulce aroma.
Tengo una enorme necesidad de recorrerla con besos y memorizar cada parte de su cuerpo, adorarla en todo momento, incluso Afrodita la envidiaría por la manera como lo haré y por esa belleza que eclipsa todo a su alrededor, robándome cada suspiro y todo mi ser vibra por ella.
No me espero que suba su pierna a mi cadera pegándome más a su cuerpo, por un momento me paralicé, solo que llevé instintivamente mis manos a su trasero redondo para levantarla y termina de enredar sus piernas a mi cintura.
<<Ya hay un río entre las piernas.>>
Aprovecho esta posición para acariciar su trasero y amasarlo con mis manos, Dios, son tan redonditos y voluptuosos, quiero quitarle todo y que ninguna tela cubra su cuerpo, si subo unos centímetros más, podré colar mis dedos en su intimidad y recorrerla placenteramente.
Muerde mi labio jalándolo y haciéndome soltar un gemido, todo mi interior se estremeció, la humedad en mi intimidad moja más mis bragas, el calor se instala en mi zona y tan solo son besos los que nos damos.
<<Te vas a venir cuando la toques.>>
Mi mano se va abriendo camino entre su falda, rozando la piel de su muslo, voy lentamente recorriendo ese camino que me va a llevar a la gloria, en lo que mi lengua danza a un ritmo frenético con la suya, su cuerpo se estremece y esa descarga como latigazo llega a mi entrepierna.
Sus gemidos se ahogan en mi boca, y comienzo a mover mi cadera haciendo fricción en nuestras zonas, muy lentamente, aumentando nuestra excitación.
Abruptamente me empuja, quedo desconcertada por no saber que está sucediendo, << ¿acaso me propasé?>>, mi pecho está completamente agitado por el momento, la miro expectante de su reacción, su mirada refleja pánico, cuando logro escuchar las pisadas de alguien subiendo las escaleras, comprendí la situación.
<< ¡Puta madre!, no mames, es su madre.>>
<< ¡LA SUEGRA NOS VA A CASTRAR!>>
Nos acomodamos la ropa, espero que no note lo que estábamos haciendo, solo limpio mis labios y ella hace lo mismo, justo a tiempo me siento al borde de la cama, intentando calmar los latidos de mi corazón, mientras que Esther se pone a abrir unos cajones, cuando la puerta se abre de golpe.
-¿Por qué tardan demasiado? -nos cuestiona mi suegrita, con su mirada hecha una furia, controlando que su voz no suene agresiva.
<<Su hija y yo, estábamos comiéndonos a besos.>>
Realmente no sé qué contestar, siento mi boca seca, mi corazón palpita como loco, lo único que logro hacer es fingir mi cara de inocencia, una que quiero reflejar que aquí no estaba a punto de pasar algo entre su hija y yo, nada permitido por la biblia.
<<Según esa bola de religiosos hipócritas.>>
-No encuentro los folletos de la convención -habla Esther, desviando la atención de su madre a ella, que está de espalda, porque está abriendo los cajones buscando los panfletos.
Me sorprende verla tan tranquila ante el escrutinio de su madre, se desenvuelve de una manera tan natural, cierra el cajón que fingía buscar y cuando se voltea solo le da una media sonrisa a su madre.
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Prohibido amarnos
RomantizmTodo el caos en la vida de Esther, comenzó un domingo cualquiera, cuando iba de compras a una plaza comercial de la ciudad de Puebla. A partir de ese día su vida haría catarsis por ese encuentro tan casual. Nunca se imaginó que comenzaría a cuestion...