Ferry-love-boat

Capitulo 3

EL PUNTO DE VISTA DE MAYA

Había vuelto.

Después de diez años.

Y lo había estropeado todo.

Cuando la vi al otro lado de las puertas de la ambulancia ese día, pensé que mi corazón dejaría de latir, y hasta ahora no estoy 100% seguro de que no lo hiciera, porque era simplemente impensable que me cruzara en el camino de esa mujer ese día.

Esa mujer no.

Carina.

Se llamaba Carina, hermosa, igual que ella.

Las líneas de su rostro eran más pronunciadas, sus cejas tenían una forma diferente, pero supongo que el tiempo solo sirvió para hacerla aún más hermosa, y realmente no pensé que eso fuera posible. Curiosamente, cada vez que pensaba en ella a lo largo de los años, no podía imaginar su rostro de otra manera y una parte de mí se alegraba por eso porque nada de lo que podía imaginar estaría a la altura de la verdadera belleza de Carina DeLuca hoy en día.

Abrió la boca, y su acento estaba aún más cargado de lo que recordaba, definitivamente más sexy, haciéndome sentir un hormigueo involuntario, y me alegré de que estuviera demasiado ocupada cuidando de Jack como para notar mi mirada de asombro hacia ella. Verla en acción allí me llenó de un orgullo que no estaba preparado para recibir. Sabía hace 10 años que sería una excelente doctora, pero verla ser una excelente doctora frente a mis ojos fue mucho mejor.

Hablaba con propiedad, estaba segura de lo que decía, la gente escuchaba lo que decía y lo único que podía hacer era mirarla.

Cuando desapareció en el ascensor, llevando a Jack a los exámenes, por fin pude pensar racionalmente -antes de eso, todos mis pensamientos estaban nublados por la sorpresa que había tenido- y fue entonces cuando me di cuenta de que además de arrepentirme de haberla visto por última vez sin saber que era la última vez, eso solo había sucedido por su culpa.

Ella fue la que no apareció al día siguiente y ninguna de las otras que le siguieron, ni explicaciones, ni despedidas, y seguí apareciendo en el ferry durante semanas y semanas, meses tras meses, con la secreta esperanza de que algún día simplemente la vería sentada en una de las mesas con un café en las manos.

Pero nunca sucedió.

Tal como había aparecido, se había ido.

Sin ningún tipo de anuncio.

Teníamos un acuerdo tácito de no formar parte de la vida real del otro, pero nunca me he arrepentido tanto de haber tomado esa decisión. Nunca me arrepentí tanto de que, en ese momento, no intentara hacer las cosas de manera diferente y de no haberle dicho lo encantado que estaba con ella y lo mucho que quería llevarla a cenar, saber su nombre, escuchar más sobre Italia, entender más sobre su familia y las decisiones que la convirtieron en esa mujer increíble.

Me había perdido todo esto por no querer, o no saber cómo, construir relaciones de una manera normal.

En ese momento esta mujer desconocida, hermosa y elegante había sido mi válvula de escape para finalmente poder compartir algunos de mis miedos e inseguridades. Ella era la única persona que escuchaba y sonreía ante mis palabras, me dejaba hablar sin interrumpirme -a pesar de que era mucho más habladora que yo, y una parte de mí sabía que mantenerse callada era un desafío para ella- y siempre estaba interesada en cualquier cosa que dijera.

Fue gracias a ella que hice mis primeros amigos en mi primera estación, y fue recordándola, a pesar de que estaba rodeado de decepción y tristeza al recordar su rostro, que seguí esforzándome por convertirme en una persona mejor y más sociable que realmente tenía amigos y trataba de compartir más de mi vida con ellos.