capitulo 29

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EL PUNTO DE VISTA DE MAYA

Salir de mi zona de confort siempre me causaba cierto grado de angustia. Tener el control de la situación era lo que me habían enseñado desde pequeña, siempre se me había exigido estar en la cima de mi juego en todo momento, y desde el primer momento en que conocí a Carina hace diez años me pareció sentir que estaba condenado a la frustración y a ceder el control a la mujer que tan fácilmente me dominaba. Las cosas con Carina eran demasiado fáciles y al mismo tiempo extremadamente difíciles: si por un lado no pensar en nada y solo sentir era un privilegio que nunca se me había concedido, las reacciones que tenía mi cuerpo, independientemente de mi voluntad, me dejaban abrumada por mi falta de control.

-¿Estás bien? - preguntó Andy empujando su hombro contra el mío mientras esperábamos a que los chicos enrollaran sus mangueras para regresar a la estación después de un pequeño incendio en una lavandería del centro, un gran recordatorio de que mezclar el cableado desnudo con las lavadoras nunca fue una buena idea.

"¡Te extraño, bambina! ¿Cuándo nos vamos a ver?

-¡Sí, sí! Estoy bien. - Bloqueé la pantalla del celular haciendo que desapareciera el mensaje que había leído repetidamente una y otra vez en los últimos minutos y aunque pensé que me traería algo de paz, las palabras en la pantalla continuaron resonando dentro de mi mente.

Me sentía impotente, me sentía diferente, una persona completamente diferente, y no reconocerme en mis acciones y reacciones me daba mucho miedo. Tenía miedo de perderme, de no volver a verme en el espejo como cuando me desperté hace tres días y noté todas las marcas rojas que se dibujaban en mi piel como resultado de las caricias no tan suaves -pero siempre tan placenteras- de Carina la noche que estuvo a cargo. Esa mañana sentí temblar el suelo bajo mis pies y fue como si todo lo que alguna vez había creído -vivido, sentido, repetido- ya no fuera cierto porque en ese momento, mirando las marcas de su boca y sus uñas contra mi carne me di cuenta de algo que me hizo estremecer.

Había disfrutado cada segundo de esa noche.

Cada caricia, cada beso, cada mordisco, la presión del cuero contra mis muñecas mientras mi cuerpo se tensaba en busca de liberación, cómo estaba completamente indefensa bajo su toque, cómo Carina me hacía sentir cosas que nunca antes había sentido.

¿Qué decía esto de mí? La respuesta que me di a mí misma fue aún más aterradora: sumisa.

Unas palabras que me hicieron sentir la cabeza dando vueltas en un verdadero nudo, unas letras que transformaron todo dentro de mí, que cambiaron de manera absurda la forma en que me veía a mí misma y me dieron una sensación de vergüenza, impotencia y miedo que simplemente no estaba acostumbrada a sentir y fue precisamente por estos sentimientos que había estado evitando a mi novia durante días, a pesar del anhelo que sentía de escuchar su voz, olerla o tenerla en mis brazos.

-Parece que tu cabeza está en otra parte. - Insistió mi amigo a mi lado.

-¡Capitán, estamos listos! - Gritó Travis antes de saltar a la parte trasera de uno de los furgones.

-Mi cabeza está aquí, Andy. - Murmuré la mentira, poniendo los ojos en blanco y esperando con todas mis fuerzas que mis palabras sonaran mucho más convincentes para mi amigo de lo que eran en mi cabeza.

-¿Tú y Carina estáis bien? - Una vez más, Andy pareció ver a través de todas mis paredes, y me odié un poco más en ese momento por haber permitido que Andy se acercara a mí y terminara conociéndome tan bien.

-¿Por qué tienes que asumir que hay algo malo entre Carina y yo? Tengo una vida más allá de Carina, ¿sabes? - Le pregunté, tratando de ser evasivo en mi respuesta y al mismo tiempo esquivando el tema.

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