Capitulo 35

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EL PUNTO DE VISTA DE MAYA

Carina estaba cumpliendo su promesa y a medida que pasaban los días, incluso cuando intentaba poner excusas para no verla y poder aislarme para lamerme mis propias heridas, siempre lograba convencerme de que estar sola no era lo mejor en ese momento, y como siempre, tenía razón porque estar con ella acallaba las voces en mi cabeza que trataban de validar todas las horribles palabras que yo decía. me lo habían dicho el día que me encontré con Lane.

Era aún más fácil ceder a la voz traviesa de Carina cuando me prometía una deliciosa cena y mimos en la cama al final de un agotador día de trabajo porque eran sus gestos los que me recordaban todo el amor que tenía en mi vida en ese momento y fue dentro de su abrazo que más me reconocí, la mayoría me sentía a mí misma, al menos la versión real y más presente de mí misma, la maya que consideraba fuerte y decidida, valiente y, sobre todo, la maya que estaba perdidamente enamorada de Carina DeLuca.

Ya no era tan aterrador enfrentarme a este pensamiento en mi cabeza, ya no había ninguna duda dentro de mí de que Carina era la indicada, y por eso sus palabras seguían grabadas en mi mente y repetirlas en mi cabeza causaba la misma sensación que sentí en el momento en que las escuché en mi cama noches atrás.

Por lo tanto, me tendrás para siempre porque quiero pasar mi vida contigo, Obispo Maya.

Ella había tenido el coraje que yo no tenía, Carina había dicho en voz alta la certeza que ya habitaba en mi corazón. Quería a Carina en mi vida para siempre.

Solo sé que nunca amaré a alguien de la misma manera, con la misma intensidad, que te amo a ti.

Y de alguna manera era fácil creer en sus palabras porque sus ojos me transmitían ese mismo sentimiento, la forma en que me tocaba la cara, se reía contra mi oído mientras se acurrucaba en la cama, o la forma en que entrelazaba sus piernas con las mías para poder meter sus pies debajo de mis pantorrillas para calentarse, la forma en que frotaba su nariz contra la mía cada vez que buscaba un momento más íntimo, Todo esto, cada una de estas cosas, atestiguaba y demostraba su amor.

Y Dios, cómo amaba a esa mujer, cómo quería que cada una de mis miradas, cada una de mis caricias, cada uno de mis besos, le transmitieran la misma verdad que ella me transmitió a mí.

Y todo lo que quería en ese momento era seguir acurrucado en las sábanas, sintiendo la piel de su espalda contra mi frente mientras la abrazaba, sosteniéndola cerca de mí mientras metía mi nariz en su cabello oliendo su champú, pero mi despertador había sonado hacía más de cinco minutos, y definitivamente necesitaba levantarme para ir a trabajar.

-Buenos días. - susurré, no estaba segura de si estaba despierta, pero por la forma en que su espalda se movía rítmicamente contra mi frente y sabiendo lo mucho que le gustaba dormir a Carina supe que mi despertador no había creado suficiente perturbación como para despertarla.

Besé su hombro dos veces y me retorcí fuera de la cama, gruñendo al sentir el frío de las primeras horas de la mañana contra mi piel desnuda, y esto solo me motivó a correr al baño a buscar el agua caliente. Una vez que estuve lista, regresé al dormitorio, me puse una de mis prendas que había traído a principios de semana a la casa de Carina y mirar dentro de su armario me provocó un tirón en el pecho porque solo me recordaba mi propia cobardía.

-Carina, nena. - susurré contra su oído, besándolo tiernamente. Odiaba despertarla, pero ella me hizo prometer que nunca saldría de la casa sin avisarle, porque ella odiaba despertarse y darse cuenta de que yo había salido de la casa sin besarla, a pesar de que repetí un millón de veces que la había besado antes de salir de su casa. - Voy a trabajar, ¿de acuerdo?

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