19. EDWARD

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Duermo como una niña pequeña, no sé si por la tranquilidad que me da mi puesto y el de Tris en la clasificación, o porque no paro de pensar en que a las cinco de la mañana tendré que estar en la sala de entrenamiento. Esto es un no parar.

Miro al techo mientras pienso, que en lugar de recordar mentalmente el beso que me dio Eric, debería estar durmiendo. Es solo que, por más que odio pensarlo, quiero que se repita. Es…no sé, tiene algo más aparte de lo que deja ver a los demás. Definitivamente, quiere matarnos a todos y su personalidad fría es la que es, eso no lo combato. Pero de alguna manera esconde algo que no quiere dejar ver. Lo sé, lo noto. 

—¡Encended las luces!

Me levanto sobresaltada por el grito de uno de mis compañeros e inmediatamente busco a mis amigos. Ellos me devuelven la mirada y se giran hacia donde ha sonado la voz. Oigo unos sollozos y me bajo de un salto de mi litera. No veo nada y dudo que lo haga hasta que no haya algo de luz.

Entonces, alguien enciende las luces. Me quedo petrificada en mi sitio. Averiguo al instante de dónde provenían los gritos de dolor. Edward, al lado de su cama, en el suelo, con un cuchillo de mantequilla clavado en el ojo. Joder. No me imagino el dolor que está sintiendo. Salgo disparada hacia él y Tris me acompaña.

—¡Ir a avisar a un médico!—Grito, porque todos siguen paralizados. Nadie se mueve, así que me levanto con seguridad y vuelvo a gritar—: ¡Ya!

No sé quién, pero alguien sale disparado hacia fuera y le pierdo de vista. Ya era hora.

Devuelvo mi mirada hacia Edward, que se toca el ojo y solloza que se lo quitemos. Tris y yo nos miramos, ¿y si se lo quitamos y le hacemos algo peor de lo que ya tiene? 

—No, tienes que dejar que lo saque el médico, ¿me oyes? Respira—le dice Tris, con la voz de su madre y no la suya. Yo solo doy apoyo moral mientras observo la habitación. Estaba despierta, ¿cómo es posible que no haya escuchado el momento exacto en el que le clavaban el cuchillo? Definitivamente, ha tenido que hacerlo alguien muy sigiloso y previsible. Ninguno de los de aquí lo haría, ¿no? Mientras Tris sigue intentando (con ningún éxito, por cierto) tranquilizar a Edward, yo observo a mis compañeros. Mi mirada se detiene en la puerta al ver que faltan dos personas. 

Miro a Tris, ella está pensando lo mismo. La enfermera aparece y nos pide que nos alejemos, y no dudamos en hacerlo.

Faltan Drew y Peter. Las únicas dos personas dispuestas a hacerlo y, peor aún, con motivos.

Se lo llevan a la enfermería y los demás nos quedamos aquí, frunciendo el ceño. Christina se acerca a nosotras y, susurrando, nos pregunta si sabemos quién ha podido ser. Con ironía, porque las tres sabemos quién ha sido.

—¿Deberíamos contárselo a alguien?

—¿De verdad crees que alguien de Osadía haría algo? ¿Después de colgarte del abismo, de obligarnos a molernos a palos?—Comenta Tris, y no puedo estar más de acuerdo con ella. Incluso con pruebas, dudo que hiciesen algo.

Eric y Cuatro aparecen de repente en mi campo visual, y solo por cómo reacciona el rubito tocando mi rostro y prácticamente todo mi cuerpo delante de los demás iniciados, soy consciente de que estoy llena de la sangre de Edward. 

—¿Estás bien? ¿Te han hecho algo? ¿Qué cojones ha pasado?—La última pregunta la grita a todos, y algún valiente le comenta lo sucedido mientras yo me limito a mirarle a los ojos. Y a esa arruga que hay en su frente, que diría que es preocupación. Pero, ¿preocupación por mí? Lo dudo. Borra eso. No es preocupación.

Cuatro hace lo mismo con Tris, que le asegura una y otra vez que es la sangre de Edward. Luego me mira a mí, o bueno, lanza dagas con los ojos a Eric una vez que ha visto que yo también estoy manchada de sangre por la misma razón que Tris.

EATON  [ DIVERGENTE ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora