Me levanto bostezando como si llevase días enteros sin dormir. Y, realmente, los llevo. No sé cuántos días hace que no duermo al menos cuatro horas seguidas. Miro a mi amiga, que se levanta tocándose los ojos como si no pudiese más con su vida. Ya somos dos.
—¿Vamos?—Susurro para no despertar a los demás mientras me cambio la ropa. No puedo con mi maldito alma. Solo de pensar en lo que nos va a hacer el rubio ahora…
—Sí—susurra Tris de vuelta.
Juntas, salimos del dormitorio y caminamos hasta la zona de entrenamiento. Vamos en silencio, y sinceramente lo agradezco. No sé si podría lidiar ahora con una conversación. Todavía estoy intentando averiguar cómo sobrevivir a este día. Se presenta difícil desde la madrugada ya, no quiero imaginar después.
Cuando entramos en la sala de entrenamiento, no sé qué esperaba encontrarme, pero desde luego nada de esto. Eric y Cuatro se encuentran cada uno en un extremo, como si decirse siquiera hola estuviese prohibido. Cuando nos ven, se acercan los dos a nosotras.
Me tomo un momento para observar el lugar. Hay un par de esterillas en el suelo, por lo demás, nada nuevo que ver. Bueno, al menos no nos harán correr. O eso espero, porque lo último que me apetece es salir al aire libre.
—Treinta abdominales—suelta el rubio sin siquiera dar los buenos días. Se me olvidaba que la educación no forma parte de su sistema—. Ya.
Miro a Tris un segundo, pero no protesto. Madrugar me deja K.O, literalmente. Hasta que no me despierte un poco, dudo mucho poder replicar algo. O hasta que no me canse lo suficiente.
Con un suspiro, me coloco en la esterilla y empiezo. Tris me sigue, sin rechistar. Ellos se alejan a seguir con lo suyo, que es nada. Se limitan a observarnos de lejos. Yo intento ignorar las miradas que noto y termino los treinta abdominales. O veintinueve, no sabría determinarlo. El caso es que cuando nos levantamos, ninguno nos recrimina que no hayan sido exactamente treinta.
—Seguidme—dice Eric, y eso hacemos. Por alguna razón, yo voy detrás del rubio y Tris detrás de Cuatro—. Lanzar puñetazos, a ver si las peleas os han ayudado en algo—suelta con burla, muy fiel a su estilo.
Nos colocamos en dos sacos alejados, cada una en una esquina. Aunque me gritara, que lo dudo por las horas de la mañana que son, no la escucharía desde aquí. Tanto Tris como Cuatro me han dejado sola con Eric. Estupendo.
Lanzo un puñetazo, o gancho más bien. El saco se balancea bruscamente, reaccionando tal como esperaba a mi golpe. Sonrío satisfecha, porque la primera vez que le di fue patético, por más que me pese darle la razón a Eric.
—¿Alguien te ha dicho que pares?
Su tono es tan arisco que me dan ganas de que sustituya al saco, pero me detengo. Todavía necesito despejarme un poco, así que le hago caso sin decir nada y sigo golpeando al saco a diestro y siniestro. Pensaba que esto sería una tortura, pero conforme voy dando más y más golpes, más aliviada me siento. Como si estuviera desahogándome por todo lo que ha estado pasando.
Me acuerdo del primer día, cómo vino a acercarse a mí a corregirme. Y después cómo vino a decirme que la puntería se me daba bien al disparar. Y yo disparé a la entrepierna del maniquí y le dije que estaba pensando en él. Pensándolo fríamente, fue demasiado inoportuno. No me esperaba ni yo ese comentario. Paro un momento de pegar al saco para reírme. Fue graciosa su expresión, demasiado. Estaba intentando no matarme, o intentando dejar de amarme porque, seamos sinceros, soy absolutamente genial.
—¿Te hace gracia algo, iniciada?
Joder, creo que me empieza a gustar hasta el apodo. Algo está mal en mí, definitivamente.
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EATON [ DIVERGENTE ]
General FictionPara mucha gente el día de La Ceremonia de Elección es sencillo. Para mí no lo es, sé que no puedo quedarme en Abnegación, pero no sé qué facción escoger que defina mi vida. Y por si fuera poco, a la gente como yo, los divergentes, nos persiguen. U...