32. MARATÓN 2/3

108 10 3
                                    

Después de una mañana no tan relajada, me mantengo alejada de los problemas. O al menos eso intento. 

Me quedo en los dormitorios a pesar de que veo a Tris levantarse cuando cree que nadie la observa e irse. Sé que mi instinto me dice que la siga, pero no está bien. Debe tener su privacidad y yo debo respetar eso. Por muchas ganas que tenga de actuar como uno de esos guardias de Erudición que protege a Jeanine. Solo la comparación me provoca arcadas.

Christina duerme a unas camas de distancia, tan tranquila que por un momento me da envidia. Quisiera ser más como ella, tiene cualidades increíbles y una personalidad arrolladora. Y encima es buena persona. ¿Qué más podría pedir?

Por otra parte, no me puedo creer que ya estamos casi acabando la iniciación. Para empezar porque jamás me vi terminándola, y para terminar porque todos seguimos aquí. Al menos, la gran mayoría de mis amigos. Si tan solo Al hubiera…

Aparto esos pensamientos que no me aportan nada de mi mente y me levanto para ir al baño. No es que tenga ganas de caminar, pero no puedo dormir. Y estando aquí sin poder salir a tomar aire (no quiero que venga un rubio espeluznante a amenazarme) es la única opción asequible.

Me observo frente al espejo y, sinceramente, la persona que me devuelve la mirada es aterradora. Es raro ver que nada ha cambiado y, a la vez, todo lo ha hecho. No soy la misma persona que era antes…pero sigo estando aquí. He evolucionado, me he adaptado a las circunstancias que se me han puesto en frente y sigo viva. 

Debería estar orgullosa. Y no comprendo por qué no consigo estarlo. Suelto un suspiro de frustración. Ojalá poder…

—Deberías estar durmiendo.

Pego tal brinco que juraría que llego a tocar el techo con la cabeza.

—Joder, qué susto—me llevo las manos al pecho para calmar mi respiración acelerada. No sirve de mucho.

Me giro hacia el rubito aún intentando bajar mis pulsaciones.

—¿Podrías dejar de ser tan sigiloso por un rato? Casi me da un infarto.

—Es lo que provoca mi atractivo—no lo negaré, es cierto—, pero no estoy aquí por eso—mentiría si dijera que mi curiosidad no aumenta—. ¿Pensabas que no habría ningún castigo después de lo que hiciste?

Ah, claro. 

—Imagino que no has podido dormir pensando en cómo una estirada te dejó colgando del abismo, ¿no?

Seguramente no ha podido dormir. 

—¿Te parece gracioso?

Evito poner los ojos en blanco al escucharlo. No sé si lo consigo o no.

—Algo, sí. 

Para qué mentir. Me está ofreciendo otra de sus facetas. Una que no le había visto usar nunca: la de una persona normal.

Se acerca a mí de esa manera tan amenazadora a la que me tiene acostumbrada, así que no me inmuto.

—¿En qué pensabas cuando me empujaste?—No suena amenazador, sino curioso. Es como si hubiese dejado salir su lado más erudito, que por más que no lo quiera admitir, está claro que está ahí.

—En que te lo merecías—eso sobre todo—. Y que no dejaría que nadie volviese a hacerme daño.

Creo que es la primera vez en unos días que soy sincera del todo con él. 

—¿Quién?

Frunzo el ceño a la vez que intento pensar a qué se refiere. No logro entenderle.

—¿Quién qué?

EATON  [ DIVERGENTE ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora