26. MORETONES

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Me levanto con un dolor de cabeza terrible. O eso es lo que pienso al principio, después me doy cuenta que eso no es lo que me duele. Intento incorporarme para mirar a mi alrededor y descubrir dónde estoy, pero me cuesta un par de gemidos de dolor. Mi espalda se queja del esfuerzo.

Es como si me hubieran clavado una estaca en la maldita columna vertebral. 

Identifico en menos de tres segundos dónde estoy. Cómo para no. La habitación de Eric es tan oscura como él y comparte su aura fría. No le veo por ningún lado, así que me acerco al baño, que sé perfectamente dónde está. Cuando me veo frente al espejo, me duelen otras zonas que había eclipsado el dolor de la espalda.

Tengo la cara llena de moretones, tanto que no distingo bien dónde empiezan ellos y dónde acaba mi rostro. Hay uno alrededor de mi ojo derecho, ese me hace recordar algo. El puñetazo que Al me dio. Porque fue Al, ¿no? ¿Cómo pudo hacernos eso? 

Suspiro al verme. Tienen tan mala pinta estas heridas que solo el hecho de seguir mi rutina matutina y echarme agua en la cara se ve mala idea. De solo verlo me duele y dudo mucho que ese dolor no se incremente si me toco en esa zona.

—¿Cómo estás?

La voz me pilla tan desprevenida que pego un bote que casi hace que tenga un moretón más que añadir a la colección.

—Creo que he sobrevivido, no puedo pedir más por el momento.

Intentaron matarme, así que debería sentirme satisfecha de que no lo hicieran. Sin embargo, solo tengo ganas de volver a echarme en esa cama y no levantarme hasta dentro de dos meses. Pero sé que eso no es lo que voy a hacer.

—¿Recuerdas lo que pasó?

—Ojalá no lo hiciera.

Me acerco para verle más de cerca, lo que provoca tensión en todo su cuerpo y en mi caso, confusión. Miro hacia donde él mira y es entonces que soy consciente de sus manos. 

—Mierda, ¿estás bien?—Toco por encima de sus heridas y, aunque no parecen demasiado profundas, tienen que doler seguro.

—No te preocupes por mí.

—No lo hago—replico casi al instante, separando mis manos de las suyas.

—Los dos sabemos que sí.

No contesto, no tendría ningún sentido hacerlo. En su lugar, camino fuera del baño para volver a sentarme en la cama. Realmente me duelen hasta las piernas y estaba empezando a temblar. No me habrán matado, pero me han dejado fuera de combate completamente. Si me hubiese quedado un par de minutos más de pie, es probable que me hubiese caído al suelo sin poder evitarlo.

—¿Quiénes fueron? Vi a Al, o al menos eso creo, pero no alcancé a ver a los otros.

Diría que Peter era uno de ellos, pero decir que lo reconocí por su voz es raro. Bastante raro.

—Drew y Peter—contesta, endureciendo todas sus facciones. 

—¿Qué hacías allí a esas horas?

Obviamente no me va a decir que hablaba con una mujer que quería recordarle que tiene que matar divergentes, pero bueno, no sabía otra forma de preguntarlo.

—Pasaba por allí, oí unos gritos y varios golpes y me acerqué a comprobar que todo estaba bien.

—Y menos mal que lo hiciste.

—Cuatro ya estaba allí cuando llegué—replica por alguna razón.

—Sí, pero si no hubiese sido por ti, me habrían tirado al abismo.

EATON  [ DIVERGENTE ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora