Capítulo II

5 4 0
                                    

Jasper conocía ese hospital como la palma de su mano, cómo no, si lo llevaba visitando desde que tenía memoria, incluso su madre le dijo que aprendió a subir escaleras junto a ella en esos pisos. Cada viernes a las cinco de la tarde caía en el bote de basura de la recepción un vaso desechable con un avión pintado en la envoltura, esa era prácticamente una forma de que el hospital supiese que el hijo de los doctores Herst había llegado para su visita habitual de los viernes.
Jasper estaba sentado fuera de la la oficina de su padre, el doctor especializado en medicina interna, Elliot Herst. Mientras esperaba solía escuchar alguna música en los audífonos, así con su lista de reproducción en aleatorio cerraba los ojos y se recostaba por completo al espaldar de la silla.

—And when I close my eyes tonight, to symphonies of blinding light. - Jasper cantó en voz baja mientras cerraba los ojos.

The Catalyst de Linkin Park recién había terminado cuando el que suponía era el último paciente de Elliot salió de la oficina, entrando él inmediatamente. Normalmente su padre tenía la vista alzada para recibirlo, pero esta vez estaba metido en unos papeles.

—¿Paciente moribundo? - El hombre de unos cuarenta años alzó la vista a su hijo, obviamente con la sonrisa sincera que era sólo para él o su esposa.

—Por primera vez no. - Al muchacho le extrañó esa respuesta, pocas veces su padre recibía un paciente muriéndose. De igual forma, no le dio importancia. —Jazz, necesito que esperes un momento fuera de la oficina, necesito hablar con tu madre un segundo.

—¿Pasó algo entre ustedes?

—No, no, descuida, hijo. Si hubiese pasado algo te lo diríamos, es algo para un paciente. - El muchacho asintió y salió de la oficina junto a su padre.

Planeaba sentarse en donde mismo lo hacía siempre, pero esta vez decidió simplemente vagar por ese segundo piso. Se lo sabía de memoria, al fondo estaba la consula de pediatría del señor Woods, a dos metros - Qué él había medido con sus propios pies -  estaba la consulta de psicología de la doctora Giulia, un poco más adelante había una entrada al ala de maternidad y ginecología, un cuadro muy raro en medio del pasillo y si seguías de largo estaba un ala para pacientes. La verdad no entendía al arquitecto que hizo esa parte del hospital, pero era un fiel creyente de que el día que hizo el plano estaba borracho.
No tenía ganas de que Giulia le apretase los cachetes o de que Woods le recordase lo mal portado que era cuando había que ponerle las vacunas en su infancia, prefirió guiar sus pasos al pasillo de internados estables.
Inició su caminata sin rumbo, y a las dos puertas, en la habitación sesenta y siete, escuchó un grito y un golpe un poco más adelante. Siempre fue un sinvergüenza a la hora de estar en el hospital, no sería la primera vez que ayudaba a un paciente luego de entrar a su habitación sin pedir permiso. Tal y como lo planeó, se puso frente a la puerta de donde provenía el grito y giró el pomo.
Jasper no esperó verla sola, así que no esperó para socorrerla. Una vez la tuvo en pie la detalló, era una muchacha de pelo corto y castaño, ondas hermosas y alborotadas descansando en sus hombros. Sus labios se veían algo resecos pero sin perder su color natural. Su piel era de nieve, apostaría que la tez de su rostro sería aún más suave que la de sus antebrazos rasguñados. Pero sus ojos, oh, los ojos de la desconocida cautivaron a Jasper, aquellos iris grises podrían ahogar a Herst sin trabajo alguno, tanto así que ni siquiera se dio cuenta de la cicatriz en el pómulo derecho, la cual después de verla unos segundos descubrió que se veía incluso bien.
¿Quién era ella? Fuese quien fuese, esperaba que su padre le concediese al menos su nombre.

Gray Butterfly Donde viven las historias. Descúbrelo ahora