Capítulo XLIX

1 3 0
                                    

Habían dos oficiales sentados frente a Maeve, cada uno en un sillón y ella en el sofá con Coraline al lado ofreciéndole una mano en la que sostenerse. Los dos profesionales frente a ella se hubieran ido abajo si no estuvieran acostumbrados a lo que ven a diario, porque inlcuso la cirujana había llorado esuchando las declaraciones.

—...lo último que sé de Eloise es que tuvo acceso a las cámaras del hospital y las bloqueó para regalarme un bisturí. - Maeve sólo fue capaz de mirar hacia otro lugar que no fuera el suelo cuando terminó la declaración.

—¿No tuviste más contacto con ninguno de tus progenitores después de ese suceso? - Maeve negó.

—Nada más esto de los correos, pero tampoco sé por qué los mensajes de auxilio o remordimiento. - Estaba mirando hacia una ventana, no tenía agallas para contar su vida mirando a los ojos de nadie.

Maeve vio a uno de los oficiales que se estaban encargando de las coordenadas acercarse con la laptop bajo el brazo.

—La ubicación enviada pertenece a una cabaña a unos seis kilómetros a las afueras de la ciudad, podemos ir hacia allá ahora mismo. - Dijo el oficial. —¿Están ustedes de acuerdo con eso?

Los Herst miraron a Maeve, todos lo hicieron en busca de la confirmación dorada. Ella les devolvió la mirada y un asentimiento que fue suficiente para que los oficiales se levantaran de sus asientos. Estaban a punto de cruzar la puerta cuando escucharon una voz.

—¿Puedo ir yo también? - Indagó Maeve desde el sofá.

—¿Para qué quieres ir allá? - Le preguntó Elliot.

—Quiero ver si en verdad Oliver sintiente remordimiento por lo que hizo. No tendrá mi perdón, pero quiero verlo saber por qué está haciendo esto. - Respondió la muchacha con voz firme a los oficiales y a su padre.

—Sólo si yo voy contigo. - Le dijo Coraline, poniéndole una mano en el hombro como apoyo. Ella aceptó la condición.

En la parte de atrás de uno de los autos iban las dos tomadas de la mano, Coraline buscando apoyo en su Dios para que todo saliera bien mientras que Maeve...ella se sentía despierta solo al recordar el último beso que le dio a Jasper. En todo el camino la muchacha no dijo nada, ni una sola palabra en veinte minutos, como si tuviese un campo de fuerza cubriéndola de la tormenta que se desataba en su cabeza.
Pararon en medio de la nada, en un lugar donde no había nada más que árboles, pasto sin cortar y en medio de todo ello una casita en mal estado de la que salían gritos de una voz conocida para Maeve, era la voz de Oliver mezclada con la de Eloise. Eran súplicas de ayuda.
Los policías gritaron comandos que Maeve ni siquiera lograba entender desde su posición, se llevó las manos a los oídos para tratar de mitigar el ruido. Cuando giró la cabeza hacia afuera casi se le caen los ojos de la sorpresa: Oliver corría hacia los policías, lleno de sangre y contusiones, deteriorado y sonreía como un loco mientras lo esposaban. En la puerta de la casa se paró la ex alcaldesa, toda despelusada y con las raíces castañas ya bastante notorias en el rubio falso y de paso mal picoteado. Eloise tenía una vara de hierro en la mano que coincidía con los golpes que se le notaban al hombre bajo la camisa.

—Maevie, respira. - Sintió a Coraline hablarle, ni siquiera se había dado cuenta de que estaba hiperventilando.

—¿Cómo pude vivir tanto tiempo con ese monstruo? Hasta Oliver es una víctima suya. - Dijo la muchacha, una lágrima inconsciente resbalaba por su mejilla.

Vio como sus progenitores de sangre eran metidos a una patrulla, la mujer soltando mil maldiciones y el hombre llorando de la felicidad. Habían un par de policías inspeccionando la casucha, habían al parecer encontrado la forma de comunicación de Oliver y varias armas ensangrentadas bajo la mano de Eloise. Sacaban todo en bolsitas plásticas.
Maeve estaba tan hundida en sus pensamientos que no despertó de su trance hasta que el coche agarró un bache que la hizo saltar en su asiento, percatándose de que llevaban ya al menos diez minutos de viaje transcurridos. De las dos patrullas que los acompañaron inicialmente solo venía una tras ellos, en la que iban los detenidos y la otra probablemente se había quedado en la escena buscando más evidencias o quién sabe qué.
La muchacha respiró hondo por primera vez en mucho tiempo, el surco que habían dejado las lágrimas secas volvió a mojarse cuando un llanto de felicidad salió de sus ojos. Se reía bajito mientras abrazaba a su madre, a Coraline Herst, la mujer que también se reía con ella al compartir el gozo de haber detenido la pantomima macabra.

—¿Estás segura de que quieres hablar con él?

—Ya los veré en el juicio, con saber que van a pagar como se debe me alcanza para dormir tranquila. - Respondió Maeve, viendo por la ventanilla polarizada el cartel de Bienvenidos a Northfall, Sueño de Hielo.

La patrulla los dejó en el frente de la casa y se marchó después de que el oficial sugiriera estar al tanto del caso a interés propio, prometiendo que también les avisarían sobre cualquier novedad.
Cuando Maeve se dio la vuelta vio en la puerta principal a Elliot con Amelia en brazos y a Jasper sonriéndole desde su lugar. El muchacho comenzó a caminar hasta ella, haciendo burbujear su corazón por cada paso que daba. Maeve comenzó a correr, se lanzó a sus brazos y volvió a romper en llanto cuando el calor corporal del muchacho rompió el ambiente helado del que había estado rodeada.

—Estás en casa, mariposita, ya todo terminó. - Le murmuró él, limpiando sus lágrimas y provocándole la sonrisa.

—Estoy en casa, Jazz, estoy en casa. - Repitió la de ojos grises, enterrando su cabeza en el pecho de su amado. —Creo que nunca te lo he dicho, pero me encanta esuchar tu corazón cuando te abrazo.

Y no era un corazón, eran cinco latiendo en armonía. Eran los latidos de una familia, sangre igual eliminando la leucemia que corría por aquel carmín diferente de la muchacha. La mariposa al fin había encontrado su bandada, había encontrado un espejo que le enseñara lo preciosas que eran sus alas.

—Creo que conducir media borracha es lo mejor que me ha pasado en la vida. - Soltó Maeve en medio del abarazo, despertando la carcajada en todos menos en la bebé.

—¿Aeve feli aoda? - Preguntó la infante.

—Sí, princesita, soy feliz ahora...más de lo que ya lo era antes de hoy.

Amelia aplaudió para después dejar un besito cálido en la frente de la muchacha. 《Quizá y adaptarme a ser feliz también fue una buena decisión, porque sé que estaré rodeada de esto toda mi vida a partir de ahora》 pensó Maeve para sus interiores, orgullosa de saber que era verdad.
Fueron necesarias tres semanas de investigación y papeleos antes de pisar la corte. Ahora Maeve miraba a Jasper, Elliot y Coraline  - sus testigos -   estando sentados en los bancos observando como pasaban los dos acusados a sus correspondientes asientos.
El juicio fue un recuerdo borroso, lo único que quedó presente en la mente de Maeve fue el nudo que tuvo toda la mañana en el estómago a medida que esuchaba la historia contada desde la perspectiva del lobo feroz y de la abuelita. El resultado fue el esperado: les cayó condena a los culpables; sin embargo, esto no reconfortó a Maeve. Cuando salió de la corte no se sintió tan liviana como esperaba, confesando con el corazón en la mano que las rejas sólo cerrarían un amargo capítulo de su vida, pero que la verdadera solución siempre estuvo en su actual casa, con su actual pareja, con su actual familia.
Sí, la adolescente había crecido para convertirse en la Maeve Jenkins que acusó contra sus padres biológicos sin tartamudear aunque por dentro estuviera saltando en una cuerda floja. Fue sólo ahí cuando lo entendió, cuando se percató de que sanar no era dejar de llorar o cortarse cada día, era saber mirar a la cara a sus demonios y doblegarlos hasta ponerlos a sus pies.

Gray Butterfly Donde viven las historias. Descúbrelo ahora