Capítulo XXXVI

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Un sábado lluvioso para cualquier persona era una pesadilla, sin embargo, para Maeve, el caminar descalza por el pasillo frío cuando estaba recién levantada mientras escuchaba las gotas de agua golpear contra las ventanas era simplemente inefable. Vivía en una ciudad donde la lluvia era tan normal como el aire, esa era una de las cosas de Northfall que enamoraban a la jovencita.
Lo primero que encontró al llegar al comedor fue a la familia completa en la mesa, riendo y celebrando algo que no llegaba a escuchar completamente.

—Buenos días, Maevie. - Le saludó Coraline, poniendo todos los ojos sobre ella.

—Hola. - Saludó ella en voz baja, sentándose en su lugar de la mesa.

Sobre la mesa estaba la caja de cereales de los que tanto ella como Jasper solían desayunar los fines de semana junto a la botella de leche. Su tazón estaba sobre la mesa, una costumbre de la familia de poner platos en todos los asientos aunque no se estuvieran usando.

—¿Dormiste bien? - El mismo ronroneo cálido de la anterior noche acarició en su oído.

—Sí, mejor que la noche anterior. - Le respondió ella con sencillez.

Sus palabras no tenían la miel a la que había acostumbrado a Jasper, y tampoco es que le extrañase mucho al muchacho, el zapateo contra el suelo le decía lo nerviosa que se estaba poniendo al estar cerca de él. 《Cretino, como si un beso fuera algo tan a la ligera》, pensó la mente virginal de Maeve.
Ese fue el desayuno, nada especial a pesar de tener la presencia de Jasper justo a su lado desequilibrándola de vez en cuando a causa de roces sutiles, que a leguas se veía que no eran accidentales.

—¿Qué harás hoy? - Le preguntó Elliot a Maeve.

—Umm, estaba pensando en pintar un rato en la terraza aprovechando que la lluvia es fuerte y me relaja. - Respondió mientras se levantaba de la mesa, Jasper por su parte siempre recogía los platos o tazones que usaban él y Maeve a causa de que ella no pudiese usar las manos.

—¿Qué vas a pintar? Jasper nos dijo que ayer hiciste un cuadro precioso. - Maeve sonrió por el cumplido.

—Pensé en una cosa simple, tal vez un par de siluetas con un paisaje o algo por el estilo. - Le comentó, yendo de regreso a su habitación.

Se detuvo en seco, recordando que ella sola no podría mover el caballete y qué mejor idea que molestar un poco.

—Hey, Jazz. - Él asomó la cabeza por el marco de la puerta de la cocina. —Ayúdame a cargar el caballete y demás hasta la terraza.

El muchacho fue detrás de ella, tal y como se lo esperaba. 《Ja, él no es el único que te tiene en la palma de la mano》. Jasper, tan servicial como quería verse ante Maeve, acató la orden llevando el soporte de madera y sus pinturas hasta una de las partes de la terraza donde mejor se veía el paisaje de las montañas tras la casa.

—Gracias. - Le dijo con aires coquetos, cosa que no pasó desapercibida para el caballero.

—Cada que lo desee, my lady. - Le siguió el jueguecillo, besando su muñeca como solía hacer.

El cielo parecía estarse cayendo mientras Maeve se colocaba la túnica de nylon que tenía para pintar, buscando inspiración en los montes que imponentes se alzaban en la lejanía tan cercana desde los patios de Northfall.

—Si yo fuese una montaña... ¿Cómo me gustaría salir en una fotografía? - Se preguntó en voz alta para sí misma.

Quería un cielo nocturno, uno lleno de estrellas donde dos siluetas fueran los destellos principales. Con un pincel cargado de pintura azul comenzó a hacer un cielo sencillo como los que ya había pintado alguna vez, uno lleno de tonos del color marino para darle la calidad que buscaba. Después cargó el mismo pincel con pintura negra, una vez que tuvo el fondo deseado en poco más de la mitad del lienzo. Hizo líneas irregulares, rocas que podrían herirte por un paso en falso y partes lisas como las que tenía toda montaña, todo eso en un color obscuro como el que habría en un paisaje nocturno.
Ya tenía la base, ahora restaba hacer unas siluetas inspiradoras, no las clásicas del baile o de un beso, Maeve tenía sed de pintar algo mejor. 《¿Cuál sería el mejor lugar? Uno donde nadie te alcanzaría》, la muchacha se llevó la punta del pincel a los dientes, mirando el azul vacío mientras divagaba sobre lo que sería el paraíso, algo como...estar en la Luna.
Enérgica volvió a agarrar el pincel correctamente, esta vez usando un amarillo brillante para lograr una media Luna similar a un queso que después retocó con blanco para hacerla parecer una pieza de un juguete para bebés, como la cosa musical que tenía Amelia encima de la cuna para dormir. La gran figura amarilla alzándose detrás de sus montañas, dándole al cuadro brillo y la personalidad que tenía en mente.

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