Capítulo XXVIII

1 2 0
                                    

Era difícil lograr que Amelia se quedara quieta, sin embargo, para Maeve fue tarea fácil lograrlo. Estaba ella sentada en un banquito, posando como una muñeca mientras miraba animados en su tablet que Maeve había puesto en un trípode para fijar su mirada justo donde la quería. Por otro lado, el lienzo que dos horas antes era blanco ahora estaba mostrando lo que era una clara imagen de la infanta.
Agnes seguía durmiendo, por lo que cuando Jasper abrió la puerta encontró un silencio extraño que no hizo más que alarmarlo. Lo normal era encontrar a su hermana jueguetando en la sala a esa hora, pero no había rastro de ella.

—¡Amelia! - La llamó desde la sala.

Maeve desde su lugar escuchó el grito, y sin querer que su obra se quedase a medias se levantó para saludar a Jasper y decirle que todo estaba bien. Cuando iba a mitad de pasillo se encontró con el muchacho que iba a paso desesperado hasta su pieza en busca de la niña.

—Tu hermana está conmigo, la estoy dibujando. - Lo vio soltar el aire, todo su semblante cambiando a uno relajado.

Cuando estaba a punto de ofrecerle ver el cuadro, una silueta se asomó al inicio del pasillo, asustando un poco a Maeve. Jasper vio sus intenciones de girarse e irse, sin embargo la agarró con suavidad para mantenerla ahí.

—Quiero que conozcas a alguien. - La cara de Maeve palideció.

—Em...A - Amelia está sola, no p - puedo dejara ahí. - Tartamudeó ella, intentando irse.

—Entonces vamos a buscarla, es hora de que mi abuela se levante y se ocupe un poco de ella.

—¿Y tú cómo sabes que está durmiendo? - Le dijo, tratando de resistirse mientras él la arastraba al cuarto.

—Porque si Agnes no está tejiendo es porque está dormida.

Jasper no pudo evitar elogiar internamente la pintura sobre el caballete mientras cargaba a su hermanita en brazos, algo ofendido porque no le había ni saludado con tal de seguir amarrada a la pantalla. Él le besó un cachete, orgulloso de ver como no pudo ocultar la sonrisita causada por la muestra de afecto. Pero eso no era lo más importante en ese momento, al menos para Jasper que vigilaba a Maeve por el rabillo del ojo.

—Voy a estar ahí, Maeve, no te dejaré sola con un desconocido. - Le extendió una mano.

Ella se le quedó mirando, pensando en cómo sentirse cómoda y a la vez cumplir el trato. Miró a su alrededor, sabiendo que su habitación siempre era lo que consideraba su santuario, y aunque aún no había marcado ese cuarto como completamente suyo (Al menos en el sentido espiritual), estaba en proceso de ello.

—¿Puede ella venir aquí? - Jasper ni siquiera lo pensó y salió con Amelia en brazos.

Maeve dejó las muletas al pie de su cama, sentándose en el colchón y cubriendo su discapacidad con una sábana. Se balanceó a los lados, silvando melodías aleatorias para distraerse de que en unos segundos tendría por primera vez en años, contacto con alguien ajeno a lo obligatorio.
Cuando Jasper volvió, detrás suyo estaba una muchacha de pelo castaño claro y corto, casi de su mismo largo pero de un tono mucho más claro y con las puntas moradas. Maeve sintió como la ansiedad social le calaba los huesos, comenzando a tiritar prácticamente con cada paso que la muchacha daba.

—Maeve, ella es Willow. - La muchacha la saludó sacudiendo la mano.

Maeve también quiso saludarla, sin embargo, no podía siquiera levantar una mano para devolverle el gesto. Se sintió estúpida, comenzando a sentir como el pecho se le cerraba cuando pensaba en la mala impresión que estaba dando, ese último pensamiento no hizo más que agudizar el problema. Las lágrimas comenzaron a formarse en los ojos de la joven, un extracto de frustración.
Jasper se sentó a su lado, comenzándose a sentirse culpable él también cuando tomó sus manos entre las suyas para calmarla. 《Cada vez que hago algo sólo termina por agravar su situación》. Un peso falso comenzaba a molestar en los hombros del muchacho cuando de repente Willow se sentó al otro lado de Maeve.

—¿Quieres que me vaya? - Le preguntó con voz pasiva.

Maeve en su ansia encontró un ápice de conciencia para negar, inlcuso con palabras.

—Entonces respira conmigo, sigue mi ritmo ¿Sí?

Jasper le soltó las manos y Willow tomó una de ellas. Ambas comenzaron un ejercicio de respiración que terminó por relajar completamente a Maeve, dejándola en un estado de tranquilidad en que pocas veces la había visto el muchacho.

—Disculpa...y gracias. - Fueron las primeras palabras que dijo ella después de salir del ataque.

—No hay de qué, a mi también me costaba mucho controlar los ataques de ansiedad que me daban cuando era adolescente. - Le dijo con un tono comprensivo.

—¿Y los superaste?

—Sí, comencé a criar lagartos y eso me despejaba. - Le respondió Willow con gracia, sabiendo que a Maeve no le gustaría su vía.

—Prefiero los ejercicios de respiración. - Las dos se rieron.

Jasper no dijo nada durante toda la conversación, fue una sombra inerte que sólo se dedicó a mirar a Maeve, a ver la forma en que le costaba desenvolverse y Willow le tendía la mano. Que hablando de mano, estuvo todo el tiempo agarrando una de las manos de Maeve, sintiendo cada vez que estaba nerviosa como apretaba la suya con suavidad.
No necesitó nada más, aunque al final de la conversación ambas se disculparon por haberlo dejado de lado, Jasper no sintió una pizca de enojo. ¿Cómo podría?, si deleitó sus oídos durante dos horas con la voz meliflua de Maeve, incluso con su risa inocente. Oh, y su tacto, el sentir la palma suave sobre la de él fue una caricia al alma. Cada pedacito de ella le tocaba el corazón, incluso sin ella saber las consecuencias de sus acciones.

Gray Butterfly Donde viven las historias. Descúbrelo ahora