Capítulo XV

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Jasper Herst siempre fue considerado uno de los muchachos más populares de las escuelas por donde había pasado. Hubo un momento incluso en que se acostumbró a la vida donde todas caían por él, llegando a ocupar gran parte de su tiempo libre en la enseñanza media a conquistar mujeres y tener sexo sin compromiso hasta cansarse. Si es que alguna vez tuvo una cita medianamente seria, sólo se ocupaba de llevar una caja de preservativos y nada más.
Ahora estaba perdido en un limbo a causa de que Elliot le había recomendado llevarle algún detalle bonito a Maeve. Estaba él mirando el techo de su habitación pensando en qué podría conseguir a las santísimas seis de la tarde para el día de mañana.

—Jape conusho. - La voz de Amelia resaltó en medio del silencio.

El muchacho se sentó en la cama, viéndola llegar hasta él a pasos sin equilibro para terminar sentada en el regazo de su hermano.

—¿Estoy confuso, florecita? - La niña asintió. —¿Por qué estoy confuso?

—Jape conusho po mujer boita. - El muchacho se río de las palabras de Amelia.

—Sí, estoy confundido porque tengo que regalarle algo a una mujer bonita y no sé que puedo darle. - Amelia se palmeó la frente.

—Mujetes boitas e uttan pewushes, io so una mujet boita y teno muuushos pewushes.

—¿Entonces debería quitarte uno a ti? - La niña lo miró ofendida, dándole un golpecito en el pecho.

—Mamá lo shawá. - "Mamá lo sabrá", Jasper se rió de aquello.

A pesar de su corta edad, Amelia era una bebé segura de sí misma y de lo que decía. Si ella decía que a Maeve podría gustarle un peluche pues él no era nadie para contradecir a su angelito.
Jasper miró la alcancía improvisada que tenía encima de una cómoda, llevaba meses reuniendo para comprarse una nueva guitarra y el recipiente plástico estaba lleno casi que hasta arriba de billetes. Tenía la cifra final en la cabeza y la actual que tenía, de ciento ochenta dólares que tenía le faltaban unos míseros veinte dólares, sin embargo era más que consciente de que tendría que retirar de su ecológico banco una cifra notable.

—Gracias, por la ayuda, princesita. - Amelia se bajó de las piernas de su hermano, yéndose a su cuarto con la frente en alto por la ayuda que brindó.

Después de tomar los veinte dólares más sacrificados de su vida, Jasper condujo hacia el centro comercial en busca de alguna juguetería o cualquier tienda que vendiese peluches o algo similar. En su camino divagaba aún sobre si era buena idea visitar a Maeve una vez más, probablemente la duda era por el dinero a gastar en su bolsillo.
Ahí estaba él, en medio del centro comercial con dos jugueterías a los lados sin saber a dónde ir. Luego de una ardua decisión tomada con la ayuda de un juego de palabras se decidió por la que le quedaba a la izquierda, encontrando básicamente cientos de peluches nada más entrar.
《Necesitaré un juego de palabras más largo》, pensó Jasper al ver los cientos de juguetes abrazables. Un animal sería bonito, no le llevaría un oso cliché como haría cualquier otro, la descabellada idea lo llevó a invertir en una lagartija, camaleón o lo que sea que fuese aquel animal, pero sin duda le pareció bonito.
A decir verdad, se decidió por la lagartija porque sus ojos grises le recordaban a los de Maeve. De alguna forma, aquel bicho verde tenía una expresión cosida que era idéntica a la que ella ponía cuando miraba a la nada pero sonriendo.
Tal vez no sería todo un galán o el mejor amigo, pero sin duda por Maeve podría intentar ser alguien diferente.

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