Capítulo XVI

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Maeve había pasado todo el día pintando un nuevo cuadro. La doctora Herst le había traído unos cinco lienzos para que se entretuviera en algo más que sus audífonos el día entero, no podía ella estar más agradecida con Coraline.
Estaba pintando una casa de muñecas, no sabía desde hace cuánto estaba metida en las paredes rosadas y en los muebles podridos. En su casa de muñecas la mamá del juego guardaba cadáveres bajo la alfombra y lavaba la sangre con vodka que luego tomaba, el papá sonriente tomaba una foto de su hija que lloraba internamente para no manchar el maquillaje o el vestido rosa. Maeve sentía que volvía a experimentar su liberación favorita.
Sin prestarle atención al reloj ni una sola vez en el día dejó el tiempo pasar hasta que inconscientemente llegaron las cinco y cuarto de la tarde, la puerta de su habitación se abría una vez más. No se giró, supuso que sería una enfermera o algo de eso.

—Está hermoso el cuadro, pero el que me hiciste me gustó más. - Maeve dio un brinco del susto.

Al girarse vio al dueño de aquella voz, Jasper estaba parado detrás suyo con las manos detrás de la espalda.

—A mí me gustan ambos. - El muchacho rió y bajó la cabeza por unos segundos.

—Supongo que quieras hablar conmigo, pero antes debo pedirte una disculpa por lo que pasó la última vez. - Mientras hablaba iba revelando lo que tenía tras la espalda.

La muchacha sonrió con gracia al ver la lagartija verde de ojos grises en las manos de Jasper, siendo obvias sus intenciones de regalárselo. Maeve agarró el reptil de juguete y después lo miró a él, aún con una sonrisa casi de burla.

—¿Primero me preguntas sobre mi padre y luego me traes un peluche del ser al que más miedo le tengo en el mundo? - La cara de Jasper casi se cae el suelo, pero el hecho de que Maeve sólo se estaba riendo le hizo recuperar una compostura juguetona.

La muchacha abrazó el animal, tranquilizando inmediatamente al otro. Luego de que el momento pasara se dirigieron la mirada, sabiendo que había llegado el momento de entablar una conversación de verdad por primera vez.

—Supongo que yo también te debo una disculpa...y a partir de ahora también te debo una charla sobre mis animales favoritos. - Ambos rieron ante aquello.

—Básicamente mi madre quiere que seamos amigos, no me llevará mucho saber quién eres.

Jasper se tomó el atrevimiento de sentarse en la cama de la muchacha, ella sentada en un banquito frente a él.

—Soy Maeve Jenkins, creo que ya lo sabes, pero quería hacerlo oficial. - Ella quiso extenderle la mano, pero se detuvo antes de siquiera alzarla.

Él no comprendió hasta que vio ambos antebrazos, llenos de cicatrices como se debía haber ya imaginado gracias a lo que sabía de ella. Jasper esbozó una sonrisa y extendió primero su mano para irradiar confianza, Maeve luego de unos segundos suspiró y le devolvió el apretón de manos.

—¿Cómo has estado? - Era evidente que repetiría las mismas preguntas que la última vez, exceptuando al tema familiar, por supuesto.

—Realmente no puedo evitar sentirme triste la mayoría del tiempo, aunque creo que está mejorando ahora que he decidido tomar los antidepresivos. - Jasper sonrió, Maeve al fin comenzaba a abrirse con él.

—¿Qué has estado haciendo? ¿Qué te gusta hacer?

—Ya ves que Coraline comenzó a traerme lienzos, creo que esto y escuchar música es lo que me mantiene viva ahora que perdí una pierna. - Jasper asintió con los labios fruncidos.

—¿Qué piensas hacer cuando salgas de aquí? - Maeve se detuvo a pensarlo.

—Realmente no lo sé, he perdido toda ambición que tenía. - Hizo una pausa. —Supongo que tendré que ganarme la vida pintando o algo así.

En el rostro de ella se formó una sonrisa dolorosa, Maeve miró su muslo a la mitad y no pudo evitar pensar en que su sueño de azafata había volado lejos antes que ella.

—¿Crees en el efecto mariposa? - Preguntó ella, a lo que Jasper asintió. —Es horrible pensar que una acción tan simple como pisar el acelerador me trajo aquí, lejos de mi proyecto de vida.

—¿Puedo saber cuál era ese proyecto? - Indagó Jasper desde su lugar, captando la atención de la chica y dándose cuenta de que sus ojos comenzaban a enrojecerse.

—Quería ser azafata. - La primera lágrima resbaló sobre la cicatriz del pómulo. —Tenía el sueño de ser una modelo de avión y viajar por todo el mundo.

A Jasper le sorprendió lo natural que parecía para Maeve llorar, pues lágrimas caían por su rostro mientras ella hablaba tranquilamente e incluso sonriendo. 《¿Cuántas veces habrá llorado para lograr eso?》, pensó él.

—Yo estudio en la Academia Provincial de Pilotaje, estoy estudiando para ser piloto de avión.

El corazón de Maeve se encogió ante aquello, pero a la vez, por primera vez sintió felicidad de que alguien lograse un sueño que ella no podía realizar. Lágrimas contiuaron cayendo y volviéndose gotas insignificantes en la bata azul claro del hospital.

—¿Cómo se siente cumplir un sueño? - Indagó ella.

La conversación que se oía dulce sabía amarga, a ambos se le hacía placentero pero doloroso mantener las palabras. Las preguntas de Maeve estaban cargadas de anhelos rotos, las respuestas de Jasper eran polvo de estrellas que desaparecía al caer en la muchacha.

—Se siente como si todo estuviese bien. - La pregunta ardía en la garganta de Maeve, sin embargo, no la hizo.

《¿Cómo se siente que todo esté bien?》. Maeve miró el lagarto aún en sus manos, los ojos grises de su fobia hecha peluche eran prácticamente idénticos a los suyos. Eso la hizo sonreír una vez más, Jasper había dado en el clavo inlcuso con ese reptil.

—Creo que por una vez en mi vida estoy teniendo la noción de que algo esté bien. - Le dijo sin mirarlo a los ojos.

—¿Mi madre tiene que ver con eso?

《Tu madre y tú, ambos me dan paz cuando están a mi alrededor》, el pensamiento de Maeve quería salir, más no obtuvo permiso para ello.

—En parte. - Jenkins le sonrió, mirándolo a los ojos.

Esa sonrisa sacudió los cimientos de todo lo que era Jasper. Se sintió cálida esa curva de su rostro, tenía ganas de verla cada vez que fuese posible.

—Quiero saber todo de ti, Maeve. - Soltó él de repente.

—Sólo si yo también puedo saber quién eres tú.

Las horas de Maeve pasaron demasiado rápido como para que el reloj las pudiera contar. La única manecilla capaz de detener su momento fue la doctora Herst entrando a la habitación para avisar la hora.
Para despedirse, Jasper fue más allá de ser caballero. Tomó en ambas manos una de las de Maeve y en vez de besar el dorso de la misma la volteó y besó su muñeca con relieves, enviando calor y sangre a las mejillas de la chica.
Entonces salió él, dejando en la mueñca besada la promesa de regresar.

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