Capítulo XXXI

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No solía tocar para nadie, pero después de ese momento emotivo en el baño Jasper sintió la profunda necesidad de estar apegado a Maeve por un rato más. Estaban juntos, sobre el colchón de Jasper, él recostado a la pared y ella al espaldar de la cama deleitándose con la melodía que emitía la guitarra acústica mezclada con la voz del muchacho.

—I know it breaks your heart, Moved to the city in a broke - down car, and. Four years, no calls, now you're looking pretty in a hotel bar, and I, I, I, I, I can't stop. No, I, I, I, I, I can't stop. - Maeve meneaba su cuerpo al ritmo de la guitarra.

Después de una canción de Evanescence y otra de Slipknot, Maeve se decidió a escuchar una canción más relajada. Descubrió en esos diez minutos lo bien que Jasper cantaba, la magia con que tocaba la guitarra como si fuese suya, como si tocar las cuerdas fuese una caricia erótica para producir el gemido dulce que se mezclaba con lo masculino de su canto.
El muchacho la miraba balancear su cabeza con los ojos cerrados, perdida en quién sabe qué mundo mientras movía sus labios con el cantar sordo. Terminar la canción fue un reflejo prácticamente, como aquel que teje encargándole el fin de la bufanda al destino. Sólo cuando la memoria en las manos de Jasper le dijo que no había más para tocar, se detuvo y Maeve abrió los ojos.

—¿Cuándo aprendiste a tocar la guitarra?

—Con la acústica comencé a los ocho años, la guitarra eléctrica la descubrí como hobbie a los quince. - Hizo un ligero movimiento de cabeza para apartar el mechón castaño que cubría parte de su mirar. —Dime algo tú también sobre la pintura.

—Pues cuando tenía unos siete años tuve yo también antojo de aprender a tocar la guitarra, y pues Eloise sólo para molestar me lo negó. Desde ese entonces comencé a dibujar guitarras y personas tocando la guitarra como un alivio que terminó siendo una segunda cuchilla. - Explicó mientras reanudaba el balanceo suave de su cabeza.

—¿Quisieras aprender ahora? - Ella se lo pensó, ya la guitarra no era el mismo capricho para ella que diez años atrás.

—Sólo si puedes.

Jasper le respondió con una sonrisa amplia mientras se quitaba el instrumento de encima y lo dejaba a un lado, moviéndose de su posición para estar más cerca de Maeve. La muchacha vio como él colocaba la guitarra sobre su muslo izquierdo, contra su pecho y estómago y colocaba sus brazos en la misma posición en que él los ubicaba.

—El primer paso es concoer la postura, la misma en la que estás ahora. - Explicó mientras terminaba de acomodarla.

—Sólo quiero saber lo básico, no creo que la música sea lo mío. - Le dijo ella.

—Te esneñaré todo lo que quieras, tú mandas aquí. - A ella se le colorearon las mejillas suavemente. —Como decía, la guitarra tiene seis cuerdas: MI, SI, SOL, RE, LA y MI. Se cuentan de abajo hacia arriba. - Le explicó mientras le señalaba cada una.

La verdad es que Maeve no entendió mucho de lo que Jasper dijo, algo sobre siete acordes y leer una tablatura con palabras extrañas. Más bien se sintió identificada con Jasper, con todas las veces que lo había cachado mirándola por largos períodos de tiempo y él en su común desvergüenza no apartaba la mirada de ella. Se sentía normal mirarlo y repetir para sus interiores lo apuesto que le parecía, pero a la vez incorrecto, como algo de lo que se debería avergonzar.

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