Capítulo XL

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La cita con Maeve sólo podía describirse como inefable, e incluso parecía como si una palabra que abarca lo imposible no pudiera encerrar todo lo que Jasper sintió en esa mezcla de alegrías de diferentes sabores.
Estaba enamorado de los latidos de Maeve, que de alguna forma se escuchaban con ella acostada en su pecho. La película se había acabado al menos quince minutos atrás, pero Maeve se había convertido en peso muerto mucho antes de eso, y ahí estaba, dormida como bebé despreocupado.
La mano izquierda de Jasper estaba jugando suavemente con los cabellos cortos de la muchacha, mientras que la otra sostenía el celular con el Instagram en la pantalla, subiendo y bajando entre los vídeos que le salían.
¡Ding!, una noticia de Gmail llamó la atención de Herst. Pocas veces usaba su correo, menos para comunicarse. Extrañado abrió la notificación, pensando que tal vez sería un profesor o quién sabe qué. No había texto, sólo el título No soy ella y una foto. La imagen era de una niña pequeña y sonriente, tal vez de unos dos años y la cual no conocía, o al menos hasta que se fijó un poco más en la bebé.
Sin querer hacerlo movió un poco a Maeve para despertarla, su vista aún pegada al pómulo de la niña en la fotografía.

—¿Qué pasa, Jazz? - Preguntó ella, todavía con los ojos entreabiertos y la expresión arrugada.

—¿Esta eres tú? - Le enseñó el teléfono, el brillo cegando a Maeve.

Ella no se tomó ni dos segundos para mirar la foto, inmediatamente asintió.

—¿De dónde la sacaste?

—Alguien me la mandó por correo. - La muchacha rodó los ojos.

—Seguro que es Eloise tratando de llamar la atención, no te preocupes por eso y si quieres conserva la foto. - Jasper la vio sentarse en el sofá, todavía inconforme con la respuesta que le había dado.

—¿Por qué ella mandaría esto en anonimato? Directamente podría envi - Otro sonido de notificación cortó la conversación. —Es el mismo correo.

Maeve se apegó un poco más a él, viendo como descargaba una foto con el título Mira a la cámara. Esta vez no fue sólo Jasper quién sintió el choque, pues Jenkins también se paralizó al ver su figura joven, por esa edad de cuando comenzaba a romperse también por dentro. Era ella, la niña indefensa llena de contusiones y heridas que no terminaban de sanar desde el castigo anterior. La joven sintió lo que hacía rato ya no le sucedía: el pecho comenzó a contraérsele y empezó a boquear, su cuerpo dando la sensación de volverse cada vez más pequeño.

—Claro que no lo mandaría en anonimato, mientras esa descarada sepa que me afecta, lo enviará. - Comentó Maeve, sollozando y abrazándose a sí misma.

Jasper dejó el teléfono en el reposa brazos del mueble y acogió a la muchacha en su pecho, sus lamentos doliéndole tanto a él como a ella. Escuchó los balbuceos interrumpidos por sollozos o jadeos, aun si no entendía la mayoría sabía que debía quedarse ahí.

—¿Por qué ahora? - Maeve levantó la cabeza para mirarlo. —¿Por qué ahora que estoy comenzando a entender lo que es estar feliz, Jazz?

—Porque personas como ella, viven para no más que causar dolor en la gente. Pero tú estás bien ¿cierto? - Recibió de respuesta un asentimiento. —¿Quieres que la denunciemos?

—Preferiría ignorarla, no quiero que la venganza sea mi forma de felicidad. - Jasper le sonrió sutilmente, enviando vibras tranquilizantes a la muchacha entre sus brazos.

—Es una decisión sabia, Maevie.

En el sofá de los Herst ambos yacían tranquilos, quedándose abrazados un rato más antes de irse a dormir. Mientras tanto, en algún lugar recóndito de Northfall, un hombre solitario miraba por la ventana a los grandes picos que dentro de no mucho se pintarían de blanco, con aires negativos suspiraba como el preso con condena incierta. Olvier había pasado tanto tiempo ahogado en el culpa, pensando que esa sería su castigo, hasta que la mujer que abandonó años atrás tocó su puerta.
Tenía en mente matarse antes de volver a convivir con aquel monstruo, pero eso hubiera sido cobarde de su parte. El camino de llevar a Eloise a la cárcel junto con él, si ese era el precio, era atractivo, y más aún cuando contaba aún con las pruebas perfectas de lo hijos de puta que habían sido con la persona que menos se lo merecía.

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