Capítulo XXV

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Los Herst se iban poco a poco, primero Jasper a la academia de pilotaje, después llegaba Agnes y con la misma se marchaban juntos Coraline y Elliot después de darle un besito en la mejilla a Amelia. No obstante, Maeve seguía en su cuarto emitiendo ronquidos bajitos desde la nube en que estaba subida.
No fue hasta las diez de la mañana cuando los ojos grises vieron el nuevo día. Con su pelo enmarañado se sentó en la cama y bostezó mientras se frotaba los ojos para quitarse las legañas, sintiendo a su alrededor el olor diferente al del hospital y así dándose cuenta de que estaba en la casa de los Herst. 《Entonces no fue un sueño》.
La casa tenía dos baños, uno en el primer piso y otro en el segundo, el del primer piso quedaba justo al lado de la habitación de Maeve. La muchacha agarró ropa del armario y la toalla sin estrenar que le habían regalado, con todo eso hecho un bluto en su mano derecha fue al baño para hacer su aseo matutino.
Lavarse los dientes, bañarse, vestirse y peinarse era un proceso que teniendo dos piernas le llevaba aproximadamente quince minutos, ahora era el doble de tiempo y realmente no es algo que a Maeve le gustara mucho. Terminado el proceso se miró al espejo, apoyándose con las muletas para verse. No había visto su reflejo desde la vez en el baño cuando tenía fiebre, la verdad no había cambiado nada pero...algo en Maeve decía que se veía al menos un poco mejor que antes. Se permitió dedicarse una sonrisa, una curva sólo para ella como estímulo para comenzar una vida nueva.
Cuando salió para poner la ropa usada en el cesto de su habitación se topó con una silueta desconocida tocando la puerta de su cuarto.

—Hola. - Dijo ella con simpleza, captando la atención de la anciana.

—Hola, tu debes ser Maeve. - La joven asintió. —Un placer conocerte, muchachita. Soy Agnes, la abuela de Amalia y de Jasper, ya deben haberte contado sobre mí.

La señora era bajita, lo contrario de su hijo y nieto que tan altos eran los dos. Tenía una melena corta canosa y ojos verdes, la piel arrugada característica de un anciano y una sonrisa amigable.

—Sí, Elliot me comentó que usted se quedaba para cuidar de Amelia.

—También solía cuidar de Jasper cuando era un bebé revoltoso, pero ahora ya es todo un muchacho que no deja que lo peine para ir a la academia. - Comentó la señora con un aire de nostalgia.

—¿Buscaba algo? - Idagó Maeve, recordando que había visto a Agnes tocar en la puerta de su habitación.

—Oh, si, a ti misma te buscaba para que merendaras al menos, ya que te saltaste el desayuno.

—Gracias, en un segundo iré para allá.

Jenkins vio a la señora volver a la cocina, ella se dirigió al cuarto y dejó la ropa en el fondo del cesto que yacía vacío hasta ese momento. Al paso de las muletas fue hasta el comedor donde encontró un plato con tostadas y queso crema sobre la mesa junto con un vaso de jugo que recién estaba sirviendo Agnes.

—¿Cómo sabes cuál es mi puesto? - Le preguntó a la señora con aires de gracia.

—¿Al lado de quién más te sentarías si no es al lado de Jasper? - Le respondió ella con el mismo tono.

Maeve se sentó mientras agradecía a la señora, girando la cabeza momentáneamente hacia el salón donde estaba Amelia frente el televisor viendo animados. Una vez en la mesa comenzó a untarle queso a una de las tostadas, Agnes se sentó frente a ella.

—¿Cómo lo llevas? - Preguntó la mujer.

—Esa pregunta puede tener muchas respuestas. - Respondió Maeve para después darle una mordida al pan.

—Me refiero a la casa, a tu adaptación a estar aquí y de paso también lo de tu pierna.

—Me estoy sintiendo bien aquí, es un lugar acogedor. - Se miró al muslo. —Respecto al muslo pues sigo sensible pero ya no es insoportable que me toquen.

—Mi hijo me comentó lo de la universidad, siento mucho que el accidente haya tenido tanta repercusión en el tema. - Maeve tragó grueso, la herida amenazando con abrirse de nuevo.

—No es algo de lo que ne guste hablar. - Agnes negó apenada.

—Lo siento mucho, a veces soy un poco entrometida. - Se justificó con una risita. —Mi nieto me dijo que querías comenzar a vender pinturas.

—Así es, me haré una cuenta en alguna red social y voy a promocionar mi trabajo, una vez que tenga varios seguidores comenzaré a ofertar y a hacer encargos. - Explicó Maeve.

La conversación de repente se vio interrumpida por una vocecita nueva.

—¡Aeve! - Le saludó Amelia mientras se acercaba a ella.

—Holaaa. - Ella le devolvió el saludo mientras la ponía en su regazo.

—Duemmes musho. - Maeve se rió luego de tragar el pedazo de pan en su boca, dándole la razón a la criatura. —¿Vamo a teel co awela?

Maeve miró a Agnes buscando traducción.

—Tal vez a Maeve le guste tejer también, quizá nos acompañe y sino le podemos enseñar. - Le respondió la anciana a su nieta. —¿Qué dices? - Esta vez la pregunta fue para Jenkins.

—Claro, me encantaría tejer con ustedes, siempre he querido aprender.

La joven descubrió lo divertido que era hacer manualidades a crochet esa tarde, logrando aprenderse los nudos básicos y alguno que otro avanzado con el que pudo hacerse un pañuelo de bolsillo con lana morada. Al mediodía Agnes decidió tomar una siesta, diciendo que la noche anterior no había dormido demasiado bien, entonces las muchachas despiertas aprovecharon para ver La Sirenita, a petición de la más pequeña que se aburrió a mitad de la película y Maeve tuvo que contarle cómo era tener un dragón mascota que le había comido la pierna.
Una vez más, Jenkins logró adaptarse a un nuevo día en la casa de los Herst, terminando un día más con una sonrisa en el rostro, aunque temerosa de adaptarse a esa acción tan...positva.

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