Capítulo XI

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  ¿Tan rápido iba Coraline a ejecutar su plan? Maeve frunció el ceño al ver a Jasper en el umbral de la puerta. Ambos jóvenes se miraron, los dos pensando prácticamente lo mismo: El encuentro no era casualidad.

—Emm...mi madre me dijo que debías tomarte esto. - Jasper le entregó la pastilla.

El silencio era interrumpido solamente por el crujir del nylon rompiéndose y próximamente por el gran trago de agua que tomó Maeve. Ya finalizada la tarea de Jasper, Jenkins comenzaría la suya.

—Tu madre también me dijo que yo debía llevarme bien contigo. - El joven no pudo evitar sentir cierta incomodidad en la voz de Maeve.

—Supongo que el mandarme a darte la pastilla sería intencional. - Jenkins encogió los hombros con un semblante indiferente.

Jasper la vio mirando a la nada, era prácticamente una forma de decir que si surgía una conversación no sería iniciada por ella. Él se sentó en el sofá junto a la ventana, frotando sus rodillas mientras fruncía los labios, indeciso por cómo llamar su atención.

—¿Cómo has estado?

Maeve arqueó una ceja, sonriendo internamente por la pregunta tan sencilla. Quiso responder que estaba bien, pero algo dentro suyo le decía que no se expusiera ni siquiera a la pregunta más inofensiva. Quería ser amigable con el tal Jasper, pero no sabía tener confianza con alguien, no sabía como socializar siquiera.

—¿Cómo crees tú que estoy? - 《No estoy bien, Jasper, pero gracias por preguntar》

Maeve se sintió mal, pero no culpable por seguir en su burbuja indestructible, en la zona de confort que se vio obligada a crearse.

—¿Qué has estado haciendo estos días? ¿Qué te gusta hacer? - El muchacho intentó con otras preguntas.

—Nada en específico.

Maeve se estaba frustrando con sus propias acciones, pero por más que intentaba, de su boca no salían más que oraciones secas. Quería decirle que amaba pintar, encerrarse en un cuarto y salir llena de pintura. Decirle que se había fijado en el tatuaje de su antebrazo, que amaba Linkin Park como probablemente él lo hacía para llegar al punto de tener el logo tatuado. Quería decirle que estos días no había hecho nada más que llorar y recibir pruebas de sensibilidad en el muslo, pero no podía.

—Sé que no te llevas demasiado bien con tu madre, ¿Tu padre ha venido a verte? - A Maeve se le salió el alma cuando escuchó eso.

Sangre, la navaja, la cinta adhesiva, la cámara y el miedo plasmado en sus ojos aquella noche oscura, recuerdos que Maeve pensaba que había enterrado salieron a la luz una vez más. La culpa cayó sobre los hombros de Jasper cuando vio el rostro pálido de la muchacha, dándose cuenta de que había tocado una tecla sensible.
Jasper quiso acercarse a ella, pero en cuanto la tocó se echó a un rincón con su rostro lleno de pavor, como si el toque masculino la hubiese asustado. El muchacho retrocedió, entendiendo que tal vez era lo mejor.

—¿No quieres hablar conmigo ahora? - Maeve negó frenéticamente.

—Quiero estar sola, por favor.

Jasper dejó caer sus hombros mientras suspiraba, sintiéndose tonto y culpable por lo sucedido. Antes de volterse, el rostro de Maeve quedó grabado en su cabeza, su cuerpo al borde de la camilla, abrazándose a sí misma como si ella fuese la única capaz de protegerse, le llegó a Jasper al corazón como una flecha ácida.
El joven se fue, dejándola a punto de una crisis de llanto. No quería respetar su deseo de soledad, quería darse vuelta y consolarla, saber lo que había dicho y remendar el error, moría por eso, pero sabía que cualquier paso en falso la destrozaría aún más. Oh, Jasper, si tan sólo supieras que Maeve no deseaba más que un abrazo protector, tal y como había dicho Coraline.

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