Capítulo XVIII

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El vaso había caído unos minutos atrás en el contenedor, Jasper se encontraba ya de camino al segundo piso para ver a Elliot y luego ir a donde Maeve aguardaba. Tocó sutilmente la puerta de la oficina de su padre, encogiendo los hombros porque nadie respondió. 《Ha de estar con un paciente》, pensó Jasper y se dio vuelta para ir al cuarto de la muchacha.
Siendo sincero, Jasper no tuvo demasiado presente a Maeve durante la semana, pero en cuanto pisó el edificio lo primero que quiso hacer fue ir hasta ella. Esa semana tuvo una clase práctica, un simulacro de vuelo tranquilo que aprobó con el máximo y puntos y realmente se le quedó un sentimiento amargo al recordar que Maeve hubiese querido también aprobar una clase práctica desde la perspectiva de la azafata.
Tal y como siempre hacía entró sin pedir permiso, encontrando la sorpresa de que la habitación estaba vacía y la puerta del baño estaba cerrada cuando según Maeve, cada que usaba el baño dejaba la puerta abierta. 《Le habrá pasado algo? ¿Se habrá intentado suicidar otra vez? 》Jasper no pudo evitar alterarse con ese tipo de pensamientos.
De repente pensó esuchar murmullos del baño, la curiosidad lo llevó a abrir sutilmente la puerta e inmediatamente se quedó boquiabierto. Vio a Maeve, ahí estaba ella sentada en una silla plástica mientras Coraline la rociaba con agua fría y le lavaba el pelo.
A Jasper no le dio tiempo a pensar que estaba espiando a una de las mujeres más bellas que había visto, su vista no pudo evitar dirigirse a las cordilleras suaves de su cuerpo desnudo en vez de a los pechos medianos o al monte de venus como lo haría cualquier otro. Herst se creyó raro cuando las marcas le parecieron el atributo más sensual de su cuerpo, sus manos ardían por delinear cada una de ellas y meterle en la cabeza a aquella joven de una vez por todas la belleza que no creía tener.
El agua fría corría por toda su desnudez, entre el valle de los senos y goteando en los pezones ya erectos de frío. Cuando Jasper sintió que la sangre le estaba llegando en demasía a donde menos le debería ir cerró la puerta con el mismo sigilo que usó para abrirla. Su instinto lo llevó a salir de ahí, eliminar cualquier evidencia de que había visto más de lo que debía.
Tenía la cara roja cuando se recostó a la pared del pasillo, allí esperó pacientemente a que ambas mujeres concluyeran el baño. De hecho 《¿Que le habrá pasado a Maeve para no poderse ni bañar por su propia cuenta?》, Herst tenía aquella incomodiad.
Sin embargo, estaba pasando por alto un repiqueteo en su pecho: estaba preocupado por Maeve. Le parecía algo insignificante, era un ignorante de algo más fuerte.

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