Capítulo XVII

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A partir de ese día, Maeve se levantaba mejor de la cama después de haber dormido abrazada a la lagartija. No podía mentir, seguía teniendo sus largos momentos de melancolía donde se acostaba en la camilla y comenzaba a llorar sin razón aparente, pero después recordaba su promesa con Coraline y al menos entre el llanto llegaba a florecer una sonrisa.
Los lienzos entraban y salían de aquel cuarto, entraban en blanco y salían obras de arte que a petición de Maeve la doctora Herst guardaba en su casa hasta que Maeve saliera del hospital y pudiese venderlos o simplemente ponerlos junto a los que había pintado antes del accidente. En cuestión de tres semanas, la muchacha se había ganado el cariño del hospital, pues gracias a ella todas las consultas y pasillos tenían una pintura nueva que ella misma obsequió a los médicos.
Ahora pintaba mientras en su pequeña bocina sonaba una playlist de Bring Me the Horizon, ya tenía casi terminada la pintura para el pasillo principal del área de maternidad y realmente estaba feliz de que se exhibieran sus pinturas de esa forma. Estaba a penas poniendo su firma en el lienzo cuando tosió una vez más, ahora con más fuerza que las anteriores veces.

—Llevas tosiendo desde ayer, Maeve. - La muchacha brincó al escuchar la voz de Elliot detrás suyo.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí? - El hombre rió.

—Lo suficiente para ver que evidentemente estás enferma. - Elliot se acercó a ella y puso su mano en la frente de Maeve.

De su bolsillo sacó un termómetro e inmediatamente Maeve levantó el brazo sin pincel para que le tomasen la temperatura. Ella se giró y terminó de darle los detalles a su pintura, tratando de ignorar el dolor de cabeza que la atacaba desde hacía ya unas horas pero las ganas de crear le eran mayores.
A los pocos minutos el hombre quitó el termómetro y arqueó las cejas al ver la cifra que marcaba el instrumento.

—Tienes fiebre de treinta y nueve, ¿Cómo es que no te has sentido mal? - Indagó él con asombro.

—La verdad puede ser que me duela un poco la cabeza. - Le dijo ella con voz vacilante, pero a Elliot no le hizo pizca de gracia.

—¿Qué tan mal te sientes?

—La cabeza me duele horrores si te soy sincera, desde hace un rato me siento decaída también pero no es nada. - Respondió ella, restándole importancia al problema.

—Es suficiente para que te acuestes a hacer reposo. - Ordenó Elliot a lo que Maeve bufó.

La muchacha se fue dando brincos hasta la camilla, se había acostumbrado a no usar muletas si no era para ir a la máquina expendedora a darse algún capricho de azúcar. El hombre le dio una mirada de advertencia dulce, pidiéndole que por favor se quedara quieta mientras se iba a buscarle alguna pastilla o lo que sea que fuese a buscar.
Ahora que no estaba pintando el dolor se sentía más fuerte y el decaimiento le daba sensación de cuerpo cortado. Puso una de sus manos en su cabeza, sabiendo que no ayudaría en nada pero en caso de que se le cayera algo la estaba sosteniendo. 《Carajo, creo que me puse la música demasiado alta》, pensó sabiendo que era mentira, pues al estar en un hospital sólo tenía perimitido poner el artefacto por debajo del volumen medio.
Volvió a toser, sintiendo la fiebre quemando sus mejillas y martillando su cabeza. ¿Era siquiera posible que no hubiese notado un malestar tan fuerte mientras pintaba?, la verdad no era tampoco algo sorprendente, solía estar tan inmersa en la actividad que podría acabarse el mundo y ella no se daría cuenta mientras que el pincel siguiera en su mano.
Escuchó la puerta abrirse, mas no sentía fuerzas para alzar la cabeza y descubrir quién era. Aunque tampoco fue difícil adivinar, el golpeteo de los zapatos de tacón bajo le decían que obviamente era Coraline la que se encontraba en la habitación y Elliot probablemente estaría en el umbral de la puerta.

—Eres el capricho hecho persona. - La mujer se sentó a la orilla de la cama, su voz tornándose como un regaño burlón.

Con su mano tocó la frente de Maeve y analizó el calor casi visible en sus mejillas a parte del cansancio que presentaba.

—¿Crees poder darte una ducha fría? - La joven negó.

—No tengo fuerzas para siquiera alzar la cabeza, no creo poder estar de pie un minuto en la ducha. - Le respondió mientras arrugaba el ceño por el malestar.

—Te ayudaré entonces, si quieres, claro está. - Maeve sacó fuerzas para mirarla con gracia.

—Me ayudarás, aunque te diga que no, ¿cierto? - Coraline asintió mientras se quitaba la bata.

Ambas miraron a Elliot dejar una pastilla en la mesita de noche junto a la camilla para luego irse dejando la puerta cerrada. En cualquier otro momento Maeve hubiera protestado para que no la vieran desnuda, aunque fuese la misma Coraline que era una de las pocas personas en las que estaba aprendiendo a confiar, pero esta vez estaba tan cansada que se dejó guiar hasta la ducha donde permanecía la silla plástica que la auxiliaba al bañarse.
Frente al tocador con espejo dejó que la mujer le quitase la bata y le auxiliase con las bragas hasta quedar desnuda. Abrió Maeve los ojos, algo de conmoción aflorada en su pecho al percatarse que era la primera vez que se desnudaba ante alguien sin malas intenciones. Se miró al espejo la muchacha, en sus ojos reflejándose la melancolía de su corazón, habían pasado años antes de verse desnuda en un espejo.
Coraline la veía desde el pie de la ducha, observando atentamente como Maeve se recorría con la vista. Ella misma también se sintió débil de alma al conocer todas las marcas en el torso de la muchacha, marcas de navajas que desgraciadamente sabía cómo fueron hechas.

—No puedo recordar la última vez que vi mi reflejo de una forma tan...cruda. - Opinó Jenkins en voz baja.

—¿Y qué es lo que ves, Maeve?

Ella se tomó unos segundos más para responder. En su silencio tocó sus pechos extraños que nunca le dieron confianza, su vientre abultado que no bajaba por más que lo intentó siempre, sus caderas grandes eran el final de una cintura relativamente bonita...antes opinaba que sus muslos eran la parte favorita de su cuerpo, sin embargo ahora uno de ellos era una estalactita flácida que colgaba de su tronco. Se veía como una mariposa, probablemente la misma de su pintura, pero ahora el insecto perdió el pigmento de sus alas e inlcuso una de ellas.

—Si hay algo que ver, no me gusta. - Expresó ella mientras delineaba con sus dedos los surcos que alguna vez estuvieron en llamas carmesí.

《Oh, Jasper, por favor ayúdala a sanar esos sentimientos》, pensó Coraline mientras veía a Maeve girarse para ya no verse más. Pobre mariposita, lo único que deseaba era ser la pieza más codiciada de algún coleccionista.

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