Jisung paseaba en soledad por los pasillos de pulcro mármol del palacio, veía correr esporádicamente a un criado en dirección a las cocinas, escuchaba el murmullo de las mujeres de la limpieza, de los cocineros al fondo del pasillo, pero nada más, un sonido lejano de gente que no le dirigía la palabra más allá de lo estrictamente necesario.
Pasó por las cocinas, viendo el pánico del personal, se había causado demasiado revuelo solo por una manzana. Lanzaba su fruta de un vibrante color rojo al aire, antes de volver a tomarla al vuelo con la mano, en dirección a los jardines. La situación allí no fue diferente, vio el pánico de las doncellas y de los jardineros, apresurándose para abandonar sus quehaceres, hacer una exagerada reverencia en su dirección y salir corriendo.
El perfume de las flores perfectamente cuidadas y el relajante sonido de la fuente de piedra lo acompañaron en su paseo, abrió su libro por donde lo había dejado, y de nuevo, sintiendo el peso de la soledad, continuó leyendo.
Cuando se cansó de leer hizo el mismo camino de vuelta a su cuarto, aborreciendo las enormes pinturas de sus antepasados y la ostentosa decoración de los pasillos. Ahora era mayor, entendía el hambre que pasaba su pueblo y no entendía por qué ellos debían poseer tanto oro, solo por haber nacido con un apellido determinado, mientras cientos de familias luchaban por llevar un plato de comida caliente a la mesa.
Su habitación no era muy diferente, tenía una cama en la que cabrían tres personas de su tamaño, sino más, con finas cortinas de seda traslúcida, y un ventanal que daba directamente al jardín, con vistas al mar que según Jeongin, debía ser una de las más hermosas del reino.
Sin embargo esas paredes solo eran testigo de su tristeza y el enorme ventanal el lugar donde lloraba, rogándole a la luna por un poquito de felicidad.
Cerró el enorme portón de madera tallada con detalles florales bañados en oro de su habitación y suspiró apoyando en ella su espalda, arrancando con rabia la media capa de terciopelo color melocotón que colgaba sobre sus hombros, y sintiendo un profundo vacío en su pecho, se dejó caer en su cama, cerrando las cortinas, deseando dormir y despertar en otra realidad, lo mas diferente a aquella vida que odiaba.
Las puertas se abrieron por unos segundos y notó el cuerpo de otra persona caer sobre el colchón de su cama. Jisung giró la cara, viendo a su mejor y único amigo suspirar masajeando sus hombros con expresión devastada.
- ¿Día duro Innie? - Murmuró él contra el colchón, notando como su voz sonaba amortiguada y la risa que recibió en respuesta sonó igual.
- No te haces una idea del lío que hay ahí afuera por el cumpleaños de su idiotisima majestad el rey. - Dijo el joven criado, rodando sobre el colchón del príncipe hasta quedar boca arriba. Jisung sintió la vaga sensación de que quizás eso debería haberle hecho sentir ofendido, pero no pudo sentir más que la risa atascada en su garganta luchando por salir.
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La Princesa Y El Gato De Mar
FanfictionJisung no se sentía querido, sentía su vida perder el sentido por momentos, encerrado en esa jaula de oro en la que siempre había vivido. Para un pequeño grupo de piratas que por casualidad se enteraron del problema del príncipe, la solución se veía...