32: El poder de la venganza

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Jisung había pasado toda la noche dando vueltas en la cama hasta caer rendido por el cansancio

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Jisung había pasado toda la noche dando vueltas en la cama hasta caer rendido por el cansancio. Ni siquiera media hora después, el ruido fuera de su habitación lo despertó. Al príncipe le dolían los ojos y sentía que la falta de sueño le pasaba factura.

Con dificultad se deslizó fuera del colchón hasta llegar a la enorme puerta de madera, escuchando el repiqueteo metálico de las espadas chocando entre ellas al otro lado de la puerta. Entreabrió apenas unos centímetros para descubrir que dos de sus amigos peleaban sin mucha dificultad contra un grupo de novatos recién salidos de la academia militar.

Corrió emocionado al armario hasta dar con el conjunto de ropa que los tripulantes del Levanter habían robado para él y que Jeongin se había esmerado en dejar casi como nuevo, limpio, pero aún sin el pedazo de chaqueta que había arrancado, y se lo puso a toda prisa.

— ¡Princesa, una ayudita! — Gritó Changbin desde el suelo con ese apodo que sonaba tan natural y propio como su nombre cuando lo vio salir al pasillo.

— ¡Cadetería, alto! — Como si los jóvenes soldados hubieran sido hechizados, se pararon de pie en fila con la espalda contra la pared del pasillo como estatuas decorativas ante las órdenes de Jisung.

— Nada mal señorito. — Susurró Seungmin a sus espaldas ayudando a Changbin a ponerse de nuevo en pie ahora que sus enemigos estaban petrificados.

— ¿Cómo es que estáis aquí fuera? ¿Cómo os habéis escapado? — Jisung corrió hacia sus compañeros, una vez notó que los soldados, que habían sido instruidos para ser los perros fieles de su padre no se moverían hasta que recibieran la orden de hacerlo.

— ¿Tu sabías que Jeongin puede dormir a las personas cuando canta? — Ignorando el tono de sarcasmo de Changbin, que trataba de quitarle seriedad a la situación, recordó las veces en las que sin saber de la verdadera identidad de su mejor amigo, este le había cantado para ayudarlo a dormir. Después de aquella noche iba a tener una charla muy larga con Jeongin sobre los términos de su amistad, y como mentirle e hipnotizarlo para dormir sin su conocimiento eran sin duda su límite.

— ¿Y los demás?

— Jeongin se ha quedado a pelear con tu padre, el resto están dentro del castillo. Nos separamos para encontrarte y evitar que los soldados lleguen hasta Jeongin, Chan nos encontrará después de encargarse de todo. — Seungmin vio a su amigo torcer el gesto y negar suavemente con la cabeza. El príncipe no parecía estar dispuesto a seguir a rajatabla el plan de su capitán.

— Tengo una idea muy loca ¿Os apuntáis? — Los piratas se miraron entre ellos, buscando comprobar lo que el otro pensaba de seguir a ciegas al chico. Seungmin vio como Changbin, apoyando su peso sobre él le sonreía como cuando lo seguía por los pasillos de la mansión en la que ambos se habían criado, animándolo a hacer alguna travesura con él.

— Claro, porque no. — Dijo el navegante volviendo a mirar a Jisung. — ¿Que idea tienes en mente princesa?

— Tomemos el trono, quiero que mi padre deje de usar a todos como sus piezas de ajedrez ¿Seguís conmigo?

La Princesa Y El Gato De MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora