35: Cuestión de honor

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— ¡Déjalo ir!

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— ¡Déjalo ir!

— ¡Le soy fiel a su magestad el rey y a nadie más! — Gritó el almirante aun con el cuerpo del tritón entre sus brazos y un cuchillo.

Jisung miró a Chan, ahora más que nunca necesitaba el consejo de su capitán. El pirata, con gesto tranquilo, asintió despacio con la cabeza, manteniendo la vista sobre él, confiaba en el príncipe y en que haría lo correcto. — Estamos aquí para apoyarte. — Un arranque de valentía lo inundó. Jisung levantó su espada, apuntando directamente al almirante Kang.

— Señor Kang, suelte a Jeongin ahora mismo. — La voz del príncipe resonó con firmeza inquebrantable sobre el suave murmullo del agua de la fuente y el sonido del viento golpeando en los árboles de la colina de palacio. La seriedad y determinación de su voz sorprendió a muchos de los soldados. Conocían al tímido e inseguro príncipe Jisung, al que su padre pintaba como un completo inútil. Dándose cuenta de lo mucho que la mar lo había hecho crecer.

— Aparte la espada, su alteza. — El almirante Kang soltó una risa amarga mientras mantenía una batalla de miradas con el joven. — ¿Que diría su padre al verlo así? Intimando con piratas, revelándose contra su propia familia, apuntando su espada al hombre más fiel a la corona...

— Ya se lo he dicho a ese hombre, no es padre de nadie, y mi familia es esta que ve junto a mí. — Jisung apretó los dientes, manteniéndole la mirada, consciente de que el almirante estaba tratando de hacerle dudar, y romper la confianza en si mismo que acababa de tomar. Ya no era tiempo de vacilar, no teniendo a su tripulación tras él. — Es usted quien está del lado equivocado de la espalda, almirante.

Kang miró el filo de la espada de Jisung, sin aflojar el agarre sobre Jeongin. — Si su madre lo viera...

— Mi madre lleva diez años muerta, no ensucie la memoria de su reina. — El chico tragó las lágrimas, aquello no había dejado de doler con el tiempo. Dio un paso al frente, analizando las reacciones del último soldado fiel a su padre, quién no movió un músculo. — Han Seojin la trató fatal hasta el último de sus días, fue ella quien permitió que el chico al que amenazas de muerte viniera a trabajar a palacio, fue su último decreto, así que tenga cuidado de no manchar su memoria.

La tensión en el aire era palpable, tanto los soldados detrás de Jisung como los piratas contenían la respiración, temiendo que mover un solo músculo hiciera explotar a alguno de los presentes.

El brazo de Jisung comenzó a temblar, el joven príncipe temblaba como un niño asustado al recordar a su madre, y lo mucho que dolía su falta, la espada mostraba que el chico había recibido una herida donde más le dolía.

— Su madre fue una buena mujer, alteza, sin embargo era débil, soñaba despierta con cosas imposibles, creía que estas criaturas merecían un pedazo de todo lo que es nuestro. — Jisung comenzaba a hiperventilar, el almirante vio las lágrimas en los ojos del chico y se creyó vencedor. — He servido al reino toda mi vida, con la convicción de que debemos proteger este reino de cualquier amenaza, externa o interna. No traicionaré a mi rey, porque hacerlo sería traicionar todo en lo que creo, mi honor, mi deber, mi propia alma. Esta es la moneda que voy a usar para que mi rey vuelva a donde le corresponde, ríndete y lo dejaré ver otro amanecer.

La Princesa Y El Gato De MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora