2: Piratas en el puerto

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Era una mañana tranquila en el puerto de Incheon, el sol brillaba fuerte, los pescadores recogían sus redes con la melodía de las olas chocando contra la madera del embarcadero y los chillidos de las gaviotas volando sobre el puerto, esperando a q...

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Era una mañana tranquila en el puerto de Incheon, el sol brillaba fuerte, los pescadores recogían sus redes con la melodía de las olas chocando contra la madera del embarcadero y los chillidos de las gaviotas volando sobre el puerto, esperando a que los pescadores se despistasen para robar el pescado.

— Changbin ¿Has cambiado la bandera negra?

— Acabo de hacerlo capitán, estamos listos para entrar a puerto. — Chan sonrió de pie en la punta de la proa, y cerró los ojos escuchando el murmullo lejano del pueblo y sintiendo la suave brisa despeinar su rebelde cabello rizado.

— ¡Recoged las velas! — Gritó Chan con calma, notando el momentáneo revuelo que hicieron sus chicos a sus espaldas. El barco lentamente disminuyó su velocidad, y Minho al timón lo llevó a puerto.

Con un suave crujido, el Levanter se acopló en el muelle. La tripulación se apresuró a desembarcar, vestidos con ropas de tonos terrosos para pasar inadvertidos mientras reponían provisiones. Se mezclaron con la multitud en el puerto, y sabiendo sus tareas, en absoluto silencio, se separaron por el pueblo.

Hyunjin y Seungmin encontraron rápido el mercado. Los colores vibrantes y la mezcla de olores después de un larguísimo viaje en barco desde Australia se sentía como pisar el paraíso mismo. Entre los puestos, encontraron a un joven de aspecto amable colocando manzanas rojas de un puesto a su cesta y corrieron en su dirección.

— Hola, disculpa que te molestemos. — Comenzó Hyunjin a hablar, recibiendo la curiosa miraba confundida del chico. — No conocemos esta ciudad, acabamos de atracar en el puerto y buscamos provisiones para el viaje ¿Quizás podrías ayudarnos? — Hyunjin estaba nervioso, se mordía la piel reseca de los labios, arrancándola en un intento desesperado por calmar la tempestad de su mente.

El chico les sonrió y los piratas sintieron aquella expresión como un rayo de luz que impactaba contra ellos, arrollándolos sin dejar nada de cordura a su paso.

— Sin problema, yo siempre compro la fruta aquí, es lo más fresco y dulce que vais a encontrar en toda la comarca, estas manzanas son las favoritas del príncipe. — El chico de ojos afilados los analizaba con la mirada, tratando de aclarar si aquel par de chicos de más o menos su edad eran trigo limpio o no, guardando una última manzana antes de girarse hacia el dueño del puesto y pagar su compra.

El chico del puesto de frutas se identificó como Yang Jeongin, el sirviente del príncipe heredero del reino, Hyunjin y Seungmin decidieron inventar una rápida verdad-a-medias, y se presentaron como tripulantes de un pequeño barquito mercante que venía de Australia, habían parado en Tailandia, pero por el mal clima tuvieron que marcharse rápido, y se dirigían al norte de Japón, aunque los lugares eran los correctos, no planeaban decirle su verdadera identidad al chico.

— Si ya tenéis todas vuestras provisiones podéis ir a vuestro barco y yo a palacio ¿Os quedaréis más días? — Preguntó Jeongin colocando frente a si la enorme cesta de fruta que su mejor amigo le había mandado a comprar. Tenia una sonrisa tranquila y sus ojos gatunos miraban a los chicos con cierta emoción, pues había decidido que se fiaría de ellos.

La Princesa Y El Gato De MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora