🐉 Félix, el Imugi🐉

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Félix vivía en un pequeño poblado nativo en Australia, muy cerca de la creciente ciudad de Sidney

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Félix vivía en un pequeño poblado nativo en Australia, muy cerca de la creciente ciudad de Sidney. Su trabajo en el poblado era bastante sencillo, cada día ayudaba al chamán y curandero, recolectaba y organizaba las hierbas medicinales que el anciano necesitaba, y a veces incluso él mismo preparaba las medicinas y ungüentos.

Su vida era tranquila hasta que su cuerpo cambió por primera vez.

Se despertó aterrorizado en medio de la noche, sintiendo como algo raro estaba ocurriendo con él, y cuando logró con mucho esfuerzo ponerse de pie para acercarse a mirar su reflejo en el espejo de su habitación, un rugido gutural y monstruoso salió de su garganta en lugar de un chillido.

Las escamas azules cubrían su piel, sus ojos eran ahora de un peligroso color amarillo, sus dedos terminaban en aterradoras garras y su cuerpo flotaba en el aire con una horrible forma serpentina.

El gruñido alertó a su tía, que apareció primero en su cuarto, gritando aterrorizada. Los gritos pronto llamaron la atención del resto del poblado, quienes salieron de sus respectivas cabañas para acercarse a comprobar que todo estuviera bien, encontrándose a la mujer aún en shock frente a una especie de dragón pequeño, y la falta del adorable chico de pecas que ayudaba al chamán.

El caos se desató en el pequeño poblado, Félix lloraba tratando de buscar ayuda en sus vecinos, que huían despavoridos de él. El chico estaba aún más asustado que ellos, no sabía lo que le estaba pasando, tenía miedo.

Voló hasta la casa del chamán, tratando de esconderse de sus vecinos entre las sombras, lo estaban buscando con antorchas y lanzas, para darlo caza.

— Señor Hughes... — Susurró Félix aun con su voz monstruosa. Llorando descontroladamente.

El anciano le abrió la puerta, dejando que el chico se escondiera dentro de su cabaña, viendo al aterrorizado dragoncito enroscarse sobre si mismo en una esquina de la sala.

— Lix... ¿Eres tú?

— Si, pero nadie me cree... Todo el poblado me persigue para matarme. — El anciano acarició con cariño la cabeza de su alumno, quitando algunas de las plumas de su forma mística.

— Suponía que este día llegaría, ha tardado más de lo que esperaba, te pareces muchísimo a Hallie.

— ¿Quién es Hallie? — Félix se sintió cómodo con su mentor, notando como el hombre, a diferencia del resto del poblado, no quería matarlo.

— Tu madre, también se transformó en un Imugi, igual que tú. — Los ojos amarillos del chico brillaron con emoción, nunca antes le habían hablado de su madre. — Se marchó hace muchos años a buscar una cura para volver a ser humana, temía que tu fueras como ella, al parecer Hallie estaba en lo correcto.

Las lágrimas se acumularon bajo sus ojos, Félix cruzó sus patas para esconder sus ojos llorosos. El chico logró calmarse, y lentamente su cuerpo volvió a tomar su forma humana.

La Princesa Y El Gato De MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora