Buenos Aires, 27 de marzo de 2019.
—Estuve toda la mañana haciendo trámites —Ámbar le reprochó a su marido, quien estaba muy atento a la pantalla de su teléfono—. ¿Y vos no fuiste capaz de lavar los platos que usaste para desayunar? La sartén está llena de grasa y las vajillas...
—Hoy es mi día libre —retrucó, tajante—. No hinches las pelotas, Ámbar.
—Para vos, todos los días son libres. Hace diez años que tengo que rogarte para que me ayudes con las tareas del hogar. Vos no sos el único que trabaja acá.
Matías la miró con desdén.
—Tu trabajo no es un trabajo de verdad —contestó, y volvió su atención a su celular.
Le hirvió la sangre en cada centímetro de su cuerpo. No podía soportar esa falta de respeto. Ya no. Habían sido muchos años tolerando. Demasiados años permitiendo que la maltrataran verbalmente, tanto él como su madre.
—Repetí lo que dijiste. Te doy una oportunidad para que te retractes —Ámbar apoyó las manos sobre la mesa, furiosa. Estaba intentando controlar sus emociones, como siempre lo hacía.
Matías, su esposo, un hombre extremadamente delgado, de cabello castaño corto y una barba desprolija, se limitó a ignorarla. Luego, se levantó de la mesa y se encaminó hacia la puerta.
—¡Matías! —odiaba aún más que la ignorara.
Hojita intentó detenerlo, saltándole sobre las piernas.
Hojita era una perrita que no tenía raza definida. Su cabello era de color canela claro y sus ojitos, verde esmeralda. Era bastante juguetona, ya que tenía apenas un año.
—¡Esperá! Si te vas, tené cuidado con...
Ámbar no pudo terminar la frase. Ni bien Matías abrió la puerta, Hojita escapó a la calle.
NO. NO. NO. NO.
—¡HOJITA! —la joven se echó a correr detrás de ella, tan rápido como fue capaz.
Amaba a esa perra como si fuera su propia hija. No podría soportar que algo le sucediera.
Gracias al cielo, la pequeña Hojita no cruzó la calle. Corrió aproximadamente media cuadra, hasta que un hombre la atrapó.
Ámbar se apresuró a llegar hasta ellos, mientras el señor le rascaba la orejita a la traviesa perrita.
—Muchas gracias por su ayuda... —jadeó.
Y cuando recibió a Hojita en sus brazos, se quedó sin el poco aliento que le quedaba.
La persona que había salvado a su perrita de un potencial trágico final era un hombre joven, de entre treinta y treinta y cinco años. Tenía tez morena, ojos grises y hombros anchos. Se veía bastante atlético, y vestía unos vaqueros negros y una camisa blanca. Olía a lluvia y a bosque.
Dios mío, qué bueno que está este tipo, pensó Ámbar. Jamás había visto a un hombre más hermoso que él.
Él también se quedó mirándola por unos segundos ¿Qué estaría viendo? ¿Su cabello oscuro, sus ojos color avellana, sus kilitos demás, o su ropa deportiva? Ámbar amaba la ropa deportiva.
—De nada. Me gustan los perritos. Hojita ¿No?
—Así se llama —sonrió. Aún le faltaba el aliento.
—Hermoso nombre —replicó—. ¿Es cachorra?
—Sí, tiene un año.
—Es muy bonita. Cuídela bien —le dio una última caricia y se pegó media vuelta.
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MI AMANTE INMORTAL (COMPLETA)
RomanceAlexander Samaras es un ser inmortal que se enamora con facilidad. Ámbar Boyer es una humana con un alma muy especial, y está casada con un hombre que no la ama y no la respeta. Los caminos de Samaras y Boyer estuvieron destinados a cruzarse desde h...