Capítulo 26: "Noche solitaria".

18 1 0
                                    


Siglo XVII, Europa.

Alexander se despertó sintiendo una resaca horrible. Sin embargo, se acordaba de lo que había hecho la noche anterior: había besado a un Emisario de nivel tres ¡A su Superior!

Los Emisarios Superiores solían estar a cargo de almas (que ellos elegían) y de Emisarios Inferiores. Sin embargo, suponía que ninguno de ellos se andaba besando entre sí... menos, sabiendo que Dios desaprobaba la homosexualidad.

¡Qué dolor de cabeza!

Alexander se puso de pie, y notó que se encontraba en la habitación de una especie de taberna en donde había hospedaje. El suelo estaba sucio y el ambiente estaba impregnado de un olor nauseabundo ¿Habría vomitado?

En ese momento, Dimitri ingresó a la habitación.

—¡Por fin te despertaste! ¡Anoche te emborrachaste tanto, que tuviste que dormir acá!

Estaba hablándole con naturalidad. Alexander aprovechó para fingir que no recordaba nada de lo sucedido.

—¿En serio? No recuerdo nada de anoche. No me acostumbro a la muerte.

Los ojos de Dimitri brillaron ¿Por qué lo hicieron?

—Deberás hacerlo, muchacho —dijo al cabo de un rato—. Deberás hacerlo.

—Lo sé... ¿Quieres comer pollo asado?

Alexander no disfrutaba mucho de la carne, pero Dimitri, sí. El pollo y el puerco eran sus favoritos.

—Es una comida costosa.

—Estuve trabajando en las cosechas que no fueron afectadas por las brujas. Tengo dinero.

—Las brujas no siempre afectan las cosechas —explicó Dimitri—. Volviendo al tema del pollo, creo que lo aceptaré. Lo merezco luego de haber limpiado tu vómito, mocoso.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


1 de junio de 2019, 9.05 p.m. Buenos Aires.

Alexander y Ámbar habían estado mandándose mensajes de WhatsApp esos días, pero no se habían visto. Quizás, él estaba manteniendo la distancia a propósito.

La escritora de Booknet recibió quejas de sus lectores por actualizar poco esa semana, pero no podía concentrarse. Tampoco podía dormir, y aún no se acostumbraba a la constante presencia de Samantha en su vivienda ¡Había cambiado a su esposo por una fantasma!

Por cierto, había hablado con los abogados y habían llegado a un acuerdo: Ámbar compraría la mitad completa de la casa, incluyendo los inmuebles, y debía efectuar el pago en una cuestión de dos años. Con la inflación que había en Argentina, sabía que Matías sería quien saldría perdiendo con ese acuerdo. Sin embargo, no le importó: él no merecía su compasión.

MI AMANTE INMORTAL (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora