Capítulo 25: "La daga esmeralda".

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26 de mayo de 2019, Buenos Aires.

—Te ves destrozada ¿Estás bien? —observó Samantha, sin despegar la vista de la escritora—. ¿Hablaste con Alexander?

—No estoy bien. Tampoco hablé con él.

—Lo siento. Lamento haberte generado una incomodidad en esta situación.

Ámbar se tapó la cabeza con la almohada. Incomodidad era una palabra muy superficial para expresar todo lo que estaba sintiendo. Tenía miedo, se sentía sola y a su vez, no dejaba de pensar en Alexander. Si él hubiera querido hacerle daño, lo hubiera hecho ¿Para qué molestarse en tener relaciones con una humana?

Pensar en él le hacía doler el corazón. Le dolía más recordar que él le había mentido que pensar en pagarle a sus abogados para divorciarse de Matías. Sin embargo, le dolía mucho más haberse dado cuenta que las cosas no volverían a ser normales. Nunca más.

Mamá. Papá ¿Estarían en el cielo?

Muerte. Miró a Samantha, ¿No era demasiado joven para haber perdido la vida?

Luego de un rato sollozando, murmuró:

—Necesito hablar de otra cosa. No puedo creer lo que voy a preguntar, pero... ¿Cómo moriste?

La fantasma soltó un largo suspiro.

—Me suicidé hace alrededor de cinco años. El mes próximo debería cumplir veintidós.

—¿Qué día? Yo cumplo el diez de junio —quiso evitar el tema del suicidio, para que la adolescente no se pusiera triste.

—El quince ¡Ambas somos Géminis! —exclamó el espíritu.

La señora Boyer se sentó en la cama para mirar a su ¿Compañera de cuarto?

—Sí, ambas somos Géminis —comentó con desánimo—. Debe haber sido difícil para vos estar sola todo este tiempo, sin nadie con quien charlar ¿O has hablado con otros espíritus?

Samantha se encogió de hombros.

—Sí, ha sido duro. No, no me llevo bien con otros espíritus. Los que quedan aquí en la Tierra muchas veces guardan una enorme cantidad de resentimiento.

>>Apenas morí, estaba súper perdida... pero luego, solita me fui dando cuenta de la existencia de los Emisarios y los demás inmortales. Siempre me pregunté por qué no me habían venido a buscar, por qué se ocupaban de otras almas y no de la mía...

—Esperá ¿Existen otros inmortales? Y ¿Por qué te descuidarían?

Samantha apretó sus labios incorpóreos. Había hablado demás, pensó Ámbar. Sino ¿Por qué se callaría?

—Preguntale a Alexander... no puedo responderte eso.

—Todavía me cuesta creer todo lo que está pasando —se frotó las sienes—. Decime ¿No deberías ir al cielo o algo así?

—Debería. Ir al cielo nos permite reencarnar —intentó desviar la conversación—: pero yo no sé si lo merezca. Me suicidé.

—Habrás tenido tus motivos.

Para que alguien tan joven y saludable tomara una decisión tan drástica, debía de haberla estado pasando muy mal.

—Sí que los tenía: un padre borracho y ausente, y una madre que murió de cáncer cuando yo era pequeña. Me sentía demasiado sola.

—Sé lo que es perder a tus padres. Duele demasiado —sus ojos se llenaron de lágrimas.

Ámbar extrañaba sentir el perfume de Avon de su mamá, el olor a tabaco de su papá, sus abrazos cariñosos, sus palabras alentadoras. Ella también se sentía sofocantemente sola en ese preciso instante.

MI AMANTE INMORTAL (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora