La fantasma había visto en más de una ocasión cómo una humana salía de la vivienda de un inmortal. Los había seguido para ver por qué ella se subía al auto de él, por qué habían compartido una sesión en el parque y ahora, etcétera. Hoy sintió especial curiosidad porque escuchó gritar al marido de la señora Boyer.
Ella sabía que había un sistema de almas destinadas, pero esa mujer no parecía destinada. Su alma no estaba manchada con el tinte de la muerte.
¿Qué podía estar haciendo un inmortal con una humana? Tendría que averiguarlo. Lo averiguaría a través de la humana. No era estúpida, no se entrometería con el Emisario.
Por esa razón, se metió en la vivienda de Ámbar Boyer y se acostó en la bañera. La esperaría y la observaría.
Definitivamente, ella moriría por los chismes, ya fueran celestiales o terrícolas.
La fantasma, cuyo nombre era Samantha, escuchó cómo el señor Greco —había leído su nombre en la chaqueta de trabajo—, ingresaba a su vivienda y empezaba a golpear todos los muebles. Se vio obligada a salir de su escondite (el baño) para ver lo que él estaba haciendo.
Su alma lucía gris y opaca. Su cuerpo era delgado y su cabello estaba cortado al ras del cuerpo cabelludo. Sus ojos se veían rojos e hinchados, como si hubiera estado llorando. El hombre se encontraba enfurecido ¿Qué había sucedido?
—¡Puta de mierda! —gritó, y rompió un par de adornos contra el suelo.
La fantasma no pudo evitar pensar: "¡Pobre humana! ¿Por qué tolera a semejante idiota?".
—¡Puta! ¡Todas las mujeres son unas putas!
Le daba asco cuando un hombre hablaba así de una mujer. No podía tolerarlo.
—¡Más respeto! —Samantha frunció el entrecejo, consciente de que él no la escucharía.
Al cabo de unos quince minutos, llegó la humana que andaba siempre a hurtadillas con el inmortal. Su aura púrpura brillaba tan intensamente, que cualquier ser no humano podría distinguirla a un kilómetro de distancia. Definitivamente, ella debía ser especial.
Instintivamente, la fantasma se escondió.
—¡Matías! —exclamó, y se llevó una mano a la boca al contemplar los restos de los adornos en el suelo—. ¡MATÍAS!
Ella fue a la cocina, y encontró a su esposo sentado, apoyando la cabeza sobre la mesa. Él alzó la vista y soltó:
—Sos una puta de mierda —hizo una mueca de desprecio.
Ámbar apretó los dientes, evidentemente molesta. Tensó la mandíbula, y lo desafió:
—Repetí lo que dijiste.
ESTÁS LEYENDO
MI AMANTE INMORTAL (COMPLETA)
RomansaAlexander Samaras es un ser inmortal que se enamora con facilidad. Ámbar Boyer es una humana con un alma muy especial, y está casada con un hombre que no la ama y no la respeta. Los caminos de Samaras y Boyer estuvieron destinados a cruzarse desde h...