Capítulo 12: "Sin corazón".

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Año 1666. Reino de los Cielos.

Alexander tuvo su ceremonia de conversión el día de su cumpleaños número treinta y cinco. Dos ángeles de alas blancas lo elevaron hasta las nubes, en donde se encontraba el Castillo Celestial.

El Castillo Celestial (en donde se suponía que vivía Dios, pero en realidad estaba repleto de ángeles de alas rojas, plateadas y doradas), era una imponente construcción hecha de material místico. Se decía que sólo Dios sabía qué había usado para crearlo. Era la construcción más magnífica que existía en el universo.

Se trataba de una edificación de un blanco lechoso, que destellaba chispas brillantes cada vez que alguien rozaba una de sus paredes. A simple vista parecían que se podían atravesar, pero eran muros extremadamente sólidos. El techo estaba hecho de oro y las aberturas de las ventanas y las puertas estaban talladas con garabatos que contaban la historia del Cielo.

Alrededor del castillo había una especie de lago artificial, en donde habitaban peces, sapos y otros animalitos inmortales. También había un pequeño parque en donde había miles de especies de árboles terrestres (también inmortales), en el cual los ángeles se acostaban a descansar.

Su conversión fue en una sala en donde el suelo estaba tallado con flores de todos los colores, que desprendían exquisitos perfumes. En el techo había decoraciones de oro y en las paredes lechosas, muebles minimalistas que hacían juego con la elegancia del sitio. Los Celestiales la conocían como la sala Blanca.

Alrededor de Alex, había cientos de ángeles y Emisarios.

El líder de los ángeles rojos, Namael (también conocido como el ángel de la luz, porque era el encargado de las tareas más importantes del cielo), utilizó el Cetro Divino (un bastón mágico con punta de diamante) y recitó una larga frase en latín.

Todos tuvieron que repetirla, incluso Alexander. Debía ser sincero consigo mismo: tuvo miedo. La mirada de Namael era tirana y su voz, terrorífica.

—Este es un privilegio que no es otorgado a cualquier humano. Espero que comprendas la importancia de proteger las almas y de cumplir la palabra de Dios —el ángel movió sus alas hacia arriba, de forma solemne. Alex tembló por dentro—. Cumplir las normas Celestiales es imprescindible para el funcionamiento divino ¿De acuerdo?

Asintió, sin ser capaz de ocultar cuán asustado se encontraba.

Luego, le juró lealtad a Dios, a los Ángeles, a los demás Emisarios y a los humanos. Le hicieron prometer que dejaría de esperar la reencarnación de sus padres y de sus hermanas y que se dedicaría a realizar cualquier misión divina que se le encomendara. Las órdenes del Cielo serían su prioridad a partir de ese momento.

—Acepto la responsabilidad, señor —balbuceó Alexander, sin ser capaz de dejar de temblar.

—Muy bien —y en ese momento, Namael se abalanzó sobre el humano.

Perforó su pecho con su Cetro Divino. Alexander sintió cómo la carne se le abría y la sangre comenzaba a brotar de la herida.

Asustado, cayó de rodillas, aferrándose a su último atisbo de humanidad... y luego, perdió la consciencia.


* * *


Tuvo que hacer reposo por varios días. Le dolía el pecho como si le hubiesen arrancado el corazón.

Bueno, en realidad lo habían hecho. Se lo habían hurtado, dejándole una horrible cicatriz en su lugar.

Sin embargo, estaba orgulloso de sí mismo: lo había logrado. Se había convertido en un Emisario Inmortal de nivel uno. Ahora podría buscar al asesino de sus padres y proteger a las almas inocentes de los Demoníacos.

MI AMANTE INMORTAL (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora