Capítulo 6: "Las experiencias de Alexander".

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Viernes 29 de marzo de 2019.

Alexander estuvo leyendo durante un rato una de las novelas de Ámbar, que se llamaba "Amor Rebelde". Al principio, creyó que se trataría de un libro cursi de romance, pero se sorprendió. Los personajes tenían un profundo desarrollo y la historia exploraba diferentes vínculos: familiares, afectivos, amistosos, etcétera. La continuaría más tarde.

Estaba tranquilo porque su alma estaría a salvo por unas horas, por lo tanto, decidió salir a dar una vuelta por el barrio, para ver si encontraba alguna pista que lo guiara hacia los Cazadores de Almas. Era muy posible que lo que había visto en la casa de Ámbar hubiera sido un rastro de uno de los súbditos del Demonio.

Jamás había encontrado a la persona que había atacado a sus padres, y a Mía. Él creía que se trataba del mismo Cazador, que tenía algo en contra de él por la irremediable simpatía que sentía hacia las criaturas mortales, aunque no había sido capaz de comprobar dicha teoría.

Recordó todas las noches de insomnio que vivió desde que se había convertido en un inmortal, y lo obsesionado que había estado siempre con el enemigo que se había llevado la vida de Mía. A pesar de su castigo, usó amuletos para rastrear la magia negra, interrogó a potenciales sospechosos y viajó por todo el país, aunque no obtuvo respuestas. El asesino se había esfumado.

Por lo menos, los inmortales como Alexander tenían una ventaja física: necesitaban apenas de unas pocas horas de sueño para recuperar energía y se curaban muy rápido físicamente. Por eso podía darse el lujo de realizar tareas de investigación a cualquier horario.

Él se había "convertido" en Emisario a los treinta y cinco años, (siendo alguien joven, pero con aspecto maduro). Su vida había cambiado para siempre desde entonces, especialmente sus hábitos.

Se había dedicado a cuidar de las almas destinadas para llevarlas al cielo, al infierno o a vigilarlas en el purgatorio, dejando de lado sus preferencias personales. Odiaba cuando le asignaban tareas en los aposentos infernales: salía con fuertes dolores de cabeza de allí. El tufo era insoportable y los gritos de los humanos arrepentidos eran ensordecedores. Básicamente, el lugar olía a magia negra, a sudor y lágrimas y era increíblemente ruidoso.

Trató de quitarse esa horrible imagen de la cabeza, y se sentó en un banco de una plaza. Disfrutó de la fresca brisa de principios de otoño que acariciaba su rostro. Estaba decepcionado, porque aquel día sería otro más sin obtener respuestas del Cazador de Almas. En su recorrido, no había percibido nada anormal.

Pronto, notó que varias mujeres lo observaban de reojo y murmuraban por lo bajo: sí, era un tipo atractivo. Alto, musculoso, rasgos bien masculinos. Sin embargo, era consciente de que debía relacionarse lo menos posible con los mortales. Cuando era más joven solía pasar tiempo coqueteando en los burdeles, pero en la actualidad, tenía otras preocupaciones.

En ese momento, vio que tres personas (dos jóvenes y una niña) y un perrito estaban caminando hacía él.

Podría reconocer aquella aura especial y brillante a kilómetros de distancia: Ámbar Boyer. El aura de su acompañante era azulada con tintes dorados, al igual que el de la pequeña niña que los acompañaba. Y luego estaba Hojita.

—¡Hola! —Ámbar levantó la mano para saludarlo—. No sabía que usted vivía por mi barrio.

—Sí, vivo por acá cerca —sonrió, y se agachó para rascarle la orejita a Hojita.

¡Cómo le gustaban los perros, eran tan amigables! Aunque él había escogido convivir con un gato porque eran más independientes.

—Ella es mi mejor amiga, Lucero, y su hija, Rocío.

MI AMANTE INMORTAL (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora