Buenos Aires. 25 de abril de 2019, 00:25 a.m.
Alexander estaba vigilando a Mateo fuera de su vivienda, mientras entrenaba el uso de su espada por millonésima vez. Intercambiaba la daga con mango esmeralda y la espada tradicional. La espada tradicional era un arma celestial de plata, creada también por un ángel con alas de plata. Infringía heridas mortales en los Demoníacos si se los golpeaba en puntos vitales.
Samaras imaginó que enterraba la hoja en el corazón al Cazador que había acabado con la vida de sus padres y de Mía.
Ámbar.
No era capaz de dejar de pensar en ella, en su alma púrpura envolviéndolo, en sus suaves y tibias manos acariciando sus cicatrices... y en lo peligroso que era desear tanto a una humana. Tampoco podía dejar de pensar en lo extrañamente similar a Mía que era su aura. De sólo pensar en el parecido, un escalofrío recorría su espina dorsal.
—Olés a perfume de mujer —dijo una voz conocida: Dimitri—. ¿Otra vez estuviste perdiendo tiempo en prostíbulos en lugar de llevar a cabo investigaciones? Sabés perfectamente que los seguidores de Luzbel están en Latinoamérica.
Cuando ellos eran más jóvenes, habían perdido tiempo juntos. Se habían alcoholizado y...
Quitó ese pensamiento de su cabeza. Jamás podría recordarle algo así a Dimitri, un Emisario de nivel tres.
—He intentado buscar rastros, pero casi siempre se mueven en climas lluviosos, nevosos o de neblina.
No había encontrado nada, se hallaba caminando en círculos. Eso lo frustraba.
—No pongas excusas, Alex. Para eso entrenaste: para poder perseguirlos por intuición.
—La intuición no es suficiente con un enemigo tan astuto. Además, estoy preso en Argentina. Si pudiera moverme, podría ir a España para...
—Tuviste tiempo para viajar por el mundo hasta mil ochocientos treinta.
—Viajaba en barco, no puedo teletransportarme —revoleó los ojos—. Además, en esa época Dios no contaba con los recursos que cuenta ahora: objetos celestiales modernos, un séquito mucho mayor de Emisarios... El último Emisario se convirtió en la década de los noventa.
—Dejá de excusarte, Alexander. Es preferible que le pidas ayuda a Noah si no podés solo. Él ahora tiene un alma destinada fácil de cuidar: una señora anciana.
Sí, porque los Emisarios solían dividirse por sectores en el mundo. Los primos Elenis y Samaras estaban en Capital Federal. Luego había cincuenta Emisarios más en el resto de Argentina... y miles por el mundo.
—Cuando tiene tiempo libre, está persiguiendo a los seguidores de Luzbel por Latinoamérica —agregó Dimitri. Solía ponerse intenso con un tema de conversación que lo obsesionaba—. Escuchó que en Bogotá hubo un incidente muy sospechoso, que pudo haber sido ocasionado por algún demoníaco.
—¿Cómo fue el incidente? —las venas comenzaron a arderle. No tenía corazón, pero podía sentir cómo su sangre había comenzado a circular violentamente por su cuerpo.
—Un hombre apareció con el pecho abierto. Su alma no estaba destinada, pero la misma desapareció. Si pudiéramos hacerles preguntas a las víctimas de los Cazadores, todo sería más sencillo —frunció el ceño.
—Te ves cansado, Dimitri.
—Estoy harto de renegar siempre con lo mismo. Es evidente que Dios necesita hacer unos cambios. Pero no puedo ser yo quien los proponga, debe ser un ángel. Los Demoníacos se están expandiendo demasiado rápido.
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MI AMANTE INMORTAL (COMPLETA)
RomanceAlexander Samaras es un ser inmortal que se enamora con facilidad. Ámbar Boyer es una humana con un alma muy especial, y está casada con un hombre que no la ama y no la respeta. Los caminos de Samaras y Boyer estuvieron destinados a cruzarse desde h...