Capítulo 56: "Los tres hermanos"

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Santiago de Chile.

Ámbar, seguida por Samantha, estaban corriendo por el aeropuerto. La escritora de Booknet estaba desesperada por sobrevivir.

—¡Hay demasiadas marionetas! —sollozó Boyer.

Tenía el corazón en la boca. Deseaba con toda su alma volver a Bariloche y encontrar a Alexander, pero ¿Podría salir con vida de allí?

—Yo las entretendré —dijo Samantha con determinación—. Vos escapá. Tenés que encontrar a Alex antes de que...

En ese momento, diez marionetas empezaron a correr en dirección a ellas. Ámbar se apresuró para intentar huir, pero las alimañas eran demasiado veloces.

La fantasma intentó interponerse —a pesar de que su espíritu podría resultar lastimado—, pero la ignoraron por completo.

Ámbar corrió. Corrió tan rápido como pudo, a pesar de no haber dormido en dos días. A pesar del cansancio y de la tristeza. Corrió, porque lo peor que podría pasarle, sería morir.

—¡Deberías salir del aeropuerto! —gritó Samantha.

Eso intentaba hacer. El aeropuerto Arturo Benítez parecía eterno, y la escasez de humanos en el lugar lo hacía aún más aterrador.

Miró hacia afuera y vio que había varios encapuchados. Cazadores.

Estoy perdida. Estoy perdida, pero no dejaré de luchar por mi vida.

Aunque estuviera usando el anillo que le había dado Alexander y que Dimitri le hubiera dado una nueva arma ¿Cómo lograría escapar con tantos Demoníacos en el lugar?

En ese momento, escuchó un chillido. Con el corazón en la garganta, se giró, y vio que una marioneta estaba atacando a Samantha...

Mientras todas las demás se abalanzaban hacia Ámbar.

—¡NO! —lanzó un machetazo, pero sólo logró herir la extremidad de un títere.

Los demás la tomaron por los hombros y las piernas. Boyer gritó con desesperación. No podía morir así. No. Ni ella ni el espíritu de Samantha podían perecer en ese momento.

Humo negro. El aeropuerto de Santiago estaba empezando a ahogarse en magia negra... y ellas también.

Ámbar comenzó a toser. De reojo, vio que un grupo de sujetos encapuchados ingresaba por una puerta lateral y se aproximaban en su dirección.

También notó que Dimitri y Noah seguían luchando cuerpo a cuerpo por sus intereses.

—¡ÁMBAR! —sollozó Samantha, luchando para liberarse—. ¡No mueras, por favor!

Los títeres estaban manteniendo cautivas a las amigas hasta que llegaran los Cazadores.

El humo era demasiado tóxico. Boyer tosió. Sintió que la magia negra se le metía en los pulmones, y que empezaba a nublarse su vista y su mente.

En lugar de mantenerse en la realidad, su cabeza hizo un recorrido fugaz e involuntario por toda su vida.

Pensó en su niñez junto a su hermano y sus padres: cuando su mamá la peinaba para ir a la escuela, cuando su papá la iba a buscar en su Renault 9 y olía a tabaco, cuando Lorenzo la esperaba todas las tardes en la puerta de su hogar para jugar a la pelota con ella. Recordó su adolescencia junto a Lucero, su hermana del corazón. Pensó en cómo conoció a Matías, cómo llegaron al matrimonio y cómo su relación decayó con el tiempo. Revivió la muerte de sus padres, su alejamiento con Lorenzo. Sus noches interminables de llanto desconsolado. Su sensación de vacío. Imaginó a Hojita, cuán agradecida estaba la cachorra cuando le dio un hogar. Pensó en el curso de pastelería y en el vínculo bonito que había generado con sus compañeras. Recordó la primera vez que vio a Alexander. Evocó el momento en donde descubrió que su marido le era infiel. Su primer beso con Samaras. Su primera vez. Se acordó de cómo descubrió a Samantha y la existencia de los inmortales... y todo lo que la trajo hasta ese preciso momento, allí en Santiago de Chile.

MI AMANTE INMORTAL (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora