—¡Vení para mi casa! —gritó, llorando—. ¡Tenés que explicarme esto!
—¿Qué pasó? ¿Estás bien? —era muy inusual que Ámbar lo llamara por teléfono ¿Habría tenido un problema con su esposo?
—Vení, por favor...
Tragó saliva, asustado.
—Ahora voy. Tranquila ¿Sí?
Dejó de vigilar a su alma y condujo hasta la casa de Ámbar. No podía evitar preguntarse qué la había hecho sentir así. Estaba muy preocupado.
Minutos después, tocó timbre, y ella le abrió rápidamente la puerta. Llevaba ropa deportiva y sus ojos se veían muy hinchados.
—Hola, Ámbar ¿Estás bien?
Sin decirle una sola palabra, lo tomó del brazo y lo arrastró hacia la cocina.
—¿Estás bien? —volvió a preguntar, mientras la escritora lo obligaba a avanzar.
Pronto, notó que había una fantasma adolescente sentada en una silla. Era lo más normal del mundo que las almas vagabundas pasaran tiempo en los hogares, añorando la vida que alguna vez habían tenido.
Alex la ignoró.
—¿Qué pasó? ¿Tuviste problemas con tu esposo? ¡Estuve muy preocupado por vos estos días!
Ámbar no le soltaba el brazo. Ahora tenía los ojos llenos de lágrimas.
—¿No la ves? —señaló a la difunta con nerviosismo—. ¡Es un espíritu!
Samaras dio un respingo ¿Cómo podía ser que ella, una humana común y corriente, viera a un fantasma? ¡No era posible! ¡Sólo la magia negra...!
A lo largo de la historia, pocos humanos habían sido capaces de ver fantasmas, y la mayoría de ellos no habían tenido un final feliz.
Él se sentó y trató de pensar racionalmente, a pesar de que los nervios habían empezado a carcomerlo por dentro.
Rastro del Cazador.
Presencia maligna en Latinoamérica.
Demonio de bajo rango.
Dios mío ¡Ámbar estaba realmente en peligro!
—No veo nada ¿De qué estás hablando? —fue lo único que se le ocurrió decir. Empezó a toquetearse el reloj con nerviosismo.
¿Qué debía hacer? ¿Qué debía hacer?
—¡No mienta! —soltó la fantasma, acongojada.
Ámbar estaba apretándole la muñeca con tanta fuerza que, si él hubiera sido humano, le hubiera dolido. Nunca la había visto tan asustada.
Antes de que pudiera pensar en qué decir, la difunta comentó:
—Mi nombre es Samantha. Te diré lo que hice solamente si admitís que podés verme.
Alexander se frotó las sienes.
La segunda regla de los Emisarios prohibía terminantemente informar a un humano sobre el Orden Divino. Si admitía que él podía verla, tendría problemas. Bueno, más problemas, ya que había roto más de una norma. Sin embargo, si no abría la boca, Ámbar lo odiaría para siempre.
No podría soportar que Ámbar sufriera. Era necesario decirle la verdad. Esperaba que la verdad también pudiera protegerla de los Demoníacos.
Suspiró, despegó la mano de Ámbar de su muñeca y la obligó a sentarse junto a él en la silla. Luego, miró a la fantasma, y soltó:
ESTÁS LEYENDO
MI AMANTE INMORTAL (COMPLETA)
RomanceAlexander Samaras es un ser inmortal que se enamora con facilidad. Ámbar Boyer es una humana con un alma muy especial, y está casada con un hombre que no la ama y no la respeta. Los caminos de Samaras y Boyer estuvieron destinados a cruzarse desde h...