Capítulo 14: "Los romances del Emisario".

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Argentina. Enero de 1830.

—Revisamos el cadáver de la muchacha junto a los Emisarios de nivel tres Ismael y Abraham. Ella fue asesinada con una bala contaminada con magia negra —anunció Poyel, un ángel de alas doradas—. Todos los aparatos que tienen magia negra impiden la reencarnación.

—¿Dónde quedó su cuerpo?

—En el cementerio de la Recoleta, que fue inaugurado hace algunos años. De ese modo, sus seres queridos podrán velarla —intervino Ismael.

Se escuchó un murmullo de desaprobación en el cielo.

—¿Para qué la mataron antes de robar su alma? —inquirió un ángel de alas blancas—. ¿Esto es una especie de amenaza de parte de los Demoníacos?

—¡Las almas púrpuras desprenden una energía poderosa cuando están a punto de morir! —preguntó un Emisario—. ¿Por qué la asesinarían antes de que cumpliera su destino?

—No deberían haber dejado su cuerpo en el cementerio ¡No deberían! —se quejó un ángel plateado.

Más murmullos en la sala Blanca.

Alexander quería morir del dolor. No podía soportarlo. Sentía que se estaba desgarrando por dentro. No podía tolerar que estuvieran hablando de Mía como si fuera ganado, y no una persona maravillosa e inocente que había sido brutalmente asesinada.

Mía. Mía. Mía.

No merecías esto, preciosa.

—Averiguaremos todo eso, quédense tranquilos —intervino Raguel, otro ángel rojo—. El alma de Mía no poseía el tinte de la muerte ¿Verdad? —la incertidumbre de los ángeles lo ponía nervioso—. Por lo tanto, debe haber una explicación por la cual los Demoníacos decidieron atacarla. En un rato, asignaremos las tareas de cada Emisario para poder encontrar respuestas.

—Ahora hablaremos sobre el castigo del Emisario Samaras —intervino Namael, impaciente, y se volvió hacia Alexander. Su mirada le seguía inspirando el mismo terror que el primer día que lo había visto—. Estás sentenciado a limpiar el inframundo por cincuenta años, y a quedarte en Argentina por medio milenio. Tus poderes serán limitados y no podrás volver a cometer otro error ¿Me escuchaste? Si incumples las normas, serás relegado de tus deberes de Emisario. Si otro humano muere por tu culpa, deberás rogarle a Dios para que no te quite la inmortalidad.

Hubo un silencio sepulcral en la sala. Muchos Emisarios lo contemplaban con reproche, mientras los ángeles, sólo lo miraban con frialdad.

Alexander había escuchado la leyenda de que un Emisario que se había enamorado de una humana, y Dios le había devuelto su humanidad para que pudiera ser feliz, pero no era más que un mito transmitido de boca en boca. En cambio, sabía que habían habido casos de Emisarios que se habían quedado sin sus puestos e incluso, habían muerto de manera sospechosa luego de incumplir varias normas.

Sin embargo, a él no le importaba nada más que resolver el caso de Mía Loncar y de sus padres.

—Prometo cumplir con mi deber de Emisario de Dios. También encontraré al asesino de Mía, lo juro —balbuceó, con los ojos llenos de lágrimas—. Lo encontraré y lo destrozaré.

—No hagas promesas en vano —lo regañó el líder rojo—. Ahora, irás al inframundo.


* * *


El olor a podredumbre era nauseabundo. Las almas gritaban e intentaban salir del pozo de lava en el que estaban atrapadas.

MI AMANTE INMORTAL (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora