Cuando lo conocí estaba en uno de esos momentos cruciales de las parejas. Debatiéndome en un torbellino de sentimientos que ni yo entendía. ¿Has sentido alguna vez la ilusión de que todo es posible y al mismo tiempo la angustia de que no sabes para dónde mierdas vas?¿O más bien, que para ahi en realidad no quieres ir?
En fin, estábamos en una ciudad nueva buscando salvar un matrimonio que llevaba seis años en una relación que ya había superado la década, pero que además tenía el condimento de tener una pequeña princesa romántica (que era y es la luz de mis ojos), a la que no quería desilusionar de tan chiquita respecto del amor.
Los últimos días no habían sido nada fáciles, vivíamos en casa de mi hermana y cuñado mientras nos acomodamos en Villa Carlos Paz, una ciudad a la que llegamos con muchas ilusiones, sobre todo con la esperanza de reconstruir algo que hasta el momento no podía admitir que ya estaba tan roto que ni se reconocía. Durmiendo los tres en una misma cama, mientras claro ¡intentábamos reencontrarnos!, adaptándonos a los tiempos y espacios de un hogar ajeno, buscando formar una nueva etapa en nuestras vidas. Todo esto sin un minuto de espacio para pensar, llorar, sentir o al menos respirar algo que no viniera con una sonrisa.
Agotada es como me sentía, no podía más, era como estar dentro de una gran tormenta que me arrastraba sin rumbo entre la alegría, sueños, ilusiones, tristezas, frustraciones, esperanza... impotencia. Tan deprimente era lo que me devolvía el espejo que cualquier excusa se transformó en una manera de huir de la realidad, y entre ellas apareció él.
Mientras trataba de encontrar algo de paz en medio de este cóctel de emociones, aunque sea un pequeño respiro mental en la canción "Robarte un beso" de Sebastian Yatra y Carlos Vives, inmersa escuchando su letra, pensando en lo lindo que sería llegar a anciana (como los abuelitos que se mostraban en el videoclip) con alguien que te diga que todavía quiere uno de esos besos que te roban el alma, escuche el ruido de las llaves que explotó mi burbuja romántica.
━¡Cuñada! ━de fondo escuche la voz ronca de mi cuñado mientras mi culo se acomodaba en el sillón.
━¿Todo bien? ━respondí en automático.
La verdad es que Anto se había ido a la plaza con Marcos y , dentro de lo que mi mente me dejaba, intentaba relajarme aprovechando a liberar un poco la tensión que me provocaba el sentir que remaba contra la corriente, sola y en subida.
━Pasa boludo ━dijo Javi riendo mientras se dirigía a alguien que se encontraba fuera del departamento━ Vamos a fumar un pucho para allá -mencionó señalando el balcón que estaba pasando la cocina.
Y ahí, en ese instante, fue cuando mi mundo, que ya estaba patas para arriba, decidió que era hora de estallar en mil pedazos complicando mi existencia más de lo que ya la tenía.
━Hola ━una voz fuerte y varonil apareció del otro lado de la puerta dejando ver a un hombre que, con una tímida pero segura sonrisa de costado, cruzó el pasillo que llevaba a uno de los balcones.
━Vamos con Fede a fumar afuera, cualquier cosa me avisas ━escuche a Javi mientras se alejaba.
━Si ━llegue a decir en un susurro, invadida por un nerviosismo extraño, quedándome sin palabras, preguntándome sin tregua <<¿Quién diablos es?>>.
En la mano izquierda llevaba un casco de moto que me recordó hace cuánto no me subía a una y las ganas que tenía de sentir la velocidad de nuevo en la piel. Unos jeans gastados y una remera simple que le quedaba pintada a su cuerpo atlético, trabajado pero no tanto, lo justo y necesario como para querer curiosear que había debajo.
Y su sonrisa, esa que me iluminó junto a una mirada que penetró mi cuerpo de un raro cosquilleo que no recordaba haber sentido jamás. Pero como ya les mencione, estaba en medio de una crisis, por lo cual mi psiquis se encontraba bastante revolucionada tratando de salvar mi pareja. Sin embargo, sus ojos celestes quedaron latentes en mi ser sin una explicación aparente.
La avalancha de emociones (inexplicables en ese momento para mi), y unas ganas de querer saber más sobre él, de acercarme, de conocerlo, me tuvieron varios días expectantes de cada conversación que giraba en la casa. Era como ser de nuevo una colegiala husmeando en busca de información para volver a verlo, para volver a cruzarme con esos ojos "de casualidad". Una mezcla de excitación, curiosidad y fuego que parecían devolver la adrenalina a mi vida.
Con los días supe que era el mejor amigo de mi cuñado, que estaba felizmente casado y yo obviamente metida dentro de un gran caos emocional. La situación era clara, aunque todavía no pudiera verla así, comenzaba a intuir que ya no estaba enamorada. Porque sino ¿podría haber sentido lo que sentí por alguien que ni conozco?¿estaría pensando en volver a cruzarme con un hombre cuando estoy casada? No, él fue la señal perfecta que me abrió los ojos para ver una realidad que era dura pero de la que ya no podía escapar, había llegado el final de mi matrimonio.
Él fue quien me mostró el camino. Todo es perfecto en su momento, y por eso lo que sentí vino acompañado de alguien que me reflejaba lo que nosotros ya no éramos.
Pero la vida da muchas vueltas, y ni hablar de los planes que suele entretejer, de lo jodida que puede ser cuando quiere. Porque aunque creí que lo que había experimentado no era más que una señal del estado por el que pasaba, el tiempo me llevaría a encontrar una respuesta diferente...
Una que me arrima sin descanso a él, a sus manos, a sus labios, a su fuego.
¿Puede que el destino esté hecho y qué las vueltas sean aprendizajes que nos unen? o ¿las casualidades son las culpables de encontrarnos una y otra vez?
¿Acaso no se supone que el amor lo puede todo? o ¿es qué a veces sólo se trata de sufrir, de aprender que todavía uno es capaz de amar o que todavía no es tarde para volver a enamorarse?
Porque claro, no siempre el amor es suficiente.
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¿Y si NOS VOLVEMOS a ENCONTRAR?
RomanceA veces el amor no es suficiente para tanta intensidad. A veces la conexión es tan profunda, que no sabes qué hacer con ella. A veces dejar ir ese amor que no nos hace bien, es el camino, porque ya esta doliendo. Porque a veces las heridas ahogan, a...