No fueron tanto las palabras sino el tono, su actitud. La ira encendida en sus ojos mezclada con la sinceridad que emanaban junto a cada frase que salía de su boca. Su voz era diferente a la que solía usar cuando debatimos o está enfurecido por algo, incluso era distinta a las anteriores veces que habíamos discutido. Jamás la brusquedad de las palabras se había colado entre nosotros.
Su voz se torno fría, cortarte, dura.
Tan hiriente como un daga de fuego clavándose en el centro de mi corazón. Dejando de lado el sarcasmo divertido que lo caracterizaba cada vez que él trataba de decirle <<sus verdades>> sobre alguna cuestión de su vida.
Cuando terminó de decir la última frase noté el dolor que se filtraba en sus ojos, aún así no pude controlarme. Ahí estaba nuevamente la montaña rusa de emociones en la que me subo cada vez que Fede esta cerca. Pero esta vez saco a relucir mis peores sombras, y eso no me gusta nada.
Odio sentirme indefensa, vulnerable, poca cosa. Odio sentir que no soy suficiente y más que sea él quién me lleve por ese camino. Por eso salí de allí en cuanto tuve un segundo de lucidez en medio de ese tornado de enojo en el que me metí.
<<¿Quién se cree que es para hablarme así? ¿qué le pasó? ¿cómo podía cambiar tanto de un lugar a otro? ¿de dónde y con qué derecho podía hacerme todos esos reproches?>>. Mi cabeza parece estar a punto de estallar por los aires cuando una presión rodea mi muñeca y me tira hacia atrás. Nuestras miradas no dudaron en encontrarse, pero en la de él no esta ese destello de desafío que solía tener ante estas situaciones, al contrario, parecen esconder algo que no puedo llegar a etiquetar.
-- No quise decir nada de eso --su tono es entre calmo y nervioso, <<nunca lo escuche así>>.
-- Soltame --respondo,con un tono firme pero con una dureza que no suele ser parte de mí, mientras tiro mi brazo hacia abajo para desprenderme de su agarre.
-- Lo --titubea-- Lo siento --lanzó una suave y profunda respiración-- Fui un imbécil, no te merecías nada de lo que dije. De verdad lo siento. Paula --volvió a titubear.
Sé que esas palabras le cuestan. Fede es de los que prefiere hacer y luego pedir perdón, pero la verdad es que esas palabras le cuestan un triunfo. Su manera de pedir disculpas siempre son con detalles, con actitudes de generosidad pero no con palabras. Le cuestan tanto como reconocer que se equivoca, tal vez porque odia perder o sentirse débil. Sin embargo, no justifica lo que pasó. Por dentro estoy a punto de explotar de la bronca e impotencia pero a la vez el dolor de su mirada me estremece, parece un perrito mojado y eso no se ve todos los días viniendo de Federico Miuller.
En medio de todo el dilema y torbellino caótico en el que me hundo comienzó a percibir que mis pupilas se sienten de nuevo invadidas por la humedad de las lágrimas que quieren correr por mis mejillas. Voy a largarme a llorar en cualquier momento. Voy a dejar salir la angustia que me genera cada una de las verdades que me dijo y si hay algo que sí tengo es orgullo y dignidad, así que no lo voy a hacer delante de él, por lo menos no esta vez.
-- Hablamos después.
-- Hablemos ahora por favor --se puso delante de mí.
-- Hablamos después --repetí con más énfasis y firmeza, <<si este hombre lo que tiene de terco también lo tiene de impaciente>>. Necesito alejarme.
-- No llores, por favor.
-- No estoy llorando, pero si no te corres de mi camino no vamos a terminar bien --desconozco si fue mi tono o la cara de desatada que debo tener, pero salió de mi paso dejándome ir.
¿Crees en las señales? No sé si ya te lo he dicho, pero yo sí. Con el tiempo fui encontrando que ellas son pequeñas migajas que la vida nos va dejando en nuestro camino para acompañarnos, para hacernos más fáciles las decisiones, para dejarnos ver aquello que quiere realmente nuestro corazón pero que tal vez no nos atrevemos a vivir. Letras de canciones que nos resuenan, personas que nos cruzamos, frases de conversaciones de otros, un post al abrir instagram, una llamada, una propuesta que en cuestiones de minutos nos llena de posibilidades y oportunidades que hasta entonces no habíamos visto.
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¿Y si NOS VOLVEMOS a ENCONTRAR?
RomanceA veces el amor no es suficiente para tanta intensidad. A veces la conexión es tan profunda, que no sabes qué hacer con ella. A veces dejar ir ese amor que no nos hace bien, es el camino, porque ya esta doliendo. Porque a veces las heridas ahogan, a...