43- Fede, Calma Tensa

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— Macho —la voz ronca de José se hace presente junto a una palmadita en mi hombro.

— ¿Qué mierda es lo que le pasa? ¿Qué diablos hice ahora? —preguntó inquieto con la mirada en el mar, tratando de contener las ganas de ir a hablar con ella y terminar con esto.

— ¿Juntaron la mecha y el fuego? —lo fulmine con la mirada— No sé Macho, me caes bien, pero nunca la vi así.

— Yo si.

— ¿Con quién?

— Conmigo.

— ¡Ah! Sos pura dinamita que hace estallar todo —el mal genio que llevo me da ganas de golpear algo— Tranquilo, Guapetón. Seguramente está estresada.

— Si, ¿y lo activo yo al estrés?

– No, solo está pasada de trabajo, apenas tiene tiempo para vos y Anto, debe ser eso. Dale espacio.

— ¡Me voy a mierda!

— ¿Dónde te vas a ir con el viaje qué hiciste? Te queremos vivo que sino nadie la va a aguantar —escucho su ronca carcajada— ¿Cómo va todo por las sierras? Alguien nos contó muy orgullosa que te ofrecieron ser entrenador de la Sub 17 de Córdoba.

— Si.

— ¡Pau tenía el triple de entusiasmo que vos!

— Hoy me ofrecieron el Nacional, por eso vine hasta acá, quería darle la sorpresa.

— Bueno, sorprender, la sorprendiste —afirma dándome unas palmaditas de aliento en el hombro antes de dejarme nuevamente solo ante la inmensidad de la silenciosa noche de Cariló, la puta sensación de querer romper algo y las ganas de largar todo a la mierda.

Cuando me subí al auto solo me deje llevar por la adrenalina que me recorría al pensar en su cara al darle la noticia. Mi mente sólo la veía a ella, necesitaba contárselo y sentir su emoción, sus locas ideas de todo lo que podría suceder, ese inocente entusiasmo repleto de orgullo que lo invade todo, su aliento ante las dudas. Si, porque es verdad que no suelo rendirme ante lo que quiero, pero también que no fue hasta que vino ella con esas tonterías de los sueños de niños y ese estupido desafío que el tenis vino a abrir puertas que nunca me había planteado. Y no es que sin ella no lo pueda hacer, sino que es junto a ella que lo quiero hacer.

Con el paso de los meses, las aventuras improvisadas de fin de semana y el plus de prohibido que le da el ocultarnos del mundo. Paula se convirtió en ese shot de café que necesitas cada mañana para comenzar con adrenalina tu día, con un simple meme o alguna de sus soñadoras ideas o canciones hace que todo tome un impulsivo envión que te dice que puedes con todo con la misma simpleza con la que dices hola.

— Lo siento.

Escucho un cálido susurro sobre mi hombro mientras los brazos de Paula me rodean por detrás con fuerza la cintura, dándole calor a todo mi cuerpo al sentirla a mi lado, alejando todo de mi mente. Dejándonos estar en el silencio de las olas que se pierden en la orilla de un mar tenso.

— Lo siento.

Susurro pausado muy cerca de su boca, acariciando su suave y húmeda mejilla bajo mis dedos que buscan con urgencia su piel, al tiempo que mis ojos buscan calma en una mirada cristalina color café que me envuelve de dudas ante su tristeza.

— Te eche de menos —confieso contra su boca mientras saboreo sus labios como niño que disfruta un delicioso chocolate por primera vez.

— Te eche de menos —responde al tiempo que el piano de una canción se cuela entre nosotros invitándonos a movernos con su compás lento y armonioso bajo una noche plagada de estrellas.

— ¿Bailamos? —esbozé una pícara media sonrisa al recordar las caras y respuestas de aquellas otras veces donde le hice la misma pregunta, momentos dónde mi intención era guiada por el placer de molestarla.

No responde. Solo pasa sus frágiles brazos por detrás de mi cuello, haciendo que todo mi cuerpo tiemble ante las caricias de sus dedos que suben y bajan bajo la piel de mi nuca, sin alejar sus ojos de los míos. Paso mis brazos por la parte baja de su espalda atrayéndola más a mi cuerpo en un solo movimiento, con un fuerte deseo en mi pecho de que nunca se cance de mis arrebatos y mal genio impulsivo. Cierro los ojos un instante, queriendo retener el tiempo. Aspiro su dulce aroma, ese que vuelve loco mis cinco sentidos, y que se mezcla con el característico olor salado del mar junto al rocío que emana entre la naturaleza del pequeño bosquecito que está a nuestro lado, siendo el único testigo de la calma tensa que me inquieta.

En este momento, no quiero nada más que verla sonreír a lo Paula, con esa dulzura e ilusión que te invita a creer que todo va a estar bien. Noto como comienza a balancearse despacio y simplemente me dejo guiar por este primer baile, por este intenso abrazo que se mece bajo las estrellas. Me sumerjo en esta intimidad, que hasta ahora no me había dado cuenta cuánto la extrañaba. Algo en mi tiembla al percatarme de lo mucho que la echo de menos a ella en esa intimidad que no está entre las sábanas de dos amigos con beneficios que solo tienen un estupido trato.

Somos solo ella y yo en la tranquilidad de nada misma. En un instante perfecto que me hace sentir tan especial, único y afortunado de tenerla entre mis brazos. Tan perfecto que asusta el pensar que la pueda romper.

¿Y si NOS VOLVEMOS a ENCONTRAR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora